Ayer les decía: “Estamos en el
horno". Un estudiante universitario que recibe estos audios me dijo: - ¡Tengo
mucho interés en salir del horno! Muy bien, vayamos por partes, tenemos tiempo.
En 1983 Juan Pablo II viajó a América
Central y en Haití se reunió con los representantes de los obispos de
Latinoamérica, el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericvano). En un discurso memorable,
el Papa hizo un recorrido histórico sobre el trabajo evangelizador de la
Iglesia, en los casi cinco siglos que llevaba en nuestro continente. En
concreto, se refería al quinto centenario, que se iba a celebrar en 1992. Y
dijo: “la conmemoración del medio milenio
de evangelización tendrá su significación plena si es un compromiso vuestro como obispos, junto con vuestro presbiterio y fieles;
compromiso, no de re-evangelización, pero sí de una evangelización nueva. Nueva
en su ardor, en sus métodos, en su expresión".
En 1988, en nuestro país, despidiéndose en Salto,
fue cuando Juan Pablo II explicó despacio qué quería decir con esa expresión: nueva en su ardor, nueva en sus métodos,
nueva en su expresión.
De la importancia que tiene esto habla por sí
mismo el hecho de que el Papa Benedico XVI, su sucesor, creó un organismo de la
Santa Sede que se llama Consejo Pontificio para la promoción de la Nueva
Evangelización, y el Papa Francisco continúa subrayando su urgencia.
¿Cuál es el problema de fondo, de qué se trata?
Lo describe muy bien Scott Hahn, en su libro La evangelización de los católicos. Es imprescindible una
aclaración: de lo que trata el libro es de cómo evangelizar A LOS CATÓLICOS. Hay que
poner atención. Dice lo siguiente: Esencialmente,
la nueva evangelización está más dirigida a los bautizados que a los no
bautizados. Es para aquellos que no han recibido una catequesis adecuada, pero
cuya secularización ha sido de los más adecuada (ironiza el autor), y para aquellos que han acabado siendo
descristianizados precisamente cuando estaban siendo sacramentalizados.
Lo que quiere decir es que se trata de católicos
que sólo iban a Misa los domingos, hasta que dejaron de hacerlo y ahora sólo
tienen un buen recuerdo y nada más… Creo que abundan, hoy por hoy, los que otro
escritor llamaba “católicos de cuatro ruedas”: van a la Iglesia en un cochecito
para ser bautizados, en un coche para casarse y en otro… antes de ser
enterrados. Incluso, creo que la expresión ya no sirve, por la sencilla razón
de que son muy pocos los que van a la iglesia para casarse…
Llegados hasta aquí, se impone la pregunta: ¿qué ha
pasado, por qué esta situación de abandono de la fe? Scott Hahn adelanta esta
explicación: “Muchos de los que están
sentados en la iglesia los domingos no saben por qué están allí o qué es lo que
está sucediendo allí. Han recibido los sacramentos, pero nunca han tenido un
encuentro significativo y personal con Jesucristo. O la enseñanza que
recibieron en el pasado de sacerdotes y catequistas, fue tan deficiente que no
tienen confianza en sus conocimientos y creencias”. Seguiremos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario