No sé si saben el cuento (es
puro cuento) de aquel Oficial italiano que arengaba a sus soldados en la guerra
gritando: All'attacco! Y le respondía
el pelotón: Che bella voce!... Me
venía la anécdota al recuerdo pensando en esto: ¿cuántas “arengas” hemos recibido
los católicos de los últimos Papas y de todos los obispos del mundo, a lo largo del siglo XX y lo que llevamos de
este, para que nos comprometamos en la misión de la Iglesia, que es dar a
conocer a Jesucristo…? ¿Por qué tanta falta de respuestas?
Sobre el tema hay bibliotecas
enteras, no exagero. Lo último que he leído y a mi entender es muy bueno, da en
el clavo, es el libro del que les hablé ayer: de Scott Hahn, La evangelización de los católicos.
Tengo el libro en un PDF y con mucho
gusto lo enviaré al que me lo pida por e mail a esta dirección: obispojaime@gmail.com
Una de sus afirmaciones, entre
otras muchas, me parece muy acertada: “Si
hoy en día los católicos tenemos a veces una fe débil, el motivo, en parte,
radica en nuestra resistencia a compartir esa fe. Cuanto más nos guardamos la
Buena Nueva para nosotros, menos “buena” resulta la nueva. Nos entra la
tentación de dejar de verla como lo que realmente es: un mensaje verdadero y
esencial para todo ser humano y para la vida humana en su totalidad. En vez de
eso, empezamos a verla como un mensaje que solo es verdad para nosotros. Un
católico no puede permitirse el lujo de pensar así. Y menos hoy en día. Y menos
en esta cultura”.
¿Saben cómo define “cultura”
la Real Academia? Como el conjunto de modos de vida y costumbres,
conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una
época, grupo social, etcétera. Hay otras definiciones más completas, pero
esta es suficiente: basta con pensar en los modos
de vida y costumbres dominantes en
nuestra época y es posible dibujar con precisión nuestra cultura.
A todos nos preocupa, ahora
mismo, el índice de violencia que tenemos y, más en concreto, de violencia
contra la mujer. El Observatorio Nacional sobre violencia y criminalidad acaba de
dar estas cifras:
Desde el 1 de enero de 2017 hasta el 31 de
octubre de 2017 se registraron un total de 31.854 denuncias por violencia
doméstica o asociados. La gran mayoría de las denuncias fueron hechas por mujeres.
No voy a tratar este tema. Solamente quiero
destacar ese dato de nuestra actual cultura y contrastarlo con el que debe ser
centro de nuestra labor evangelizadora, Jesucristo. ¿Cómo trató Él a las
mujeres, con qué respeto, con qué delicadeza, con qué admiración? ¿Meditamos y
hacemos ver cómo Jesús se “saltó” las reglas discriminatorias de su tiempo en
relación con las mujeres? Más en general, me pregunto: ¿lo tenemos a Jesús como
punto de referencia, a la hora de enfocar la resolución de los problemas? ¿Quizás
Él aparece como muy lejano de nuestra vida ordinaria?
Si hago estas preguntas es para subrayar la
necesidad de cristianizar nuestra cultura. No es sólo el problema de la
violencia, hay muchos más. En síntesis: pienso que, como sociedad uruguaya en
su conjunto, “estamos en el horno”; por eso urge que llevemos a cabo la “nueva
evangelización” a la que nos convocó san Juan Pablo II hace treinta años.
Seguiremos.
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