Quisiera solamente
recordar algo de simple y común experiencia: los dictadores y las dictaduras no
toleran al que piensa y actúa de un modo diferente al que ellos pretenden
dictar.
El recordatorio viene a cuento
por la descripción que en su día hizo el Papa Benedicto XVI, acerca de nuestro
tiempo: estamos viviendo bajo la dictadura del relativismo. No sé si se han detenido a pensar qué
significa esto. No hace mucho tiempo alguien me comentó que esa expresión es una
figura literaria que se llama oxímoron…
No, el Papa no pretendía hacer
literatura: lo que quiso decir es lo que dijo: la dictadura del relativismo no tolera al que no está de acuerdo con
el relativismo; por todos los medios tratará de descalificarlo con adjetivos
fuertes, o buscará cómo silenciarlo, o ridiculizarlo, o marginarlo… Es
importante estar prevenidos, es puro Evangelio: “Miren que yo los envío como ovejas en medio de lobos. Por eso, sean
astutos como las serpientes y sencillos como las palomas” (Mt 10, 16).
¿Por qué digo estas cosas? Porque
hace treinta años, hablándonos del ardor
apostólico, san Juan Pablo II fue clarísimo. Son suyas estas palabras –las
dijo en Salto- que es necesario meditar una y otra vez: El ardor apostólico no es fanatismo, sino
coherencia de vida cristiana. Sin juzgar las intenciones ajenas debemos llamar
bien al bien y mal al mal.
Es necesario leer y releer
estas expresiones del Papa santo que nos visitó. Volver a leer conceptos como sin juzgar las intenciones
ajenas debemos llamar bien al bien y mal al mal, nos resulta magnífico, como una
bocanada de oxígeno para el que está ahogándose en el mar.
Porque es verdad que vivimos
bajo una presión relativista muy fuerte, hermanada con eso que se llama lo “políticamente
correcto”. El filósofo español Manuel Ballester lo describe así: es
un “modo de actuar y de hablar que se
está imponiendo, pero no pacíficamente como si se tratase de una nueva moda,
por ejemplo. Por el contrario se trata
de una imposición a base de legislación y que cuenta con un poderoso aparato
censor y punitivo. Remite, por una parte, a una cierta visión buenista de
la sociedad que, por otra, se contradice con el modo inquisitorial en que se aplica”.
En Internet se encuentra un ensayo de este filósofo, titulado Lo políticamente correcto o el acoso a la libertad; es interesante para conocer el origen y las expresiones que se
dan en nuestra cultura actual de este modo de pensar y de hablar y de actuar. Y
para defenderse de su dictadura.
Cambia
el lenguaje: es “políticamente incorrecto” hablar del aborto; hay que hablar de
“interrupción voluntaria del embarazo”; no se puede hablar de la eutanasia: en
cambio, sí de la “muerte digna”. Hay mil ejemplos de incorrección y, como
caigas en ella, podrán acusarte de “sexista” o de “homófobo”, de “¡intolerante!”…
La dictadura del relativismo no perdona al que piensa diferente, aunque se
llene la boca hablando de “inclusión de la diversidad”.
Frente
a esto, Juan Pablo II nos advertía: Es de sobra sabido que desfigurando la
verdad no se solucionan los problemas. Es la apertura a la verdad de Cristo la
que trae la paz a las almas. Y nos animaba: ¡No tengáis miedo a las
dificultades ni a las incomprensiones tantas veces inevitables que produce en
el mundo el esfuerzo por ser fieles al Señor! Ya sabemos que el cristianismo
nunca fue un camino cómodo. Y también sabemos que vale la pena gastar la vida,
día a día, en un trabajo constante por ser coherentes con la fe que hemos
recibido.
Creo
que no hace falta comentar nada: la verdad no necesita glosas.
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