Me van a permitir que, en cierto
sentido, haga un corte en el tema que venimos tratando, para referirme a este 9
de enero. Y es que en esta fecha, en el año 1902, en un pueblo de Aragón que se
llama Barbastro, nació san Josemaría Escrivá. Digo que sólo en cierto sentido
suspendemos el tema, porque él, como es bien sabido, fue un sacerdote tocado
por la gracia de Dios para llevar a cabo una “nueva evangelización” o, lo que es
igual, una movilización general de hombres y mujeres dispuestos a buscar la
santidad en las circunstancias de la vida ordinaria.
Es cosa de Dios, va creciendo
en silencio. Si el árbol se conoce por los frutos, es evidente que el mensaje
de San Josemaría tiene validez universal. Él fue canonizado por Juan Pablo II en el año
2002. Don Álvaro del Portillo, José Luis Múzquiz y José María Hernández de
Garnica, fueron los tres primeros sacerdotes del Opus Dei. El Papa Francisco decretó
la beatificación de Don Álvaro, que se efectuó el 27 de septiembre de 2014; los
otros dos tienen abiertos sus procesos de beatificación y canonización. Montserrat
Grases, una chica de 18 años; Isidoro Zorzano, ingeniero nacido en Argentina,
seguidor de san Josemaría en los primerísimos tiempos; Guadalupe Ortiz de Landázuri, investigadora;
Toni Zweifel, suizo, ingeniero; Ernesto Cofiño, guatemalteco, pediatra de gran
prestigio; Dora del Hoyo, empleada del hogar, y varios más, tan distintos como
la vida misma y todos encarnando la espiritualidad de san Josemaría, están en
proceso de beatificación.
Esta mañana, en mi rato de
oración, volví a abrir el libro Camino,
al que le tengo especial cariño porque fue el primero que conocí, hace ya
muchos años. Me quedé dándole vueltas a su prólogo: Lee despacio estos consejos. Medita pausadamente estas consideraciones.
Son cosas que te digo al oído, en confidencia de amigo, de hermano, de padre. Y
estas confidencias las escucha Dios. No te contaré nada nuevo. Voy a remover en
tus recuerdos, para que se alce algún pensamiento que te hiera: y así mejores
tu vida y te metas por caminos de oración y de Amor. Y acabes por ser alma de
criterio.
Leer despacio, meditar
pausadamente… Después de Camino, vinieron
otros libros de san Josemaría. Dos de ellos, de homilías, Es Cristo que pasa y Amigos
de Dios. Otros dos, de consideraciones, como Camino: Surco y Forja. Y el libro Santo Rosario y Amar a la
Iglesia, y el de Conversaciones con Mons.
Escrivá de Balaguer, que son entrevistas. Y el Via Crucis. Él bromeaba, decía que era Escrivá y escribía…
Lo que yo quisiera subrayar es
la invitación a leer despacio y a meditar con calma, que él hizo en el prólogo
de su primer libro. Esa disposición es necesaria para captar todo lo que
escribió.
Esta mañana releí también la Presentación de la primera edición de Camino, hecha por el entonces Obispo de
Vitoria, Monseñor Xavier Lauzurica: En
estas páginas aletea el espíritu de Dios. Detrás de cada de sus sentencias hay
un santo que ve tu intención y aguarda tus decisiones.
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