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martes, 16 de abril de 2019

CUANDO HABLA EL ABUELO


         El abuelo cumple hoy 92 años. Ayer fue a saludarlo Francisco, su sucesor. ¿Habrán recordado lo que dijo acerca de él, delante de una multitud en la Plaza de San Pedro, hace cuatro años largos, el 28 de septiembre de 2014?: “¡me gusta que viva aquí, en el Vaticano; es como tener al abuelo sabio en casa!”. La plaza asintió con un fuerte aplauso. Benedicto XVI se puso de pie y sonrió, agradeciendo al Papa Francisco y a la gente. No dijo nada, como lo venía haciendo desde su renuncia, en febrero de 2013.

          Hoy y ahora, en cambio, viendo que la nave de la Iglesia anda bastante a la deriva, ha roto su silencio y se ha decidido a hablar. El día 11 de abril pasado publicó un escrito que, como bien decía Francisco, respira sabiduría.

         El Papa emérito, gran catedrático universitario, está habituado a ir a la raíz de las cosas. El adjetivo “brillante” no le cuadra, desde el momento en que “brillante”, si se piensa un poco, es un calificativo de superficie. Lo suyo es el estudio a fondo de los problemas, el análisis que sólo está comprometido con la verdad. Por eso, lo que escribe es el fruto maduro de una honda reflexión: son palabras sabias.

         En este tiempo nuestro en el que todo es “ya” y a golpe de clicks, leer dieciséis páginas es casi heroico. Ayer, una monja benedictina, hablando del escrito de Benedicto me decía ejemplarmente: - Yo me hice un esquema, para leerlo meditándolo. ¡Es tan profundo lo que dice!

         Algunos teólogos y otros que piensan que lo son, afirman que lo que dice el Papa emérito sobre la causa de los abusos sexuales en la Iglesia, está en contra de lo que piensa Francisco. Quizás ayer, en el encuentro de los dos haya salido esta supuesta contraposición. No me extrañaría que hayan sonreído… Y estoy seguro de que ambos habrán rezado por la Iglesia, como Francisco lo pide a todos y Benedicto urge ahora la misma petición.



         Hay que leer su escrito, insisto, con calma y sin prejuicios, para caer en la cuenta de que en su análisis hila muy fino el Papa emérito: la causa de los abusos está en el clericalismo, pero, a su vez, la causa del clericalismo la encuentra en el clima moral desmadrado de los sesenta, que afectó hondamente a la sociedad y a la Iglesia, a la teología moral, a la formación de los futuros sacerdotes y a la elección de los obispos, imbuidos entonces del llamado espíritu conciliar… que estaba lejos, en aspectos esenciales, con lo que realmente enseñaba el Concilio.

         Hay más, en el escrito de Benedicto XVI, que completa y perfecciona las propuestas de Francisco para eliminar los abusos sexuales en el clero. Recuerda, por ejemplo, sin pelos en la lengua, que en aquellos años, en diversos seminarios se formaron clubs homosexuales que actuaban más o menos abiertamente y que transformaron el clima de los seminarios.

El Papa emérito trae a la luz otro problema, que debe ser encarado y resuelto: se trata del bien precioso de la fe y de su protección, en particular de quienes sufren un abuso. Es una situación preocupante, escribe, que los pastores de la Iglesia deben reflexionar y considerar seriamente.

Los abuelos repiten y repiten las mismas cosas… Uno puede aburrirse de ellos, ignorarlos… o, si son sabios, escucharlos en silencio y aprender de ellos. El Viernes Santo de 2005, siendo todavía cardenal Joseph Ratzinger, el Papa emérito comentó el Via Crucis que se celebraba en el Coliseo. En la octava Estación, cuando Jesús cae por tercera vez, dijo: Señor, frecuentemente tu Iglesia nos parece una barca a punto de hundirse, que hace aguas por todas partes. Y también en tu campo vemos más cizaña que trigo. Nos abruman su atuendo y su rostro tan sucios. Pero los empañamos nosotros mismos. Nosotros quienes te traicionamos, no obstante los gestos ampulosos y las palabras altisonantes. Ten piedad de tu Iglesia: también en ella Adán, el hombre, cae una y otra vez. Al caer, quedamos en tierra y Satanás se alegra, porque espera que ya nunca podremos levantarnos; espera que tú, siendo arrastrado en la caída de tu Iglesia, quedes abatido para siempre. Pero tú te levantarás. Tú te has reincorporado, has resucitado y puedes levantarnos. Salva y santifica a tu Iglesia. Sálvanos y santifícanos a todos.






   

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