Ayer dije algo sobre |el
sentido de “mantener el alma joven”, la primera de las actitudes que destacaba
san Josemaría para recibir la gracia de Dios propia del tiempo de Cuaresma. Mantener
el alma con la ilusión de recuperar el amor quizás entibiado, de recomenzar a
vivir en cristiano como si hubiéramos descubierto hoy el tesoro de la fe en
Jesucristo.
La segunda de las actitudes es
“invocar al Señor”, es decir, dirigirme a Dios para pedirle ayuda. Vamos a ver:
¿no es cierto que pedir ayuda es lo normal en los niños? Mamá, ayudame, papá,
ayudame… Los padres se quejan, cuando el hijo, chico o grande, no les piden:
¿por qué no me dijiste, por qué no me avisaste, por que no me pediste ayuda?...
¿Y en nuestra relación con Dios? De mil modos diferentes Jesús nos enseñó que
nuestro Padre Dios espera que le pidamos, y más aún, Él mismo se puso de
ejemplo –“quien me ve a mí, ve al Padre” Jn 14, 9- para que sepamos cómo
invocar al Padre.

Entre muchas de esas lecciones, podemos fijarnos en
esta que el evangelio de San Marcos recoge con todo detalle en el capítulo
diez. Sucedió en la ciudad de Jericó: "al salir de
Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de
Timeo, estaba sentado junto al camino pidiendo limosa. Bartimeo escucha un rumor de gente
que no es habitual, y pregunta: ¿qué pasa?...Y al oír que era Jesús nazareno, comenzó a gritar y a decir: ¡Jesús, Hijo
de David, ten misericordia de mí! ¡Qué oración formidable!, ¿no creen?
La reacción de la gente es dura: Y muchos le reprendían para que se callara. Pero
Bartimeo no se achica: pero él gritaba
mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Jesús lo oyó desde el
principio, pero dejó que insistiera: para enseñarnos a nosotros, que somos tan
poco perseverantes en nuestras peticiones. Entonces
Jesús se detuvo y mandó que lo llamaran. Ahora cambia la actitud de los que
antes le decían que se callara… Llamaron
al ciego, diciéndole: ¡Ánimo!, levántate, te llama. Estas palabras las
puede escuchar cada uno en esta Cuaresma: ¡Animo…! Te llama por tu nombre, no
te quedes ahí, en el más o menos, “aquí vamos, tirando; la vamos llevando”…
Bartimeo, entonces, arrojando su capa, dio un salto y se acercó a Jesús.
“Su capa”, su
frazada vieja, lo único que tenía para cubrirse es un estorbo para acercarse a
Jesús: yo también tengo que dejar algo para acercarme: mi comodidad, mi egoísmo…
Jesús le preguntó: ¿qué quieres que te
haga? Así de simple: Él puede hacerlo todo…Y el ciego le dijo: Maestro, que vea. Es otra preciosa oración, ¿no
creen? Y Jesús le dijo: Anda, tu fe te ha
salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino."
Feliz, viendo…
Invocar al Señor es llamarlo,
pedirle con fe, con perseverancia, sin importarle a uno lo que piensa la gente,
dejando de lado lo que estorbe…
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