¡Sí, decididamente, sí! ¡Hay que gritarlo con altoparlantes! ¡JESUCRISTO VIVE!... Uno puede leer y releer la biografía de un héroe, de un famoso, de un hombre bueno... y conocerla con pelos y señales. Pero... ¡no puede conversar con él, ni intimar, ni... nada! ¡Porque está muerto! Con Jesús, en cambio, puedo hablar de lo mío, de lo suyo, de lo nuestro, de la pandemia, de mis amigos muertos, de mi familia, de mis proyectos, de mi país, de los otros países, de los que están en guerra... Y del presente, del futuro y del pasado, sí, aunque él no tiene memoria para los momentos tristes en que me olvidé de su presencia. Y me cuenta del Cielo, y me dice que le duele el olvido de tantos... ¡Jesucristo está vivo!, ¿se entiende? Y te ofrece la Paz verdadera, la que perdura, la que espanta los miedos covídicos... ¡Vamos, a entrar en relación de amistad con él! Leyendo y releyendo su vida, ahora mismo los capítulos finales de los Evangelios: ¡ahí está Jesús Resucitado! Sirviendo, escuchando, sonriendo, animando...
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