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domingo, 2 de septiembre de 2018

CRISIS EN LA IGLESIA (y 3).


¿Cómo es posible que se den en la Iglesia hombres que han caído tan bajo, que viven celebrando la eucaristía, lo más santo que pueda existir, y al mismo tiempo traicionan al mismo Cristo a quien dicen que sirven? ¿Qué decía santa Catalina de Siena?



Vamos por partes. ¡Qué misterio es el corazón de los hombres! ¿Cómo se explica que uno de los 12, a los que Jesús eligió personalmente, haya terminado siendo un ladrón, capaz de traicionar de la manera más miserable, vendiéndolo, al hombre más bueno que haya existido, al que él vio haciendo milagros, que pasó su vida haciendo el bien?...

Es así: somos capaces de las mayores barbaridades que uno pueda imaginar y llegar a traicionar al mismo Dios. Al mismo tiempo, somos capaces, imitándolo, de dar la vida por Él, por puro amor.  

Digo esto porque tanto en el siglo XIV como en el nuestro, así somos los hombres y mujeres. A la pregunta que nos hacíamos, Catalina de Siena respondía: “los pastores no cumplen con su deber de corregir porque, en vez de llenarse del amor a Dios, viven del amor de sí mismos. Como no alimentan al perro de la conciencia con la oración, éste, cuando ve venir al lobo no tiene fuerzas y no ladra y el lobo causa estragos”…

Los malos pastores no cumplen con su obligación porque, de tanto buscar honores y una vida cómoda, han dejado de  lado la cercanía con Dios que solamente se consigue con la Eucaristía y la oración… Han perdido la sensibilidad del alma y ni siquiera se dan cuenta de que deberían intervenir y corregir: son “perros mudos que no ladran cuando ven venir al lobo y el lobo dispersa el rebaño de la Iglesia”.

La historia cuenta que aquellos que habían elegido al papa Urbano VI, al ver que “buscaba la gloria de Dios y quería salvar las almas y reformar la Iglesia”, no estaban dispuestos a convertirse: apenas habían transcurrido 12 días de la elección cuando declararon que esta había sido inválida… Eligieron entonces un antipapa y comenzó en la Iglesia el Cisma de Occidente, que duraría cuarenta años… 

Catalina de Siena siguió rezando y trabajando mucho por Urbano VI, el auténtico Papa, hasta que, agotada, murió a los 33 años.

El nuestro es un tiempo complicado, que está pidiendo a gritos mujeres y hombres de oración, que busquen a Jesucristo y extiendan su amor por todas partes: con la palabra, con el ejemplo, buscando solamente lo que a Él le agrade. Es tiempo de especial oración por el Papa, por los obispos y por los sacerdotes: para que persigamos seriamente nada más que la gloria de Dios y sepamos cumplir fielmente con nuestros deberes.  

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