(Interrumpo los
posts sobre la “Nueva Evangelización”: Francisco está evangelizando en
Chile y Perú).
El Papa Francisco, a estas
horas, está volando desde Santiago a Iquique, en eel norte de Chile, a más de
1.700 kilometros de Santiago. En Iquique celebrará la Santa Misa y después de
almorzar tendrá lugar la despedida oficial de Chile y tomará el avión para Lima.
Ayer, cuando Francisco llegó a
Santiago desde Temuco, donde había celebrado la Santa Misa, tuvo un encuentro
con los jóvenes chilenos en el Santuario de Maipú, dedicado a la Virgen del
Carmen. Les habló largo a los jóvenes; largo y profundo. Les dijo cosas que nos
vienen muy bien a todos, jóvenes y menos jóvenes, chilenos y uruguayos. Hago
una selección de lo que dijo Francisco.
Charlando un
día con un joven le pregunté qué lo ponía de mal humor. Él me dijo: «Cuando al
celular se le acaba la batería o cuando pierdo la señal de internet». Le
pregunté: «¿Por qué?». Me responde: «Padre, es simple, me pierdo todo lo que
está pasando, me quedo fuera del mundo, como colgado. En esos momentos, salgo
corriendo a buscar un cargador o una red de wifi y la contraseña para volverme
a conectar».
Eso me hizo pensar que con la fe nos
puede pasar lo mismo. Después de un tiempo de camino o del «embale» inicial,
hay momentos en los que sin darnos cuenta comienza a bajar «nuestro ancho de
banda» y empezamos a quedarnos sin conexión, sin batería, y entonces nos gana
el mal humor, nos volvemos descreídos, tristes, sin fuerza, y todo lo empezamos
a ver mal. Al quedarnos sin esa «conexión» que le da vida a nuestros sueños, el
corazón comienza a perder fuerza, a quedarse también sin batería y como dice
esa canción: «El ruido ambiente y soledad de la ciudad nos aíslan de todo.
El mundo que gira al revés pretende sumergirme en él ahogando mis ideas».
Sin conexión, sin la conexión con Jesús,
terminamos ahogando nuestras ideas, nuestros sueños, nuestra fe y nos llenamos
de mal humor. De protagonistas —que lo somos y lo queremos ser— podemos llegar
a sentir que vale lo mismo hacer algo que no hacerlo. Quedamos desconectados de
lo que está pasando en «el mundo». Comenzamos a sentir que quedamos «fuera el
mundo», como me decía ese joven. Me preocupa cuando, al perder la «señal»,
muchos sienten que no tienen nada que aportar y quedan como perdidos. Nunca
pienses que no tienes nada que aportar o que no le haces falta a nadie.
Nunca. Todos somos necesarios e importantes, todos tenemos algo que aportar.
El Papa se refirió entonces a lo que se planteaba san
Alberto Hurtado, sacerdote jesuita chileno que fue canonizado por Benedicto XVI
en el 2005.
La contraseña
de Hurtado era muy simple —si se animan me gustaría que la apunten en sus
teléfonos—. Él se preguntaba: «¿Qué haría Cristo en mi lugar?». En la escuela,
en la universidad, en la calle, en casa, entre amigos, en el trabajo; frente al
que le hacen bullying: «¿Qué haría Cristo en mi lugar?». Cuando salen a bailar,
cuando están haciendo deportes o van al estadio: «¿Qué haría Cristo en mi lugar?».
Es la contraseña, la batería para encender nuestro corazón, encender la fe y
la chispa en los ojos. Eso es ser protagonistas de la historia. Ojos
chispeantes porque descubrimos que Jesús es fuente de vida y alegría.
Protagonistas de la historia, porque queremos contagiar esa chispa en tantos
corazones apagados, opacos que se olvidaron de lo que es esperar.. Ser
protagonistas es hacer lo que hizo Jesús. Allí donde estés, con quien te
encuentres y a la hora en que te encuentres: «¿Qué haría Jesús en mi lugar?».
La única forma de no olvidarse de una contraseña es usarla. Todos los días.
Llegará el momento en que la sabrán de memoria, y llegará el día en que, sin
darse cuenta, su corazón latirá como el de Jesús.
1 comentario:
Lo voy a intentar con esa contraseña...y recomendarla !
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