El mismo día en que Jesús resucitó, ¡alleluia!, se apareció a sus apóstoles para decirnos: "a quien ustedes les perdonen los pecados, les quedan perdonados". ¡Tenía apuro el Señor, para transmitir a sus sacerdotes el poder que solo Él tenía! "De pasarme las horas confesando, los días y los años absolviendo pecadores, sí, ¡santos!, ángeles con el ala rota, pedros y magdalenas que se acusan del peso de la sombra de este mundo: de tanto perdonarles alma y cuerpo se vuelven transparentes como dulces marías que renacen, y yo, yo pecador, un cristo ciego que con los años entra en agonía de carne y sangre y tierra, opaca muerte (José M. Ibáñez Langlois).
(Fotos, Josh Applegate, Unsplash).