Miércoles Santo. Es el día de la traición. ¿Qué es traicionar? Es
fallarle a alguien. A Jesús le falló, le traicionó uno de los doce hombres que Él
había elegido. Dice el Evangelio de hoy que “Judas fue a ver a los sumos sacerdotes y
les dijo: ¿cuánto me darán si se lo entrego? Y decidieron darle 30 monedas de
plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo”.
Llegan entonces a la última cena. Me pregunto: ¿cuántas cenas,
cuántos almuerzos, compartió Judas con Jesús? Mucho más que eso: durante tres
años, compartió su vida con Él: vio sus milagros, escuchó sus enseñanzas en
primera fila, las que Jesús dirigía a todos y en particular a ellos, a los apóstoles;
conoció el Corazón inagotablemente bueno del Señor, que le dio toda su
confianza.
¿Cómo puede llegar a lo que llegó? La explicación la da san Juan en su Evangelio,
cuando explica que Judas era el que administraba el dinero de esa comunidad de
Jesús y los doce, y era ladrón y robaba. La infidelidad empieza por pequeñeces,
por cosas a las que uno les da al principio poca importancia, y el proceso de infidelidad
sigue creciendo. Y cuando uno quiere acordar…
En la última cena Jesús siente un tremendo agobio en su alma. Y les dice: “Les aseguro que uno de ustedes me
entregará”. La reacción de los apóstoles es una enseñanza de muchísimo
valor: “Profundamente apenados, ellos
empezaron a preguntarle uno por uno: ¿Seré yo, Señor?
Es muy grande el valor de esta pregunta: quiere decir que no se fían de sí
mismos. Saben que Jesús sabe, acerca de ellos, más que lo que ellos mismos
pueden saber… San Agustin decía: “Dios es
Aquel que me es más íntimo que yo mismo”.
Judas, cuando le llegó el turno, en el colmo de la fallutería también le
preguntó a Jesús: ¿Seré yo, Maestro? Tú
lo has dicho, le respondió Jesús.
Les animo a leer despacio este pasaje del Evangelio de San Mateo, capítulo 26, siguiendo los pasos que
señalábamos el otro día: leer, meditar, rezar, actuar.
Frente a la traición de Judas y en el marco de corrupción generalizada en
que vivimos, es bueno cultivar una sana desconfianza en uno mismo, como lo
hicieron los apóstoles: todos somos capaces de traición, en todos los campos, y
tenemos que estar en guardia. Por el contrario, frente a la traición, ¡cómo
valoramos la virtud de la lealtad! En el diccionario de la Real Academia hay
dos definiciones de lealtad. La segunda dice así y es desanimante: Amor y fidelidad que muestran a su dueño
algunos animales, como el perro y el caballo. La primera –menos mal- afirma
que la lealtad es el cumplimiento de lo que exigen las leyes del honor y hombría
de bien.
¿Será necesario explicar hoy los tres
conceptos: fidelidad, honor y hombría de bien?…
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