Volvamos a lo que veníamos tratando, que es cómo aprovechar lo mejor
posible la gracia de Dios en este tiempo de Cuaresma.
Después de “invocar al Señor”, san Josemaría escribió que es necesario “saber
oír”, saber oír la respuesta de Dios a mi invocación. Esto implica, obviamente,
QUERER oír. El profeta Jonás, del que hablábamos la semana pasada, es un buen ejemplo
del hombre que no quería oír la voz de Dios: salió corriendo, se tomó un barco…
Los apóstoles, Pedro, Santiago y Juan, en cambio, cuando menos lo esperaban,
oyeron nada menos que la voz de Dios Padre: “Este es mi Hijo amado, escúchenlo”.
¡Qué cosas misteriosas son las cosas de Dios! Y qué importante es vivir
familiarizados con el misterio: lo propio de Dios es el misterio; si
pretendemos entenderlo todo, estaríamos haciendo un Dios a nuestra propia
medida, y nos sentiríamos muy solos y tristes.
Hay un libro
formidable, que ayuda mucho a conocer a Jesús, humanamente y en su misterio: es
de un escritor polaco, Jan Dobraczinski, y se llama “Cartas de Nicodemo”. El
libro empieza con esta cita de Saint-Exupery:
… Señor -dije-, en la rama de aquel árbol hay un cuervo,
comprendo que tu majestad no puede rebajarse hasta mí. Pero yo necesito un
signo. Cuando termine mi oración, ordena a este cuervo que emprenda el vuelo.
Esto será como una indicación de que no estoy completamente solo en el
mundo...
Y observé al pájaro. Pero siguió inmóvil sobre
la rama. Entonces me incliné de nuevo ante la piedra. Señor -dije-, tienes
razón. Tu majestad no puede ponerse a mis órdenes. Si el cuervo hubiera
emprendido el vuelo, yo ahora me sentiría más triste aún. Porque este signo lo
hubiera recibido de alguien igual a mí, es decir, de mí mismo; sería el reflejo
de mis deseos. Y de nuevo no hubiera encontrado sino mi propia soledad. Me
prosterné y me volví. Pero en aquel preciso instante mi desesperación se
transformó en una inesperada alegría..."
¿Se entiende que debemos
aprender a vivir con el misterio de Dios? “Saber oír”, como consecuencia de
haber invocado al Señor, que junto con “mantener el alma joven” era la segunda
actitud básica para recibir la gracia de Dios en este tiempo, requiere la
disposición de dejarme ganar por la inmensidad de Dios, por su grandeza, que en
un momento puede ponerse al nivel bajito de mi comprensión, y otras, en cambio,
se me presenta como incomprensible y espera de mí una respuesta, para la cual Él
me dará su gracia.
Me explico: Etty Hillesum, (en la foto) que morirá en la cámara de gas de Auschwitiz a los 28 años, escribe en su
diario algo fantástico: “si Dios deja de ayudarme, seré yo quien tenga que
ayudar a Dios”. Esto lo repite una y otra vez en su Diario y es fundamental
para encontrar el sentido del sufrimiento.
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