Páginas

sábado, 13 de enero de 2018

VIVIR EN DICTADURA

 Quisiera solamente recordar algo de simple y común experiencia: los dictadores y las dictaduras no toleran al que piensa y actúa de un modo diferente al que ellos pretenden dictar.

El recordatorio viene a cuento por la descripción que en su día hizo el Papa Benedicto XVI, acerca de nuestro tiempo: estamos viviendo bajo la dictadura del relativismo. No sé si se han detenido a pensar qué significa esto. No hace mucho tiempo alguien me comentó que esa expresión es una figura literaria que se llama oxímoron…




No, el Papa no pretendía hacer literatura: lo que quiso decir es lo que dijo: la dictadura del relativismo no tolera al que no está de acuerdo con el relativismo; por todos los medios tratará de descalificarlo con adjetivos fuertes, o buscará cómo silenciarlo, o ridiculizarlo, o marginarlo… Es importante estar prevenidos, es puro Evangelio: “Miren que yo los envío como ovejas en medio de lobos. Por eso, sean astutos como las serpientes y sencillos como las palomas” (Mt 10, 16).

¿Por qué digo estas cosas? Porque hace treinta años, hablándonos del ardor apostólico, san Juan Pablo II fue clarísimo. Son suyas estas palabras –las dijo en Salto- que es necesario meditar una y otra vez: El ardor apostólico no es fanatismo, sino coherencia de vida cristiana. Sin juzgar las intenciones ajenas debemos llamar bien al bien y mal al mal.

Es necesario leer y releer estas expresiones del Papa santo que nos visitó. Volver a leer conceptos como sin juzgar las intenciones ajenas debemos llamar bien al bien y mal al mal, nos resulta magnífico, como una bocanada de oxígeno para el que está ahogándose en el mar.

Porque es verdad que vivimos bajo una presión relativista muy fuerte, hermanada con eso que se llama lo “políticamente correcto”. El filósofo español Manuel Ballester lo describe así: es un “modo de actuar y de hablar que se está imponiendo, pero no pacíficamente como si se tratase de una nueva moda, por ejemplo. Por el contrario se trata de una imposición a base de legislación y que cuenta con un poderoso aparato censor y punitivo. Remite, por una parte, a una cierta visión buenista de la sociedad que, por otra, se contradice con el modo inquisitorial en que se aplica”. En Internet se encuentra un ensayo de este filósofo, titulado Lo políticamente correcto o el acoso a la libertad; es interesante para conocer el origen y las expresiones que se dan en nuestra cultura actual de este modo de pensar y de hablar y de actuar. Y para defenderse de su dictadura.

 Cambia el lenguaje: es “políticamente incorrecto” hablar del aborto; hay que hablar de “interrupción voluntaria del embarazo”; no se puede hablar de la eutanasia: en cambio, sí de la “muerte digna”. Hay mil ejemplos de incorrección y, como caigas en ella, podrán acusarte de “sexista” o de “homófobo”, de “¡intolerante!”… La dictadura del relativismo no perdona al que piensa diferente, aunque se llene la boca hablando de “inclusión de la diversidad”.

Frente a esto, Juan Pablo II nos advertía: Es de sobra sabido que desfigurando la verdad no se solucionan los problemas. Es la apertura a la verdad de Cristo la que trae la paz a las almas. Y nos animaba: ¡No tengáis miedo a las dificultades ni a las incomprensiones tantas veces inevitables que produce en el mundo el esfuerzo por ser fieles al Señor! Ya sabemos que el cristianismo nunca fue un camino cómodo. Y también sabemos que vale la pena gastar la vida, día a día, en un trabajo constante por ser coherentes con la fe que hemos recibido.

Creo que no hace falta comentar nada: la verdad no necesita glosas.



No hay comentarios: