Páginas

domingo, 18 de septiembre de 2022

MI EXPERIENCIA EN EL OPUS DEI

Desde que el 14 de julio pasado, mediante el Motu proprio Ad charisma tuendum, el Papa Francisco tomó una medida de gobierno en relación a la Prelatura del Opus Dei, se han disparado al respecto no pocos comentarios. Soy uruguayo y pertenezco al Opus Dei desde 1964, cuando estudiaba periodismo en la Universidad de Navarra. Pienso que mi testimonio personal puede ser de interés.

Tuve la suerte -gracia de Dios- de conocer y tratar a san Josemaría Escrivá en Pamplona y, durante dos años, conviví con él en Roma. En 1973 recibí la ordenación sacerdotal en Madrid, de manos de su arzobispo, el cardenal Vicente Enrique y Tarancón, y regresé a trabajar en Montevideo, al unísono con los miembros laicos del Opus Dei, que son primordialmente los que tratan de acercar a sus amigos a la confesión, a un retiro espiritual, a una clase de formación cristiana… Nos necesitamos mutuamente, sacerdotes y laicos, formando parte de una institución querida por Dios para difundir la llamada a la santidad en la vida ordinaria. A esto dediqué los primeros 37 años de mi sacerdocio.

Lo que nunca había imaginado sucedió en el 2010: tenía 65 años cuando el Papa Benedicto XVI me nombró Obispo de Minas y en esta diócesis estuve trabajando hasta marzo del 2020: al cumplir la edad canónica, el Santo Padre Francisco aceptó mi renuncia y regresé entonces a la capital uruguaya. Hoy, obispo emérito de 77 años, he vuelto, como dice el tango, “a mi primer amor”: horas de confesonario, predicación abundante… Así será hasta que Dios disponga. También me encanta poder ayudar a la arquidiócesis de Montevideo celebrando la Confirmación: hoy celebré la quinta de este año.

La verdad es que no tengo mucho tiempo para dedicarme a acariciar recuerdos, pero las circunstancias de estas líneas me traen uno, inolvidable. Su protagonista fue el Papa san Juan Pablo II. La ocasión, el congreso organizado por la prelatura del Opus Dei sobre la “Novo Millennio Ineunte” en el año 2001. El Papa nos recibió a los congresistas el 17 de marzo y, en su discurso a los 400 participantes de la reunión internacional, nos describió como una representación de los diversos componentes con los que la Prelatura está orgánicamente estructurada, es decir, de los sacerdotes y los fieles laicos, hombres y mujeres, encabezados por su prelado.

. Y agregó: “Esta naturaleza jerárquica del Opus Dei, establecida en la constitución apostólica con la que erigí la Prelatura (cf. Ut sit, 28 de noviembre de 1982), nos puede servir de punto de partida para consideraciones pastorales ricas en aplicaciones prácticas”.


Desarrollándolas, consideró en primer lugar el papel que en la Prelatura tienen los laicos: “Con su celo apostólico, su amistad fraterna y su caridad solidaria podrán transformar las relaciones sociales diarias en ocasiones para suscitar en sus semejantes la sed de verdad que es la primera condición para el encuentro salvífico con Cristo. Ocho líneas dedicó el Papa en su discurso a la misión de los laicos de la Obra. A los sacerdotes nos dedicó apenas dos, describiendo así nuestra “función primaria insustituible:  la de ayudar a las almas, una a una, por medio de los sacramentos, la predicación y la dirección espiritual, a abrirse al don de la gracia”. Estaba todo dicho. Me alegró mucho esta sintética y exacta declaración de la misión sacerdotal en la Prelatura.

A su vez, en dos momentos se refirió el Papa a otro elemento de especial trascendencia: “Una espiritualidad de comunión valorará al máximo el papel de cada componente eclesial”. Se refería al “alma” del proyecto evangelizador que, al empezar el nuevo milenio, había propuesto a toda la Iglesia. “Espiritualidad de la comunión, había escrito, es saber «dar espacio» al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros (cf. Ga 6,2) y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos asechan y engendran competitividad, ganas de hacer carrera, desconfianza y envidias. No nos hagamos ilusiones: sin este camino espiritual, de poco servirían los instrumentos externos de la comunión. Se convertirían en medios sin alma, máscaras de comunión más que sus modos de expresión y crecimiento”.(ns. 42-43).

Traigo a colación este recuerdo, porque pienso que puede ayudar a clarificar algunas controversias planteadas en torno al Motu proprio del Papa Francisco sobre la Prelatura del Opus Dei. La verdad es que me causan asombro y disgusto, al mismo tiempo, las discusiones sobre la negativa pontificia a que el prelado sea distinguido con el episcopado, como si de ello dependiera todo. Mi experiencia como miembro laico del Opus Dei primero, como sacerdote después, luego como obispo y siendo ahora “emérito” es la misma, desde san Josemaría y siguiendo con sus tres sucesores. Es una experiencia que está más allá de lo canónico: aparte de que ni el fundador del Opus Dei ni ninguno de sus tres sucesores pretendió ni dijo jamás que aspiraba al orden episcopal, ni que fuera imprescindible que el prelado sea obispo, puedo asegurar que, aun contando con los fallos humanos, ad intra et ad extra de la Prelatura sus miembros intentan vivir una delicada “espiritualidad de la comunión”, es decir, “de sentir al hermano de fe … como ‘uno que me pertenece’; de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios”; de ofrecer a cada uno “una verdadera y profunda amistad, para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades”. (ib.)



   Creo que “Don Ata” intuyó bien todo esto, tan humano, tan secular, al componer Los hermanos con cadencia de milonga: “Yo tengo tantos hermanos, que no los puedo contar… / Cada cual con su trabajo, con sus sueños cada cual / con la esperanza delante, con los recuerdos detrás… / Gente de mano caliente por eso de la amistad…/ con un horizonte abierto que siempre está más allá y esa fuerza pa’buscarlo con tesón y voluntad… / Y así seguimos andando, curtidos de soledad… y en nosotros nuestros muertos pa’que naides quede atrás”. Esto es todo y no hay nada más.

 

+ Jaime Fuentes. Obispo emérito de Minas (Uruguay)

 

            

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente y muchas P. Jaime! Dios lo bendiga! Walter Godoy