Páginas

viernes, 5 de enero de 2018

TENER BUEN TINO

 Los invito a avanzar un poco más, para comprender el sentido y el alcance de la nueva evangelización a la que nos convocó san Juan Pablo II cuando estuvo en nuestro país hace treinta años.

Ayer estuve repasando un libro escrito en 1976 por un filósofo y escritor español que se llama Rafael Gómez Pérez. Se llama La minoría cristiana y su último capítulo se titula La fuerza de la minoría. Encontré estas afirmaciones: La fuerza –no la inmediata, la cosechable ahora mismo, sino la que opera en profundidad- no depende del número, sino de la convicción en las ideas. La fuerza del bien no está tanto en el número de los que lo hacen cuanto en la convicción con la que lo realizan. Una convicción firme y sostenida tiene la virtud, además, de multiplicar la minoría.



Esto me parece importante. Un cambio cultural no se realiza en un año o dos: es una tarea de “largo aliento”, que necesita el trabajo perseverante y convencido de hombres y mujeres, de familias sobre todo (ya hablaremos de esto más extensamente) a lo largo de sus vidas. Y continúa Gómez Pérez: La primera convicción de la minoría cristiana ha de ser la de desechar la canción del lamento. Lamentarse es la contrapartida del no hacer, la coartada para no poner la acción siempre posible. En la minoría cristiana, una tónica de lamento es falta de esperanza y de fe: fallar en la seguridad de que Dios no puede perder. (…) La minoría cristiana sabe que incluso una sola persona –aunque fuese la única- es importante. Desafía, como David a Goliat, las leyes de los grandes números.

Fue en tercero de liceo cuando se me despertó el gusto por la poesía; fue cuando supe que en el siglo XV, en España, había vivido un señor que se llamaba Jorge Manrique, que compuso unas Coplas a la muerte de su padre… Fue una revelación: Recuerde el alma dormida/ avive el seso y despierte/ contemplando cómo se pasa la vida/ cómo se viene la muerte tan callando/ cuán presto se va el placer/ cómo después de acordado da dolor/cómo a nuestro parecer/cualquiera tiempo pasado fue mejor.

Las Coplas son una obra de arte, que puede mover a muchos a plantearse los temas capitales de la existencia: ¿quiénes somos, adónde vamos, que sentido tiene mi vida? El problema se da cuando un cristiano se queda en el final de la primera estrofa, creyendo que cualquier tiempo pasado fue mejor que el que le toca vivir aquí y ahora.

Los invito a seguir leyendo las Coplas y tenerlas presente, no para lamentarse, sino para compartirlas después de haberlas meditado: puede ser un buen ejercicio de nueva evangelización.

Este mundo es el camino /para el otro, qu'es morada sin pesar/mas cumple tener buen tino para andar esta jornada sin errar/. Partimos cuando nacemos/ andamos mientras vivimos y llegamos/al tiempo que feneçemos/así que cuando morimos, descansamos..

Este mundo bueno fue /si bien usásemos dél como debemos /porque, según nuestra fe /es para ganar aquél que atendemos./ Aun aquel hijo de Dios para subirnos al cielo/ descendió a nacer acá entre nos/ y a vivir en este suelo do murió.




No hay comentarios: