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jueves, 30 de mayo de 2019

SALIR DEL ARMARIO

Hoy me llegó el post que ahora reproduzco. Lo hago porque estoy muy de acuerdo con el autor anónimo: por experiencia propia.


ESTE AÑO SALÍ DEL CLOSET 

    Como lo oyen, este año me decidí a salir del closet. Después de ver a tantas personas que presumen sus “diversidades” y les aplauden y les dicen “qué valientes”, etc. Me hice la pregunta ¿y por qué yo no? Así que tomé la decisión, este año el padre Álvaro saldría del closet.

        Me decidí y saqué mi sotana del closet; a partir de enero empecé a usarla diariamente desde la mañana hasta antes de dormir. Así nomás, a la brava, sin anuncios solemnes, sin darle muchas vueltas, sin dar explicaciones previas. Sin buscar alabanzas por ello y sin temerle a las burlas e insultos o miradas de extrañeza.

        ¿Cuál fue mi sorpresa? Muchas.

Primera: Nunca pensé que usar sotana diaria me pudiera hacer tan feliz como sacerdote. Me ha facilitado en la calle hacer tanto bien como no me hubiera podido imaginar. He bendecido, aconsejado, ayudado, he confesado tantas personas con las cuales la confianza se dio por verme con sotana.

Segunda: Para mi sorpresa, aun andando en lugares muy diversos como el centro comercial, el cine, restaurantes, pachangas, piñatas, tianguis, la zona de tolerancia del centro de la ciudad, la feria del libro, etc., y habiéndome topado con todas las tribus urbanas habidas y por haber, en 5 meses no he recibido ningún insulto o falta de respeto por parte de nadie; aún gente abiertamente anticatólica. Lo triste de esto, la única burla seria que he recibido por usarla fue por parte de un sacerdote.

Tercera: Tristemente es tan poco habitual ya que el sacerdote diocesano use sotana negra, que he sido confundido generalmente con religioso. En estos meses he sido confundido con: Franciscano, Agustino, Monje, Misionero, Seminarista, Caballero Jedi (no es broma), karateka, Dark, Maniquí (tampoco es broma). Y muchas veces también me han confundido con sacerdote, lo cual es bueno. Me hace pensar a qué grado nos hemos secularizado que ya no se asocia al sacerdote diocesano con la sotana en la vida diaria.


Cuarta: Para ser una sociedad “antirreligiosa” es notable el número de personas que me pide la bendición, más cuando, generalmente, una persona que me la pida de forma espontánea hace que los que están cerca me la pidan también.

En conclusión, estoy muy feliz de haber tomado esta decisión. Cuando lo hice pensé hacerlo por un año; pero ahora puedo afirmar que es algo que quiero hacer de manera estable. Me ayuda, me hace feliz, ayuda a las personas a hallar más fácilmente a un sacerdote y la gracia. Le recuerda aún a los alejados, que Dios sigue rondando por el mundo; me recuerda constantemente que donde ande represento a Jesús y su Esposa la Iglesia.

 Me recuerda que la maldad se sabe disfrazar de “ángel de luz”, es decir: ni los raros de la feria del libro y de la misión dragón les he visto el odio y desprecio en los ojos que le veo a los testigos de jehová y a los cristianos cuando ven un sacerdote. Al contrario, muchos se han acercado a tener diálogos interesantes. Hasta los malvivientes del centro se han acercado con respeto a pedirme la bendición. Es curioso ver de dónde brota más el odio. El que tenga oídos que entienda.

Además, me recuerda que quiero un día llegar a ser Santo: ¿Imagino a san Juan Bosco, a San Ignacio de Loyola, a Francisco Javier, San Felipe Neri, Santo Tomás de Aquino, ¿a San Francisco de Asís sin su sotana o hábito? No; ¿Quiero ser santo? Si, por lo tanto, es bueno usar la sotana.

Usarla me confirmó una verdad olvidada: la sotana es un sacramental, es decir suscita la gracia y dispone a las personas a recibirla. El clergyman (camisa clerical) no lo es.

Por último, no me voy a dar aires de grandeza por usar sotana diaria. No me hace en automático ni más grande ni más santo que los demás sacerdotes. Pero me ayuda enormemente. Invito a los demás padres a que sean valientes, saquen su sotana del closet, úsenla más seguido y verán el bien que se hacen a sí mismos y a las almas. No van a lamentarlo. †

Fuente. @PadreMatrix

sábado, 25 de mayo de 2019

FRANCISCO, MÁS CLARO QUE EL AGUA


Esta mañana, 25 de mayo, el Papa Francisco recibió en audiencia a los participantes en un congreso sobre el tema “¡Sí a la vida! El cuidado del precioso don de la vida en las situaciones de fragilidad. En dos momentos se apartó del discurso preparado y habló con mucha claridad sobre el aborto. Dijo:
A veces escuchamos: “Ustedes, los católicos, no aceptan el aborto porque es un problema de la fe que tienen”. No, es un problema pre-religioso. La fe no tiene nada que ver. Viene después, pero no tiene nada que ver: es un problema humano. Es un problema pre-religioso. No carguemos sobre la fe algo que no le compete desde el vamos. Es un problema humano. Solamente dos frases nos ayudarán a entender bien esto, dos preguntas. La primera pregunta es: ¿es lícito eliminar una vida humana para resolver un problema? Segunda pregunta: ¿es lícito contratar a un sicario para resolver un problema? Ustedes respondan. Este es el punto. Por eso, no se puede cargar a lo religioso algo que se refiere a lo humano. No es lícito. Jamás, jamás eliminar una vida humana ni contratar un sicario para resolver un problema.
La segunda improvisación:  
 “Me viene al recuerdo una historia que conocí en mi otra diócesis (Buenos Aires). Había una adolescente de 15 años, Down, que quedó embarazada y sus padres habían ido al juez para pedirle permiso para que abortara. El juez, un hombre recto, de verdad, estudió el caso y dijo: “Quiero interrogar a la criatura. “Pero es Down, no entiende”… “No, no, que venga”. Y la chica de 15 años fue, se sentó allí y empezó a hablar con el juez. Él le dijo: “¿Tú sabes lo que te pasa? Sí, estoy enferma. ¿Y cómo es tu enfermedad? Me han dicho que tengo dentro un bicho que me come el estómago y por eso tienen que operarme. - No, tú no tienes un bicho que te come el estómago. ¿Sabes lo que tienes? ¡Un niño! Y la niña Down exclamó: ¡Oh, que hermoso! Con esto, el juez no autorizó el aborto, la mamá no lo quería.
Pasaron los años. Nació una niña. Estudió, creció, fue abogada. Aquella niña, desde que conoció su historia, porque se la contaron, el día de su cumpleaños siempre llamaba al juez para agradecerle el regalo de su nacimiento. El juez murió y ella fue promotora de justicia. ¡Qué hermosura! El aborto nunca es la respuesta que las mujeres y las familias buscan.