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domingo, 2 de septiembre de 2018

CRISIS EN LA IGLESIA (2)


La respuesta de Catalina a esa pregunta es la siguiente: “la culpa es de los malos pastores (los obispos), que no cumplen con su deber y no corrigen como deberían hacerlo. Si cumplieran con su deber, no ocurriría esto”.

Dejo para más adelante responder con Catalina aun a otra cuestión: ¿por qué no cumplen con su obligación?

                                                                                         Urbano VI

Una vez que consiguió que el Papa volviera a Roma, Catalina tuvo que trabajar mucho más. El caso es que,  al poco tiempo de entrar en Roma, fallece el papa Gregorio XI y es elegido un hombre lleno de buenas intenciones, Urbano VI, que empieza su pontificado con el mejor deseo de reformar lo que andaba mal en la Iglesia. El problema fue el carácter del nuevo Papa…

Urbano VI reunió a los cardenales, los reprendió con dureza por la vida que no pocos llevaban… Catalina de Siena está por encima de cuestiones de carácter. Para ella, el Papa es siempre “il dolce Cristo in terra”.  Lo llama así porque ve en él al vicario de Cristo, al que tiene en sus manos las llaves del cielo y de la bodega en la que está encerrada la sangre del Señor… Por esto es necesario venerarlo y quererlo; es Cristo quien lo ha elegido para ese cargo. (Esto no le impide ser muy clara con el nuevo Papa: en una ocasión le envía una carta, acompañada de una docena de naranjas amargas, envueltas en caramelo. Le explica que, así como esas naranjas sólo se pueden comer endulzándolas, así Urbano VI debe corregir su carácter, decir las cosas de un modo más agradable…).

A su vez, Catalina de Siena se refiere a los sacerdotes llamándolos los “Cristos”: por el sacramento del orden sagrado, en efecto, el sacerdote es el único que puede actuar personificando a Cristo y celebrar la santa misa… Por eso, ella pide que los fieles no juzguen a los sacerdotes, que si hacen cosas que están mal recen más por ellos y dejen el juicio a Dios...

La idea central de Catalina de Siena acerca de la reforma de la Iglesia es esta: la Iglesia se reformará “con buenos y santos pastores”, es decir, obispos y sacerdotes -obispos en primer lugar-, fieles a Cristo crucificado, buscadores de la gloria de Dios y nada más, sin miedo para corregir lo que esté mal…



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