Hoy quiero compartir con
ustedes una gran alegría. Una de las señoras que reciben el audio que mando todos los días, me
escribió en Navidad un extenso mensaje:
Creo
que fue al comenzar el Adviento cuando usted nos dijo que tratáramos de acercar
a alguien a Dios o a la Iglesia, no me acuerdo exacto (la verdad, yo
tampoco me acuerdo de haberlo dicho, pero estoy acostumbrado a este tipo de
fantásticos “malentendidos”, que el Señor hace a su gusto).
Lo
que sé es se que me quedó grabado ese objetivo para esta Navidad, y me lo
propuse con la empleada doméstica, que lleva un año y medio trabajando en casa.
Es una chica peruana de 32 años, con una familia de 8 hermanos, de condición
muy humilde. Es católica: recibió el bautismo, la primera Comunión y la Confirmación.
Cuando
se independizó de su familia se fue a trabajar a Lima y a los 20 años fue madre
soltera. Crió a su hija sola, en la pobreza, trabajando muchísimo; además, se
metió en una de esas sectas que abundan en todas partes.
Vino
con una hermana suya a trabajar a Uruguay, y en abril quedó embarazada de un
peruano pesquero… Me vino entonces a plantear que le diera una semana libre
porque estaba embarazada, el hombre la había llevado al Pereyra Rosell para
hacerse un aborto y le habían dicho que después del aborto necesitaba no
trabajar por tres días por los abundantes sangrados. Llorando a mares, me decía
que no quería perder su trabajo y ese era uno de los motivos por los cuales iba
a abortar.
Asombrada
por el hecho inesperado, le pregunté si sabía lo que iba a hacer. Me dijo que
no, nunca se había hecho un aborto, pero que ella no estaba en condiciones de
criar un bebé. Le expliqué la posibilidad de darlo en adopción, etcétera,
etcétera…
El
tema es que la llevé a un centro de apoyo de la mujer y allí le hablaron, le
pasaron unos videos, la animaron y resolvió tener a su bebé y darlo en adopción.
Fue
entonces, cerca de Navidad, cuando la invité a asistir a Misa a mi parroquia,
porque había dejado por completo de ir a la secta en la que estaba. Empezó a
venir con mucho gusto a Misa, a ayudarme con las flores… En definitiva, cuando finalmente decidió
confesarse y volver a la Iglesia estaba contentísima.
Bueno,
Padre, está esperando para el 20 de enero y hoy tiene la duda de quedárselo o
dárselo en adopción, pero está más cerca que nunca de un Dios Padre que perdona
y mucho más.
La historia sigue. Anteayer
recibí un mensaje de esta señora, en la que me preguntaba: - ¿A qué hora nació San Josemaría? – A las 10 de la noche. ¿Por
qué? – Porque se le adelantó el parto a
la chica de la que le hablé y bueno, se la encomiendo a él.
A las 9 y pico de la noche
nació el niño. La mamá, feliz, ha decidido quedárselo y criarlo.
El relato viene muy a cuento,
porque es la encarnación de lo que también nos dijo Juan Pablo II en Salto:
La evangelización, que tiene como
proyección necesaria también la preocupación por el bienestar material del
prójimo y por hallar remedio a sus necesidades, será eficaz si culmina en la
práctica sacramental, que es el cauce por donde discurre la nueva vida que
Cristo ofrece como fruto de la redención.
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