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viernes, 27 de julio de 2018

UN BRINDIS POR LA NORMALIDAD


        Lo normal, lo de siempre, entusiasma. Lo describo un poco nomás, para que no se pierda entre tanta cosa de moda...

La vida normal, la de siempre, ha sido y es ¡tan sencilla!... Un hombre ama a una mujer y ella le corresponde. Felices con la inmensa alegría de compartir sus vidas por entero (hasta que los separe la Parca) deciden casarse. Van a la iglesia y fijan la fecha para celebrar su matrimonio delante de Dios y de los hombres (¿“y de las mujeres”?... Cursi, muy cursi).

          Llega el día y concretan la mutua entrega: Yo te recibo a ti por esposa (esposo) y prometo serte fiel, en la salud y en la enfermedad, en la prosperidad y en la adversidad, amándote y respetándote durante toda mi vida. (Cada sustantivo y cada verbo da para meditar horas).



         Chochos los dos, después de la fiesta (o sin), se van de luna de miel, qué más da adónde: lo importante es que ¡al fin, solos! Entonces, no antes de casarse -"los regalos de Navidad se abren Navidad"- empiezan a conocerse en el sentido bíblico de la expresión y, gozosamente, forman una sola carne.

Más tarde o más temprano,  ella le comunica, llorosa de emoción: “¡vamos a tener un hijo!” Asombro, alegría, abrazos, ¡Dios mío, gracias!).

Empieza a correr el tiempo del ensueño imaginario de los dos, por esa criatura que crece en el vientre de la que será madre: ¿varón, mujer?... Será una divina y genuina sorpresa; no depende de ellos.

      Cuando la criatura nazca y él la tome en sus brazos, estrenará un sentimiento de inaudita grandeza y responsabilidad: ¡porque es padre! Ella, mientras le da de mamar cada tres horas, cae siempre más en la cuenta de que su maternidad es, literalmente, un milagro.

         La vida sigue, tan humana y tan divina al mismo tiempo; tan divinamente humana, mejor dicho. Es in-comparable. Y así, por los siglos de los siglos. Amén.
        


domingo, 1 de julio de 2018

TABÁREZ: SER O NO SER


Soy uruguayo y, como todos los uruguayos, estoy pendiente del partido de esta tarde contra Portugal. Al mismo tiempo, deseo que gane Argentina su encuentro contra Francia. Es lógico, ¿verdad?

En este clima, me disculpan si me detengo esta vez hablando de fútbol; bueno, no propiamente de fútbol, sino de un hecho llamativo. Uno de los diarios más influyentes del mundo  es The Wall Street Journal. Y resulta que ayer dedicó una nota, no tanto a la selección uruguaya sino a su entrenador, el Maestro Tabárez. ¿Por qué? Porque tiene 71 años y ha conseguido metas muy importantes.



Todos nos acordamos de cómo jugaba Uruguay hace unos cuantos años. El diario norteamericano dice que teníamos fama de “matones de un patio de recreo”. Y ahora, resulta que nuestra selección es la que menos tarjetas amarillas tiene: solamente una, contra 10 de Corea, Serbia 9, Croacia 8, Portugal 6, Argentina 6… ¿Cómo se consiguió? Lo consiguió el Maestro educando a los jugadores, explicando, insistiendo…

Dice el diario nortemericano: Otros técnicos en la Copa del Mundo simplemente entrenan al equipo mayor. Pero Tabárez se convirtió en el decano de todo el programa nacional, desde los menores de 15 años hasta el equipo de la Copa del Mundo. Los ha desarrollado como jugadores y como personas".

Y agrega: Tabárez también se mantiene firme con los buenos modales. Muchas estrellas uruguayas han tenido problemas con su regla de “zapatos sin barro”. Y hay reglas estrictas sobre no dejar platos sobre la mesa o poner los pies en las sillas. El uso de teléfonos celulares está prohibido en el desayuno, el almuerzo y durante las charlas o reuniones del equipo".

Cuento todo esto porque a los papás y mamás el argumento “lo enseñó Tabárez, lo dijo Tabárez”, Godín, o Cavani… puede ser realmente muy eficaz para educar a sus hijos. Y explicarles que más allá de que sigamos ganando en el Mundial, ya ganamos el campeonato de buenas personas, que es mucho más importante.