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miércoles, 28 de marzo de 2018

EL DÍA DE LA TRAICIÓN


Miércoles Santo. Es el día de la traición. ¿Qué es traicionar? Es fallarle a alguien. A Jesús le falló, le traicionó uno de los doce hombres que Él había elegido. Dice el Evangelio de hoy que “Judas fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: ¿cuánto me darán si se lo entrego? Y decidieron darle 30 monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo”.

Llegan entonces a la última cena. Me pregunto: ¿cuántas cenas, cuántos almuerzos, compartió Judas con Jesús? Mucho más que eso: durante tres años, compartió su vida con Él: vio sus milagros, escuchó sus enseñanzas en primera fila, las que Jesús dirigía a todos y en particular a ellos, a los apóstoles; conoció el Corazón inagotablemente bueno del Señor, que le dio toda su confianza.

¿Cómo puede llegar a lo que llegó? La explicación la da san Juan en su Evangelio, cuando explica que Judas era el que administraba el dinero de esa comunidad de Jesús y los doce, y era ladrón y robaba. La infidelidad empieza por pequeñeces, por cosas a las que uno les da al principio poca importancia, y el proceso de infidelidad sigue creciendo. Y cuando uno quiere acordar…

En la última cena Jesús siente un tremendo agobio en su alma. Y les dice: “Les aseguro que uno de ustedes me entregará”. La reacción de los apóstoles es una enseñanza de muchísimo valor: “Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: ¿Seré yo, Señor?

Es muy grande el valor de esta pregunta: quiere decir que no se fían de sí mismos. Saben que Jesús sabe, acerca de ellos, más que lo que ellos mismos pueden saber… San Agustin decía: “Dios es Aquel que me es más íntimo que yo mismo”.

Judas, cuando le llegó el turno, en el colmo de la fallutería también le preguntó a Jesús: ¿Seré yo, Maestro? Tú lo has dicho, le respondió Jesús.

Les animo a leer despacio este pasaje del Evangelio de San Mateo, capítulo 26, siguiendo los pasos que señalábamos el otro día: leer, meditar, rezar, actuar.

Frente a la traición de Judas y en el marco de corrupción generalizada en que vivimos, es bueno cultivar una sana desconfianza en uno mismo, como lo hicieron los apóstoles: todos somos capaces de traición, en todos los campos, y tenemos que estar en guardia. Por el contrario, frente a la traición, ¡cómo valoramos la virtud de la lealtad! En el diccionario de la Real Academia hay dos definiciones de lealtad. La segunda dice así y es desanimante: Amor y fidelidad que muestran a su dueño algunos animales, como el perro y el caballo. La primera –menos mal- afirma que la lealtad es el cumplimiento de lo que exigen las leyes del honor y hombría de bien.

¿Será necesario explicar hoy los tres conceptos: fidelidad, honor y hombría de bien?…







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