Señores legisladores:
aliviar el sufrimiento de las personas que,
padeciendo una enfermedad terminal, sufren dolores que pueden llegar a ser
insoportables, es un deseo generalizado. Coincidiremos todos en la necesidad de
buscar los modos de hacerlo, más y mejor; como sociedad tenemos un deber pendiente.
En esta línea quiere ir el Proyecto de
ley eutanasia y suicidio asistido. Pero entiendo que le erra feo.
1)
¿No
es un completo sinsentido legalizarlos, en un país que tiene el mayor número
de suicidios de América Latina y uno de los mayores del mundo?
2)
Solamente
en cinco países es legal la eutanasia: Holanda, Bélgica, Luxemburgo,
Canadá y Colombia; y solo en Suiza se permite el suicidio asistido. En Bélgica,
después de su legalización había solo unos cientos de
casos de eutanasia al año. Actualmente hay más de 2.300 casos oficialmente
registrados y la tendencia va en aumento (Deutsche Welle, 26.II.20), como en Uruguay. ¿Queremos
seguir por este camino, alentando a los suicidas en potencia? Las leyes
influyen, para bien o para mal, en el conjunto del comportamiento social.
3)
Resulta
macabro el mensaje que recibirán las nuevas generaciones, si los médicos
reciben licencia para matar. En todo caso, ¿por qué sólo ellos?... El
médico estudia para curar, no para matar.
4)
Dicen
que, con la ley, se respetará la libertad individual de decidir cuándo acabar
con la propia vida. Pero ¿no vivimos en sociedad y somos inter
dependientes? Si alguien ve a una persona que intenta suicidarse, ¿no trata por
todos los medios de disuadirlo? ¡Porque es humano, nomás! Con la ley que se
propone, “¡por mí que se mate, si es legal!”… ¿Esta es la sociedad que
queremos, individualista hasta el colmo?
5)
Se
olvida que el fin no justifica los medios. La vida humana posee la mayor
de las dignidades y, por lo tanto, reclama el mayor de los cuidados. Decidir
cada uno por su cuenta cuándo matarse, ¿es un derecho humano?, ¿quién lo dijo, dónde
está escrito?
En el tiempo pandémico que estamos viviendo,
mientras nos cuidamos de un contagio mortal, el proyecto de ley de eutanasia y
suicidio aparece por demás sombrío. Hoy, más que nunca, necesitamos en Uruguay un
proyecto colectivo entusiasmante: nuestro mayor problema es la falta de
población. Hungría, Rusia, Serbia, Alemania…, que también lo tienen, han
hecho planes concretos para incentivar la natalidad y lo están consiguiendo; en
nuestro cercano y silencioso Paraguay, que en el año 2000 tenía 5 millones y
pico de habitantes, hoy son más de 7 millones y su PBI crecerá 4% en el 2021 (Banco
Mundial). Y nosotros, ¿no podemos hacer nada?
Señores legisladores: estudiar el problema
y trabajar por un Uruguay mejor es lo que se espera de ustedes. Agradezco la
atención prestada y me despido, atentamente,
Dr. Jaime Fuentes
Obispo emérito de Minas