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lunes, 14 de diciembre de 2020

RECUERDO DE ÁNGEL BENITO

El día 11 de noviembre falleció en Madrid, a los 91 años, Ángel Benito Jaén, maestro de periodistas, impulsor de las facultades de comunicación en España y gran estudioso del fenómeno informativo.


Ángel Benito acaba de terminar su carrera en este mundo. Y siento una pena grande. El año pasado, estando yo en Madrid unos pocos días, hablamos por teléfono y quedamos en que iría a verlo a su casa: - ¡Señor obispo, me darás una gran alegría!, me dijo. Pero no pudo ser: tuve que ir a ver a un amigo, muy enfermo, y debí conformarme con otra llamada a Ángel para avisarle del desencuentro. Y aproveché para preguntarle: - Oye, ¿por cuántos años estás ya? – Bueno, me respondió, esta información no suelo darla, pero en fin… ¡Ya estoy en los 90! Pensé: ¡genio y figura…! Quedamos en que, sí o sí, nos veríamos en mi próximo viaje…

          Conocí a don Ángel en julio de 1964, cuando, recién llegado a la Universidad de Navarra, yo iba de asombro en asombro recorriendo el Edificio Central: cada cosa estaba exactamente en su sitio, muy limpios los pisos y hasta delicadamente perfumados los baños, algo nunca visto. Don Ángel apareció en un pasillo (nos conocíamos sólo por cartas) y me saludó cordialmente. Y me descolocó con esta pregunta: - ¿Cómo está el Cardenal Barbieri?...  Solté un “bieeen”, recurso inútil para esconder mi ignorancia sobre el tema. ¿Cómo este hombre, pensé, puede conocer al arzobispo de Montevideo? Fue el mayor asombro de aquella mañana. (Ángel disfrutaba con estos desconciertos).

          Al terminar un mes más tarde un curso de verano, don Ángel presidió el tribunal que examinaba a los futuros alumnos de Periodismo. De todas las preguntas, solamente recuerdo la que él me hizo. - ¿En qué modelo de avión viajó usted desde Uruguay a España? – En un DC 8 de Iberia. - ¿Quién lo fabrica? – La Boeing. - ¿Y los motores? – Los motores son Rolls Royce. Está bien, hemos terminado, me despidió complacido.

          En el primer año de la carrera, don Ángel explicaba Redacción Periodística. Aprendí muchas cosas. Por ejemplo, que antes de ponerte a escribir es necesario hacer un esquema, “y cuanto más completo sea, mejor escribirán”. Buena enseñanza, la tengo experimentada. También aprendí a titular, “un arte difícil, en el que interviene la sonoridad de las palabras, que suele ser heredada”…, pero en todo caso, “más importa ser honrados al titular”.

          Una vez, nunca lo olvidé, elogió con entusiasmo una entrevista a Pablo J. de Irazazábal, publicada en el periódico Redacción: - ¿Qué es un periodista? – Es la persona más importante de la actualidad. - ¿Y qué es un intelectual? – Lo previo a ser periodista. (Y Ángel le sacaba punta a esta idea…).

          Don Ángel explicaba también Teoría general de la información y Teoría de la opinión pública. Eran clases magistrales, muy bien preparadas, muy bien leídas, que nadie interrumpía. Nos hablaba de la finalidad de los medios de información, del respeto a la libertad informativa y de la necesaria responsabilidad del que informa… (De yapa, digamos, a veces transmitía experiencias como estas: “El periodista vive de la discreción propia… y de la indiscreción ajena”. O, hablando sobre la importancia de la actualidad: “Más que lo que pasa, importa lo que queda”…).

          Al terminar la carrera me fui a Roma dos años y estuve estudiando Teología. Pero algunas mañanas, en distintas bibliotecas, seguí leyendo sobre las dos “Teorías” que explicaba Ángel: me habían conquistado. De manera que, al regresar a Pamplona en el curso 69-70, me ofrecí por si había algo…

          Me nombró Ayudante de Teoría de la información y, siendo él director de la revista Nuestro Tiempo, quiso que me desempeñara también como secretario de redacción.

          Durante dos cursos nos vimos diariamente, en el Instituto de Periodismo y en la redacción de la revista, en la calle Paulino Caballero. Trabajé mucho y me reí mucho con Ángel: siempre elegante en su vestir, siempre amable, ligeramente irónico, siempre confiado, dándome responsabilidades y escuchando mi opinión, no es poco.

          Otros han dado ya buena cuenta, y más la darán, de la trascendencia de su labor en el campo de la Comunicación. Esta mañana yo ofrecí por el alma de Ángel la Misa que celebré; es lo mejor y lo más grande que puedo hacer por él, infinitamente más que aquella visita que no pudo ser y que me ha dejado un regusto agrio…