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miércoles, 25 de marzo de 2020

¿CUÁNDO VIENE MAMÁ?


Gran fiesta de la Anunciación: dentro de nueve meses, en Belén, nacerá Jesús. Su Madre, María, ha dicho que sí al conocer el asombroso plan de Dios para ella. “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. ¿Cómo felicitar a Santa María, cómo agradecerle su disponibilidad, cómo alabar a la Madre de Dios…?   


La Virgen en "La Anunciación", de Bartolomé Murillo.

Ella es también nuestra Madre. ¿Alguien lo pondrá en duda? Y, como madre que es, en el siglo que pasó y en el que estamos ha venido a la tierra muchas veces para advertirnos que vamos por muy mal camino.

En el año 2008 -¡cómo lo recuerdo!- el congreso internacional de la PAMI (Pontificia Academia Mariana Internacional), que se reunió en Lourdes, ante la cantidad de presuntas apariciones de la Virgen en todo el mundo estuvo dedicado, precisamente, a «Las apariciones de la Santísima Virgen María. Entre historia, fe y teología».

Yo había estado solamente una vez en Lourdes, hace muchos años y en una visita relámpago. En el 2008, en cambio, pude celebrar la Misa y rezar en la Gruta de las Apariciones. Fue estremecedor. Y fue también una sorpresa escuchar de labios del Obispo de Gikongoro, en Ruanda, el relato de las apariciones de la Virgen en Kibeho, en la década de 1980. Estaba feliz el obispo, porque la Santa Sede acababa de aprobar las apariciones que él ya había aprobado años atrás en su diócesis.

¿Conclusiones del congreso? Más allá de indicar algunas pistas para discernir la verdad de tantas supuestas apariciones, poco se podía esperar: sería como pretender ponerle puertas al campo.

En cambio, sí es una verdad bien conocida que la Madre de Jesús y Madre nuestra, además de advertirnos que estábamos yendo barranca abajo, nos ha enseñado de muchas maneras cómo recuperar la buena senda. Ella sabe que no es fácil: los enemigos de Dios y de la Iglesia cuentan con tantos medios… Han conseguido difundir por el mundo ideas, y plasmarlas en leyes, que apuntan a destruir la familia, base de toda la sociedad, y a destruir la idea misma de persona: en nombre de la libertad, vale todo, todo lo que a cada uno se le ocurra…

Vivimos bajo la “dictadura del relativismo” y sufrimos su ataque abierto a la Iglesia y a los católicos: despreciados, descalificados, ridiculizados… porque “Dios ha muerto”, ¿no lo sabías?

La Iglesia, ¡ay, la Iglesia! Nunca pensé que llegaría a dolernos así. A estas alturas parece innecesario enumerar los motivos. Es un cuadro desolador, formado por tantos que están en el vértice hasta la base. También hay santidad en ella, pero la cizaña parece que puede más que el trigo. Una mujer mayor, de las que aman a la Iglesia, decía agobiada: - Jamás se me ocurrió que un día iba a estar llorando por el estado de la Iglesia... 

De todas estas cosas ha hablado la Santísima Virgen en sus apariciones: en Lourdes, en Fátima, en Kibeho, en Akita, en Medjugore, en Civitavecchia… Ha enseñado también cómo salir del fondo del barranco: la oración, el rezo del Rosario, el ayuno, la penitencia. Con seguridad, muchas personas le han hecho caso, pero tan corrupto está el mundo y es tanta la podredumbre...

¿Entonces, qué podemos hacer? Recurrir a la Madre, como el niño enfermo: ¿"cuándo viene mamá?", ¿cuándo viene mamá?"... Ella es la única que sabe cómo aliviar la fiebre de sus hijos. 

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