Pandemia -¡que fea palabra!- viene
de pan (todos) y dem (pueblo), y nosema (enfermedad).
Pandemonio es palabra mucho más fea todavía: demonio viene de deimonion y
ya se imaginan: todos los diablos juntos… Bueno, esta pandemia se está
convirtiendo en pandemonio: “lugar de mucho ruido y confusión”(RAE).
El “lugar” son todas las latitudes y longitudes del mundo: que si la
vacuna rusa, china y USA; que el mejor remedio para el bicho es la
hidroxicloroquina; ¡NO!, el Redemsivir; ¡NO!, las cabezas de ajo en jugo de
limón…
Y el número de contagiados y de muertos, discriminados según su número y
según quién los cuenta, que esto también importa. Y si la mascarilla y los
tapabocas (porque no son lo mismo, dicen) aunque también los hay que ni una ni
otro, porque ninguno de los dos sirve para nada... Y los protocolos para cuanto
se te ocurra hacer, y los pronósticos, que se contradicen hoy, ayer y
mañana.
Pero entonces, menos festejada que nunca y por eso más deseada, aquí está,
insobornable, “¡La Noche de la Nostalgia!”. Sin duda, mucho antes que la música
de los Beatles y los Bee Gees, y todos los etcéteras musicales, sentimos
nostalgia de besos y abrazos; de apretones de manos y de caricias; de hablar de
cerca y viéndonos las caras; hay nostalgia de hacer visitas y de recibir
visitas; de reuniones de amigos; de fiestas de casamiento y de despedidas; de
velorios y entierros en serio, por así decir; de partidos de todos los deportes
y de hinchas que gritan y se abrazan; y… ¿para qué seguir?
En este pandemonio universal, una niña de no más de diez años, sin barbijo
y con delicioso desparpajo, se acerca al sacerdote en la calle (lo reconoce por
el cuellito) y le pregunta: - ¿Tú sos Padre? – Así es. - ¿Qué vas a hacer en la
noche de la nostalgia? – La verdad es que no tengo nada pensado… Y ella, sin
darle tiempo a ensayar algo: - ¿Sabés que voy a hacer yo?... Voy a acompañar a
mi abuela. – Ah, ¡qué bien! – Ella me invitó. ¿Y sabés para qué? (se le
iluminan los ojos): ¡Para rezar juntas el Rosario! ¡Chau, me voy!
Entonces, en un instante, se hace la luz: ¡al diablo con el pandemonio! Los
niños enseñan, el sacerdote aprende… ¿De qué puede tener nostalgia
una criatura de diez años?... No sabe ni qué significa la palabra.
Pero la invitación de la abuela a rezar con ella, le sabe a gloria: desde
siempre y hasta siempre, también en “la nueva normalidad”, la nostalgia de Dios
sólo Dios la llena.
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