Desde que el 14 de julio pasado, mediante el Motu proprio Ad charisma tuendum, el Papa Francisco tomó una medida de gobierno en relación a la Prelatura del Opus Dei, se han disparado al respecto no pocos comentarios. Soy uruguayo y pertenezco al Opus Dei desde 1964, cuando estudiaba periodismo en la Universidad de Navarra. Pienso que mi testimonio personal puede ser de interés.
Tuve
la suerte -gracia de Dios- de conocer y tratar a san Josemaría Escrivá en
Pamplona y, durante dos años, conviví con él en Roma. En 1973 recibí la
ordenación sacerdotal en Madrid, de manos de su arzobispo, el cardenal Vicente
Enrique y Tarancón, y regresé a trabajar en Montevideo, al unísono con los
miembros laicos del Opus Dei, que son primordialmente los que tratan de acercar
a sus amigos a la confesión, a un retiro espiritual, a una clase de formación
cristiana… Nos necesitamos mutuamente, sacerdotes y laicos, formando parte de
una institución querida por Dios para difundir la llamada a la santidad en la
vida ordinaria. A esto dediqué los primeros 37 años de mi sacerdocio.
Lo
que nunca había imaginado sucedió en el 2010: tenía 65 años cuando el Papa
Benedicto XVI me nombró Obispo de Minas y en esta diócesis estuve trabajando
hasta marzo del 2020: al cumplir la edad canónica, el Santo Padre Francisco
aceptó mi renuncia y regresé entonces a la capital uruguaya. Hoy, obispo
emérito de 77 años, he vuelto, como dice el tango, “a mi primer amor”: horas de
confesonario, predicación abundante… Así será hasta que Dios disponga. También
me encanta poder ayudar a la arquidiócesis de Montevideo celebrando la
Confirmación: hoy celebré la quinta de este año.
La verdad es que no tengo mucho tiempo para dedicarme a acariciar recuerdos, pero las circunstancias de estas líneas me traen uno, inolvidable. Su protagonista fue el Papa san Juan Pablo II. La ocasión, el congreso organizado por la prelatura del Opus Dei sobre la “Novo Millennio Ineunte” en el año 2001. El Papa nos recibió a los congresistas el 17 de marzo y, en su discurso a los 400 participantes de la reunión internacional, nos describió como una representación de los diversos componentes con los que la Prelatura está orgánicamente estructurada, es decir, de los sacerdotes y los fieles laicos, hombres y mujeres, encabezados por su prelado.
. Y agregó: “Esta naturaleza jerárquica del Opus Dei,
establecida en la constitución apostólica con la que erigí la Prelatura
(cf. Ut sit, 28 de noviembre de 1982), nos puede servir de punto de
partida para consideraciones pastorales ricas en aplicaciones prácticas”.
Desarrollándolas,
consideró en primer lugar el papel que en la Prelatura tienen los laicos: “Con su celo apostólico, su amistad
fraterna y su caridad solidaria podrán transformar las relaciones sociales
diarias en ocasiones para suscitar en sus semejantes la sed de verdad que es la
primera condición para el encuentro salvífico con Cristo. Ocho líneas dedicó el Papa en su discurso
a la misión de los laicos de la Obra. A los sacerdotes nos dedicó apenas dos,
describiendo así nuestra “función primaria insustituible: la de ayudar
a las almas, una a una, por medio de los sacramentos, la predicación y la
dirección espiritual, a abrirse al don de la gracia”. Estaba todo dicho. Me
alegró mucho esta sintética y exacta declaración de la misión sacerdotal en la Prelatura.
A su vez, en dos momentos se refirió el Papa a otro
elemento de especial trascendencia: “Una espiritualidad de comunión valorará
al máximo el papel de cada componente eclesial”. Se refería al “alma” del
proyecto evangelizador que, al empezar el nuevo milenio, había propuesto a toda
la Iglesia. “Espiritualidad de la comunión, había escrito, es saber
«dar espacio» al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros
(cf. Ga 6,2) y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente
nos asechan y engendran competitividad, ganas de hacer carrera, desconfianza y
envidias. No nos hagamos ilusiones: sin este camino espiritual, de poco
servirían los instrumentos externos de la comunión. Se convertirían en medios sin alma, máscaras de comunión más que sus modos de expresión y crecimiento”.(ns. 42-43).
Traigo a colación este recuerdo, porque pienso
que puede ayudar a clarificar algunas controversias planteadas en torno al Motu
proprio del Papa Francisco sobre la Prelatura del Opus Dei. La verdad es
que me causan asombro y disgusto, al mismo tiempo, las discusiones sobre la
negativa pontificia a que el prelado sea distinguido con el episcopado, como si
de ello dependiera todo. Mi experiencia como miembro laico del Opus Dei
primero, como sacerdote después, luego como obispo y siendo ahora “emérito” es
la misma, desde san Josemaría y siguiendo con sus tres sucesores. Es una
experiencia que está más allá de lo canónico: aparte de que ni el fundador del
Opus Dei ni ninguno de sus tres sucesores pretendió ni dijo jamás que aspiraba
al orden episcopal, ni que fuera imprescindible que el prelado sea obispo,
puedo asegurar que, aun contando con los fallos humanos, ad intra et ad
extra de la Prelatura sus miembros intentan vivir una delicada
“espiritualidad de la comunión”, es decir, “de sentir al hermano de fe …
como ‘uno que me pertenece’; de ver ante todo lo que hay de positivo en el
otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios”; de ofrecer a cada uno
“una verdadera y profunda amistad, para saber compartir sus alegrías y sus
sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades”. (ib.)
Creo que “Don Ata” intuyó bien todo
esto, tan humano, tan secular, al componer Los hermanos con cadencia de
milonga: “Yo tengo tantos hermanos, que no los puedo contar… / Cada cual con
su trabajo, con sus sueños cada cual / con la esperanza delante, con los
recuerdos detrás… / Gente de mano caliente por eso de la amistad…/ con un
horizonte abierto que siempre está más allá y esa fuerza pa’buscarlo con tesón
y voluntad… / Y así seguimos andando, curtidos de soledad… y en nosotros
nuestros muertos pa’que naides quede atrás”. Esto es todo y no hay nada
más.
+ Jaime Fuentes. Obispo emérito de Minas (Uruguay)
1 comentario:
Excelente y muchas P. Jaime! Dios lo bendiga! Walter Godoy
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