Ayer y esta mañana
recibí unos cuantos mensajes desde Argentina. Y me llamó la atención que, si
por un lado había en ellos alegría porque el senado dijo NO a la legalización
del aborto, por otro lado también estaba presente una actitud de seguir ALERTA,
porque los que quieren legalizarlo van a pretender meterlo por la vía de
reformas en el Código Penal. En efecto, la prensa de hoy informa de esto.
A su vez, en el
parlamento uruguayo se empieza a discutir el proyecto de ley integral de las
personas trans. Dice la prensa que ayer se entregaron en el parlamento varios
miles de firmas, de personas que declaran estar en contra de este proyecto.
Yo quería
recordarles que en mayo de este año, la Conferencia Episcopal Uruguaya hizo un
comunicado muy claro sobre este tema. En él se subraya que el punto de partida de la Ley Integral es
que el sexo es algo convencionalmente asignado al momento del nacimiento: “Mujer/niña trans, se afirma, (es) aquella
persona que habiendo sido convencionalmente asignada al sexo masculino al
momento de su nacimiento, posee una identidad de género autopercibida femenina.
Hombre/varón/niño trans (es) aquella persona que habiendo sido
convencionalmente asignada al sexo femenino al momento de su nacimiento, posee
una identidad de género autopercibida masculina”.
En consecuencia, dice también el proyecto que “la identidad trans ampara
múltiples formas de expresión de la identidad de género, en particular, se
incluye a las personas identificadas como travestis, transgéneros y
transexuales, variantes de género queer o personas de género diferenciado, así
como a quienes definen su género como “otro”, o sin género, o describan su
identidad en sus propias palabras”.
¿Adónde se quiere llegar con todo esto? En nombre de la libertad
de elección, se pretende cambiar la estructura de la sociedad, nada menos. Es
lo que se llama un proceso DECONSTRUCTIVO,
sobre el que ya alertábamos los obispos en 2014, con ocasión de unos textos de
educación sexual difundidos por el gobierno.
El desarrollo “deconstructivo” de este proyecto de ley llega a
proponer que los menores de 18 años
puedan solicitar cambiar su registro de nombre y sexo, y que puedan acceder a
tratamientos médicos que alteren su normal desarrollo. También, en caso de que
los padres no apoyen esta decisión, que la ley autorice a representantes
legales para lograr estos objetivos.
Así estamos. Me acuerdo de algo que decía Wimpi: El tipo
siempre se cree con la suficiente habilidad como para modificar el Universo. No
admite que pueda tener las cosas adelante, yéndoseles; ni atrás, siguiéndolo.
Cree que las tiene alrededor. Y que el que está en el medio es él. Esto es lo que está sucediendo a escala mundial y en nuestro país. Y nadie se puede dormir.