Ayer, fue una
mujer la que "obligó" al Papa Francisco a abrir una ventana de la Iglesia. Así tenía que ser, es lo
natural.
Una madre,
una mujer de su casa, hace todos los días una serie de tareas que forman parte
de su mismo ser: las realiza porque sí, diría, porque no puede no hacerlas. Y
son esas tareas, precisamente, las que hacen de una casa un hogar y crean
familia. Ella es la que ve, por ejemplo, que un vidrio está sucio, que en un
rincón falta una planta, que… ¿para qué seguir? Esa es la experiencia universal
(gracias a Dios). Las mujeres van
haciendo, sin aspavientos ni declaraciones solemnes, muchas veces sólo con
su presencia amable y elegante… Es el genio
femenino, tan glorificado por san Juan Pablo II.
En la “cumbre” del Vaticano sobre la protección
de los menores en la Iglesia, fue una mujer la que, sin proponérselo, provocó que el Papa Francisco abriera
una ventana por la que puede entrar un sol extraordinario. (Por favor, recen
mucho para que los eclesiásticos no la cerremos).
Su nombre
es Linda Ghisoni, tiene 54 años, es
casada y madre de dos hijos. Doctora en Derecho Canónico y profesora, ocupa un
cargo de responsabilidad en uno de los organismos de la Santa Sede.
Ella, como
otros expositores (cardenales, obispos…) expuso también, con excelente nivel
profesional, sobre el tema de la protección de los menores en la Iglesia. El
caso es que al terminar, el Papa, que había escuchado a los oradores precedentes
sin intervenir, se sintió motivado a hacerlo. Dijo lo siguiente (traducción y
destacados míos):
Escuchando
a la doctora Ghisoni he sentido a la Iglesia hablar de sí misma. Es decir, todos nosotros hemos hablado sobre la Iglesia,
en todas las intervenciones. Pero esta vez era la Iglesia misma la que hablaba. No es solamente una cuestión de estilo, es el genio femenino reflejado en la
Iglesia, que es mujer.
Invitar
a hablar a una mujer no es entrar en la modalidad de un feminismo eclesiástico,
porque al final un feminismo así termina siendo un machismo con faldas… No.
Invitar a hablar a una mujer sobre las heridas de la Iglesia es invitar a la
Iglesia a hablar de sí misma, sobre las heridas que ella tiene. Y pienso que este es el paso que tenemos
que dar con mucha fuerza: la mujer es imagen de la Iglesia, que es mujer, es
esposa, es madre.
Un
estilo. Sin este estilo hablaremos del “pueblo
de Dios”, pero como una organización, como una fuerza sindical, pero no como
familia que nace de la madre Iglesia.
La
lógica del pensamiento de la doctora Ghisoni ha sido justamente el de una
madre, y ha terminado relatando lo que sucede cuando una mujer da a luz un
hijo. Es el misterio femenino de la
Iglesia, que es esposa y madre. No se trata de darle a la mujer más funciones
en la Iglesia –sí, esto está bien, pero así no se resuelve el problema-: se
trata de integrar en nuestro pensamiento a la mujer como figura de la Iglesia. Y pensar también la Iglesia con
las categorías de una mujer. Gracias por su testimonio.
Reitero lo dicho: motivado por una mujer, con
sus palabras improvisadas Francisco abrió en la Iglesia una ventana, para que
entre el sol y el aire limpio, la alegría propia de la mujer, su
divino misterio de ser madre, su "genio". Así, no habrá lugar para la más mínima expresión de
“clericalismo”. En cambio, aprendiendo de la Madre y de sus hijas, la Iglesia podrá
superar la oscuridad de estos tiempos.
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