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viernes, 27 de marzo de 2020

¿CÓMO PAGAR TANTA BONDAD?


Me preguntaba en la entrada del blog si será posible APURAR la llegada de la Virgen… Quizás resulte extraña la pregunta… pero entiendo que hay que plantearla y responderla.

En el primer post vimos que… ¡son tantas las veces que Ella, como buena madre, nos advirtió que íbamos por mal camino! Pero también es verdad que ninguna madre cuenta las veces que perdona a sus hijos y, además, forma parte de su misión continuar señalándoles peligros, llamándoles la atención, cuidándolos, en suma, a lo largo de toda su vida.

Isabel Guerra

Aunque el paralelismo con las madres de la tierra sea exacto, no es posible olvidar de qué Madre hablamos cuando nos referimos a María Santísima: la Madre que tenemos en el cielo es la Madre de Dios, es la síntesis de todas las perfecciones humanas y divinas que se hayan volcado jamás en una criatura, es la que se encuentra más alta en el orden de la creación, ¡más que Ella sólo Dios!

De aquí que nuestra relación con la Santísima Virgen deba estar embebida de reverencia, de una actitud de asombro ante su belleza y majestad, que no la aleja de nosotros ni encoge la confianza filial para con Ella. Más aún, motiva en nuestros corazones un santísimo orgullo: ¡la Madre de Dios es mi Madre!

Y aún hay más. El 21 de noviembre de 1964, cuando clausuraba la tercera sesión del Concilio Vaticano II, el papa San Pablo VI proclamó a la Virgen “Madre de la Iglesia”. Explicando los motivos de este título dijo el Santo Padre que la esencia íntima de la Iglesia, la principal fuente de su eficacia santificadora” se encuentra en su unión con Cristo y que esta unión, al mismo tiempo, no puede separarse de la unión con María, “la Madre del Verbo Encarnado, y que Cristo mismo quiso tan íntimamente unida a sí para nuestra salvación”.  Más aún, afirmó que es de este modo como debe “encuadrarse en la visión de la Iglesia la contemplación amorosa de las maravillas que Dios ha obrado en su Santa Madre”. Y remató la explicación afirmando rotundamente: “el conocimiento de la doctrina verdadera católica sobre María será siempre la llave de la exacta comprensión del misterio de Cristo y de la Iglesia”.

Madre de la Iglesia, pues, es la Santísima Virgen, “es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa”. Cuentan las crónicas de aquel día que, reunidos los obispos de todo el mundo con el Papa en la Basílica de Santa María la Mayor, la declaración de la Virgen como “Madre de la Iglesia” fue recibida con un atronador aplauso; no era para menos.

Desde entonces hasta hoy, la Madre se ha multiplicado como sólo una madre sabe hacerlo. Esta descripción poética quizás da una idea… “Aquellas zapatillas de nube que llevaba,/aquel ir y venir, como volando,/ de la escoba al misal, de sus gallinas/ a las sábanas frescas,/ de la labor de lana a los geranios,/del pan a las mejillas de sus nietos…/que entonces, suavemente quedábamos dormidos/creyendo que la abuela no se acostaba nunca (Miguel D’Ors). Más, inagotablemente más, es lo que hace María Santísima, la Madre de la Iglesia, por sus hijos. Ante tanta bondad, ¿qué haremos?

miércoles, 25 de marzo de 2020

¿CUÁNDO VIENE MAMÁ?


Gran fiesta de la Anunciación: dentro de nueve meses, en Belén, nacerá Jesús. Su Madre, María, ha dicho que sí al conocer el asombroso plan de Dios para ella. “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. ¿Cómo felicitar a Santa María, cómo agradecerle su disponibilidad, cómo alabar a la Madre de Dios…?   


La Virgen en "La Anunciación", de Bartolomé Murillo.

Ella es también nuestra Madre. ¿Alguien lo pondrá en duda? Y, como madre que es, en el siglo que pasó y en el que estamos ha venido a la tierra muchas veces para advertirnos que vamos por muy mal camino.

En el año 2008 -¡cómo lo recuerdo!- el congreso internacional de la PAMI (Pontificia Academia Mariana Internacional), que se reunió en Lourdes, ante la cantidad de presuntas apariciones de la Virgen en todo el mundo estuvo dedicado, precisamente, a «Las apariciones de la Santísima Virgen María. Entre historia, fe y teología».

Yo había estado solamente una vez en Lourdes, hace muchos años y en una visita relámpago. En el 2008, en cambio, pude celebrar la Misa y rezar en la Gruta de las Apariciones. Fue estremecedor. Y fue también una sorpresa escuchar de labios del Obispo de Gikongoro, en Ruanda, el relato de las apariciones de la Virgen en Kibeho, en la década de 1980. Estaba feliz el obispo, porque la Santa Sede acababa de aprobar las apariciones que él ya había aprobado años atrás en su diócesis.

¿Conclusiones del congreso? Más allá de indicar algunas pistas para discernir la verdad de tantas supuestas apariciones, poco se podía esperar: sería como pretender ponerle puertas al campo.

En cambio, sí es una verdad bien conocida que la Madre de Jesús y Madre nuestra, además de advertirnos que estábamos yendo barranca abajo, nos ha enseñado de muchas maneras cómo recuperar la buena senda. Ella sabe que no es fácil: los enemigos de Dios y de la Iglesia cuentan con tantos medios… Han conseguido difundir por el mundo ideas, y plasmarlas en leyes, que apuntan a destruir la familia, base de toda la sociedad, y a destruir la idea misma de persona: en nombre de la libertad, vale todo, todo lo que a cada uno se le ocurra…

Vivimos bajo la “dictadura del relativismo” y sufrimos su ataque abierto a la Iglesia y a los católicos: despreciados, descalificados, ridiculizados… porque “Dios ha muerto”, ¿no lo sabías?

La Iglesia, ¡ay, la Iglesia! Nunca pensé que llegaría a dolernos así. A estas alturas parece innecesario enumerar los motivos. Es un cuadro desolador, formado por tantos que están en el vértice hasta la base. También hay santidad en ella, pero la cizaña parece que puede más que el trigo. Una mujer mayor, de las que aman a la Iglesia, decía agobiada: - Jamás se me ocurrió que un día iba a estar llorando por el estado de la Iglesia... 

De todas estas cosas ha hablado la Santísima Virgen en sus apariciones: en Lourdes, en Fátima, en Kibeho, en Akita, en Medjugore, en Civitavecchia… Ha enseñado también cómo salir del fondo del barranco: la oración, el rezo del Rosario, el ayuno, la penitencia. Con seguridad, muchas personas le han hecho caso, pero tan corrupto está el mundo y es tanta la podredumbre...

¿Entonces, qué podemos hacer? Recurrir a la Madre, como el niño enfermo: ¿"cuándo viene mamá?", ¿cuándo viene mamá?"... Ella es la única que sabe cómo aliviar la fiebre de sus hijos. 

lunes, 2 de marzo de 2020

LA VIDA SIGUE IGUAL...

   Minas, 2 de marzo de 2020


Queridos hermanos de la Diócesis de Minas:
                                                                               hoy se ha conocido públicamente la decisión del Santo Padre Francisco, de unificar las diócesis de Minas y Maldonado-Punta del Este. El Papa ha tenido la delicadeza, que agradezco especialmente, de anunciarlo cuando estoy cumpliendo la edad prevista en el derecho de la Iglesia para presentar la renuncia al oficio episcopal.

En primer lugar, quiero decirles que la sugerencia de la unificación de ambas Diócesis le llegó al Papa desde la Conferencia Episcopal Uruguaya, después de estudiar, durante varios años, la realidad de ambas estructuras eclesiásticas, la de Minas y la de Maldonado. Los hechos hablan por sí mismos: el departamento de Lavalleja es, de todo el país, el que más experimenta la emigración de su gente, en particular a Maldonado; nuestras localidades pobladas disminuyen a ojos vista y la atención pastoral se hace cada vez más difícil, tanto por la falta de población como de vocaciones sacerdotales: todos saben bien que, en este momento, hay algunas parroquias sin párroco. No es mejor la situación de la diócesis de Maldonado-Punta del Este, que en más de tres décadas ha tenido solamente dos vocaciones. A su vez, y también por la falta de clero, las Curias diocesanas de una y otra Diócesis tienen grandes carencias y no pueden atender como es debido a los fieles.

Estoy seguro de que la decisión del Papa Francisco tendrá consecuencias muy positivas, porque permitirá distribuir mejor el clero diocesano; fomentará una pastoral vocacional más intensa; se formará una sola Curia eclesiástica y, abriéndose el horizonte apostólico a los tres departamentos (Maldonado, Rocha y Lavalleja), junto con el mutuo enriquecimiento de experiencias habrá más empeño apostólico por parte de todos.

Sé bien cuánto quieren a la Iglesia, lo sé por la preciosa experiencia de estos nueve años largos en los que, recorriendo nuestra querida Diócesis, he encontrado numerosos e inolvidables ejemplos de entrega, de sacrificio, de amor con hechos que hablan por sí mismos. Es un amor a la Iglesia y a su Cabeza visible, el Papa, que se manifiesta, en primer lugar, en el esfuerzo de tantos hombres y mujeres por vivir en coherencia con la fe, alimentada con la Eucaristía y la oración. Como fruto de estas fuertes raíces, en la vida personal y en las distintas comunidades he visto nacer y desarrollarse iniciativas de servicio a los demás, personal o asociadamente, al mismo tiempo que florece la caridad en nuestras parroquias y capillas, así como en las distintas instituciones que desarrollan sus actividades en la Diócesis.

En un primer momento, la decisión pontificia, seguramente, provocará un sentimiento de pérdida… Pero sé que rápidamente se abrirá paso en el ánimo la conciencia de estar estrenando una nueva responsabilidad, que reclama poner a su servicio las mejores fuerzas: optimismo, esperanza, alegría y empeño.

La nueva estructura eclesiástica (Diócesis de Maldonado-Punta del Este-Minas), teniendo como único Pastor a monseñor Milton Tróccoli, exige cultivar una disposición abierta, positiva, con el deseo de corresponder cada día mejor a la vocación a la santidad, a la que estamos todos llamados. Es así como seguiremos construyendo la Iglesia.

Por mi parte, sólo puedo elevar a Dios, nuestro Padre, una profunda acción de gracias por estos años en los que he estado con ustedes. Junto a momentos dolorosos como fueron la pérdida de tres sacerdotes (Pablo Delgado, Narciso Renom y Fredy Pérez), he tenido la gran alegría de ordenar a cuatro, tres de los cuales ya están trabajando aquí con entusiasmo: Fernando, Alejandro y Nicolás, mientras Ignacio prosigue sus estudios en España. Es también un motivo para dar gracias a Dios, que Henry se esté preparando para formar parte de nuestro presbiterio, dentro de no mucho tiempo. 

Quiero agradecerles el cariño con que fui recibido en la Diócesis y el que me han brindado. Como los buenos hijos de Noé, han sabido cubrir con el manto de la caridad mis fallos y limitaciones (cfr. Gen 9, 23). A su vez, tengo que decir que he aprendido mucho, muchísimo, de todos. Es imposible enumerar tantos ejemplos permanentes de servicio desinteresado, de confianza en Dios, de buen humor ante las dificultades, de serenidad en las dificultades… ¡Gracias a todos de corazón!

Al mismo tiempo, les pido perdón por las veces en las que no les di el ejemplo que esperaban y por las que no supe atenderlos mejor… Les ruego que sigan tapando con ese manto de misericordia lo que en mí haya podido defraudarlos.

Como es natural, querrán saber “cómo me siento”, ahora que termino mi misión episcopal en Minas. Les diré que mi estado de ánimo está reflejado en lo que nos pidió Jesús: “Cuando hayan hecho todo lo que se les ha mandado, digan: ‘Somos unos siervos inútiles; no hemos hecho más que lo que teníamos que hacer’” (Lc 17, 10). Y me veo retratado en esta vieja canción: Siempre hay por qué vivir, por qué luchar/siempre hay por quién sufrir y a quién amar/. Al final las obras quedan/ las gentes se van/. Otros que vienen las continuarán/ la vida sigue igual.
Una petición especial para terminar: que estén muy unidos al nuevo Obispo diocesano. Monseñor Milton Tróccoli es joven (mañana cumple 56 años), es piadoso, de muy buen carácter y muy entregado; se hace querer enseguida. Ha sido rector del Seminario Interdiocesano “Cristo Rey” y me consta que tiene el deseo de fomentar la pastoral vocacional, tan necesaria en la Diócesis. Si ya era grande lo que él tenía entre manos, ahora su responsabilidad y su trabajo serán aún mayores. Me consta que quiere conocerlos y servirlos a todos, de manera de ir formando esta nueva realidad eclesial que es la Diócesis de Maldonado-Punta del Este-Minas. Sé que tendrán con él la misma solicitud y cercanía, el mismo cariño que han tenido conmigo, que tanto le facilitará la misión.
Les confieso que, de modo particular, voy a extrañar una costumbre que incorporé a mi vida durante estos años: el primer saludo, al levantarme, ha sido siempre para la Virgen del Verdún, que se divisa perfectamente desde el dormitorio que ocupé. A Ella le he consagrado cada nuevo día, rezando la oración que aprendí de niño: “Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea…”. Tengo la certeza de que nuestra Virgen del Verdún cuida de una manera muy especial a todos sus hijos, que viven en este territorio. A Ella le pido que los bendiga y los proteja siempre con la dedicación que sólo la Madre del Cielo sabe tener. Y les ruego que no dejen de encomendarme a mí, para que sea fiel hasta el final. ¡Muchas gracias!

Una bendición grande, con todo cariño,

+ Jaime