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jueves, 18 de enero de 2018

EL PAPA Y EL CELULAR

(Interrumpo los posts sobre la “Nueva Evangelización”: Francisco está evangelizando en Chile y Perú).

El Papa Francisco, a estas horas, está volando desde Santiago a Iquique, en eel norte de Chile, a más de 1.700 kilometros de Santiago. En Iquique celebrará la Santa Misa y después de almorzar tendrá lugar la despedida oficial de Chile y tomará el avión para Lima.

Ayer, cuando Francisco llegó a Santiago desde Temuco, donde había celebrado la Santa Misa, tuvo un encuentro con los jóvenes chilenos en el Santuario de Maipú, dedicado a la Virgen del Carmen. Les habló largo a los jóvenes; largo y profundo. Les dijo cosas que nos vienen muy bien a todos, jóvenes y menos jóvenes, chilenos y uruguayos. Hago una selección de lo que dijo Francisco.



Charlando un día con un joven le pregunté qué lo ponía de mal humor. Él me dijo: «Cuando al celular se le acaba la batería o cuando pierdo la señal de internet». Le pregunté: «¿Por qué?». Me responde: «Padre, es simple, me pierdo todo lo que está pasando, me quedo fuera del mundo, como colgado. En esos momentos, salgo corriendo a buscar un cargador o una red de wifi y la contraseña para volverme a conectar».

Eso me hizo pensar que con la fe nos puede pasar lo mismo. Después de un tiempo de camino o del «embale» inicial, hay momentos en los que sin darnos cuenta comienza a bajar «nuestro ancho de banda» y empezamos a quedarnos sin conexión, sin batería, y entonces nos gana el mal humor, nos volvemos descreídos, tristes, sin fuerza, y todo lo empezamos a ver mal. Al quedarnos sin esa «conexión» que le da vida a nuestros sueños, el corazón comienza a perder fuerza, a quedarse también sin batería y como dice esa canción: «El ruido ambiente y soledad de la ciudad nos aíslan de todo. El mundo que gira al revés pretende sumergirme en él ahogando mis ideas».
Sin conexión, sin la conexión con Jesús, terminamos ahogando nuestras ideas, nuestros sueños, nuestra fe y nos llenamos de mal humor. De protagonistas —que lo somos y lo queremos ser— podemos llegar a sentir que vale lo mismo hacer algo que no hacerlo. Quedamos desconectados de lo que está pasando en «el mundo». Comenzamos a sentir que quedamos «fuera el mundo», como me decía ese joven. Me preocupa cuando, al perder la «señal», muchos sienten que no tienen nada que aportar y quedan como perdidos. Nunca pienses que no tienes nada que aportar o que no le haces falta a nadie. Nunca. Todos somos necesarios e importantes, todos tenemos algo que aportar.
El Papa se refirió entonces a lo que se planteaba san Alberto Hurtado, sacerdote jesuita chileno que fue canonizado por Benedicto XVI en el 2005.


La contraseña de Hurtado era muy simple —si se animan me gustaría que la apunten en sus teléfonos—. Él se preguntaba: «¿Qué haría Cristo en mi lugar?». En la escuela, en la universidad, en la calle, en casa, entre amigos, en el trabajo; frente al que le hacen bullying: «¿Qué haría Cristo en mi lugar?». Cuando salen a bailar, cuando están haciendo deportes o van al estadio: «¿Qué haría Cristo en mi lugar?». Es la contraseña, la batería para encender nuestro corazón, encender la fe y la chispa en los ojos. Eso es ser protagonistas de la historia. Ojos chispeantes porque descubrimos que Jesús es fuente de vida y alegría. Protagonistas de la historia, porque queremos contagiar esa chispa en tantos corazones apagados, opacos que se olvidaron de lo que es esperar.. Ser protagonistas es hacer lo que hizo Jesús. Allí donde estés, con quien te encuentres y a la hora en que te encuentres: «¿Qué haría Jesús en mi lugar?». La única forma de no olvidarse de una contraseña es usarla. Todos los días. Llegará el momento en que la sabrán de memoria, y llegará el día en que, sin darse cuenta, su corazón latirá como el de Jesús.

martes, 16 de enero de 2018

HERMANO LOCO, ¡PROBEMOS!

No crean que me dedico a la música…, saben que no es así. Es verdad que me gusta, y mucho, pero lo digo porque así como ayer mencioné a Los Cinco Latinos, hoy quiero invitarlos a escuchar la letra de un tango de Eladia Blázquez que es toda una lección: se llama A un semejante. 


La invitación está relacionada con lo que nos dijo el Papa Juan Pablo II acerca de la evangelización “nueva en sus métodos”. Los “nuevos métodos” son tan sencillos como la vida de todos los días: Es un apostolado, decía el Papa, que tiene como principio imprescindible el buen ejemplo en la conducta diaria – a pesar de las propias limitaciones personales – y que debe continuarse con la palabra, cada uno de acuerdo con su situación en la vida privada y en la vida pública.

¿Cómo, en qué consiste la palabra? Quizás se nos ocurra: ¿tengo que predicar?... ¡Yo no sirvo para ser predicador! Y es aquí donde aparece Eladia Blázquez y le dice a uno, a un semejante:

Vení... charlemos, sentate un poco.
La humanidad se viene encima.
Ya no podemos, hermano loco
Buscar a Dios por las esquinas...
Se lo llevaron, lo secuestraron
Y ¡nadie paga su rescate!
Vení que afuera está el turbión,
De tanta gente sin piedad
De tanto ser sin corazón. 
Vení, charlemos de todo esto que te preocupa a vos y me preocupa a mí. Es obvio que hay preocupaciones grandes, como lo que está pasando con el campo en Uruguay, o con la violencia, o con la educación de los adolescentes… en fin, todo esto es verdad. Pero ¿cómo no hablar del “secuestro de Dios”, del vivir como si Él no existiera; ¿cómo dejar de lado que hay tantas y tantas personas que parecen no tener piedad ni corazón? En otras palabras: Eladia Blázquez está invitando a conversar de cosas profundas. Sigue diciendo:

Vení... charlemos, sentate un poco.
¡No ves que sos mi semejante!
A ver probemos, hermano loco
Salvar el alma cuanto antes.
Es un asombro, tener tu hombro
Y es un milagro la ternura...
¡Sentir tu mano fraternal!
Saber que siempre para vos... 
¡El bien es bien y el mal es mal!
De esto hablaba Juan Pablo II el otro día, ¿se acuerdan? De que no podemos tener miedo de llamar bien al bien y mal al mal. En síntesis: cuando nos impulsa a poner en práctica “nuevos métodos” en la evangelización, nos está animando a descubrir y redescubrir el valor de la amistad: sólo a un amigo le decimos Vení... charlemos, sentate un poco, hermano loco…



lunes, 15 de enero de 2018

LOS 5 LATINOS Y LA NUEVA EVANGELIZACIÓN


Ayer, mientras pensaba en lo que quería decir Juan Pablo II cuando hablaba de la nueva evangelización, que debía ser nueva en su ardor y también nueva en sus métodos y en su expresión, me vinieron al recuerdo Los Cinco Latinos. (Para los más jóvenes les cuento que este grupo de roch’n roll nació en 1957 en Argentina, fueron los primeros en cantar rock en español y llegaron a tener fama mundial).



Me vinieron ellos al recuerdo, pero de modo articular, la única mujer que formaba parte del grupo: Estela Raval. ¿Saben por qué? Porque, a mi modo de ver, era la que más trabajaba: llevaba literalmente “la voz cantante” en cada interpretación; los otros cuatro la acompañaban con su tutú-tuá, pero el “gasto” lo hacía ella. Nunca me pareció justo, la verdad.

Este recuerdo de la juventud se me despertó al leer lo que nos decía Juan Pablo II en Salto. Después de hablarnos sobre la evangelización nueva en su ardor, añadió: La evangelización será “nueva en sus métodos” si cada uno de los miembros de la Iglesia se hace protagonista de la difusión del mensaje de Cristo. “Cada uno”, los cinco tienen que cantar, y no sólo acompañar.

Y fíjense en qué se apoyaba el Papa para pedirnos ser protagonistas en el apostolado: nada menos que en el profeta Isaías, cuyas palabras se las había apropiado Jesús la primera vez que fue a la sinagoga de Nazaret: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor... me ha enviado para dar la Buena Noticia” (Is 61, 1). Explicó el Papa: cada cristiano, cada uno de vosotros puede repetir estas palabras del profeta. Cada uno puede escuchar también, como dirigidas a él, las palabras que Cristo decía a los Apóstoles poco antes de la Ascensión: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16, 15).

Continuó recordándonos lo que enseña el "Decreto sobre el apostolado de los laicos": “Todos los fieles” –os digo con palabras del Concilio Vaticano II– “tienen el deber de hacer apostolado, según su condición y capacidad” (AA, 6). 

Yo no digo nada hoy. Todo fue dicho por el Santo Padre: La evangelización es tarea de todos los miembros de la Iglesia. Todos los fieles, bajo la guía de sus Pastores, han de ser verdaderos apóstoles.


Remató la explicación de la evangelización “nueva en sus métodos”, diciéndonos: “Se trata de un apostolado que está al alcance de todos los cristianos en su entorno familiar, laboral y social. Es un apostolado que tiene como principio imprescindible el buen ejemplo en la conducta diaria – a pesar de las propias limitaciones personales – y que debe continuarse con la palabra, cada uno de acuerdo con su situación en la vida privada y en la vida pública”. Dar buen ejemplo y hablar, hablar, hablar...

sábado, 13 de enero de 2018

VIVIR EN DICTADURA

 Quisiera solamente recordar algo de simple y común experiencia: los dictadores y las dictaduras no toleran al que piensa y actúa de un modo diferente al que ellos pretenden dictar.

El recordatorio viene a cuento por la descripción que en su día hizo el Papa Benedicto XVI, acerca de nuestro tiempo: estamos viviendo bajo la dictadura del relativismo. No sé si se han detenido a pensar qué significa esto. No hace mucho tiempo alguien me comentó que esa expresión es una figura literaria que se llama oxímoron…




No, el Papa no pretendía hacer literatura: lo que quiso decir es lo que dijo: la dictadura del relativismo no tolera al que no está de acuerdo con el relativismo; por todos los medios tratará de descalificarlo con adjetivos fuertes, o buscará cómo silenciarlo, o ridiculizarlo, o marginarlo… Es importante estar prevenidos, es puro Evangelio: “Miren que yo los envío como ovejas en medio de lobos. Por eso, sean astutos como las serpientes y sencillos como las palomas” (Mt 10, 16).

¿Por qué digo estas cosas? Porque hace treinta años, hablándonos del ardor apostólico, san Juan Pablo II fue clarísimo. Son suyas estas palabras –las dijo en Salto- que es necesario meditar una y otra vez: El ardor apostólico no es fanatismo, sino coherencia de vida cristiana. Sin juzgar las intenciones ajenas debemos llamar bien al bien y mal al mal.

Es necesario leer y releer estas expresiones del Papa santo que nos visitó. Volver a leer conceptos como sin juzgar las intenciones ajenas debemos llamar bien al bien y mal al mal, nos resulta magnífico, como una bocanada de oxígeno para el que está ahogándose en el mar.

Porque es verdad que vivimos bajo una presión relativista muy fuerte, hermanada con eso que se llama lo “políticamente correcto”. El filósofo español Manuel Ballester lo describe así: es un “modo de actuar y de hablar que se está imponiendo, pero no pacíficamente como si se tratase de una nueva moda, por ejemplo. Por el contrario se trata de una imposición a base de legislación y que cuenta con un poderoso aparato censor y punitivo. Remite, por una parte, a una cierta visión buenista de la sociedad que, por otra, se contradice con el modo inquisitorial en que se aplica”. En Internet se encuentra un ensayo de este filósofo, titulado Lo políticamente correcto o el acoso a la libertad; es interesante para conocer el origen y las expresiones que se dan en nuestra cultura actual de este modo de pensar y de hablar y de actuar. Y para defenderse de su dictadura.

 Cambia el lenguaje: es “políticamente incorrecto” hablar del aborto; hay que hablar de “interrupción voluntaria del embarazo”; no se puede hablar de la eutanasia: en cambio, sí de la “muerte digna”. Hay mil ejemplos de incorrección y, como caigas en ella, podrán acusarte de “sexista” o de “homófobo”, de “¡intolerante!”… La dictadura del relativismo no perdona al que piensa diferente, aunque se llene la boca hablando de “inclusión de la diversidad”.

Frente a esto, Juan Pablo II nos advertía: Es de sobra sabido que desfigurando la verdad no se solucionan los problemas. Es la apertura a la verdad de Cristo la que trae la paz a las almas. Y nos animaba: ¡No tengáis miedo a las dificultades ni a las incomprensiones tantas veces inevitables que produce en el mundo el esfuerzo por ser fieles al Señor! Ya sabemos que el cristianismo nunca fue un camino cómodo. Y también sabemos que vale la pena gastar la vida, día a día, en un trabajo constante por ser coherentes con la fe que hemos recibido.

Creo que no hace falta comentar nada: la verdad no necesita glosas.



jueves, 11 de enero de 2018

GANÓ LA VIDA

Hoy quiero compartir con ustedes una gran alegría. Una de las señoras que reciben el  audio que mando todos los días, me escribió en Navidad un extenso mensaje:

Creo que fue al comenzar el Adviento cuando usted nos dijo que tratáramos de acercar a alguien a Dios o a la Iglesia, no me acuerdo exacto (la verdad, yo tampoco me acuerdo de haberlo dicho, pero estoy acostumbrado a este tipo de fantásticos “malentendidos”, que el Señor hace a su gusto).

Lo que sé es se que me quedó grabado ese objetivo para esta Navidad, y me lo propuse con la empleada doméstica, que lleva un año y medio trabajando en casa. Es una chica peruana de 32 años, con una familia de 8 hermanos, de condición muy humilde. Es católica: recibió el bautismo, la primera Comunión y la Confirmación.

Cuando se independizó de su familia se fue a trabajar a Lima y a los 20 años fue madre soltera. Crió a su hija sola, en la pobreza, trabajando muchísimo; además, se metió en una de esas sectas que abundan en todas partes.

Vino con una hermana suya a trabajar a Uruguay, y en abril quedó embarazada de un peruano pesquero… Me vino entonces a plantear que le diera una semana libre porque estaba embarazada, el hombre la había llevado al Pereyra Rosell para hacerse un aborto y le habían dicho que después del aborto necesitaba no trabajar por tres días por los abundantes sangrados. Llorando a mares, me decía que no quería perder su trabajo y ese era uno de los motivos por los cuales iba a abortar.


Asombrada por el hecho inesperado, le pregunté si sabía lo que iba a hacer. Me dijo que no, nunca se había hecho un aborto, pero que ella no estaba en condiciones de criar un bebé. Le expliqué la posibilidad de darlo en adopción, etcétera, etcétera…
El tema es que la llevé a un centro de apoyo de la mujer y allí le hablaron, le pasaron unos videos, la animaron y resolvió tener a su bebé y darlo en adopción.

Fue entonces, cerca de Navidad, cuando la invité a asistir a Misa a mi parroquia, porque había dejado por completo de ir a la secta en la que estaba. Empezó a venir con mucho gusto a Misa, a ayudarme con las flores…  En definitiva, cuando finalmente decidió confesarse y volver a la Iglesia estaba contentísima.

Bueno, Padre, está esperando para el 20 de enero y hoy tiene la duda de quedárselo o dárselo en adopción, pero está más cerca que nunca de un Dios Padre que perdona y mucho más.

La historia sigue. Anteayer recibí un mensaje de esta señora, en la que me preguntaba: - ¿A qué hora nació San Josemaría? – A las 10 de la noche. ¿Por qué? – Porque se le adelantó el parto a la chica de la que le hablé y bueno, se la encomiendo a él.

A las 9 y pico de la noche nació el niño. La mamá, feliz, ha decidido quedárselo y criarlo.

El relato viene muy a cuento, porque es la encarnación de lo que también nos dijo Juan Pablo II en Salto: 

La evangelización, que tiene como proyección necesaria también la preocupación por el bienestar material del prójimo y por hallar remedio a sus necesidades, será eficaz si culmina en la práctica sacramental, que es el cauce por donde discurre la nueva vida que Cristo ofrece como fruto de la redención.   


miércoles, 10 de enero de 2018

BISOGNA PENSARE!...

En la década del 50, el gran Federico Fellini hizo una película que ha pasado a la historia del cine: La Strada, la calle. Los protagonistas fueron la esposa de Fellini, Giulietta Masini, y Anthony Quinn.  Los menos jóvenes estoy seguro de que la recordarán; además, se encuentra en Youtube.

Anthony Quinn era Zampanó, un tipo bruto, brutísimo, que se ganaba la vida haciendo un espectáculo de circo ambulante. Giulietta Masini era Gelsomina, una pobre chica, inolvidable, que no tenía más remedio que acompañarlo y, a pesar de lo bruto que era y lo mal que la trataba, ella insistía en ayudarlo y ponía el alma en su trabajo de presentación de Zampanó cuando llegaban a un pueblo. Gelsomina en un momento extraordinario de la película, pierde la paciencia y le grita: - Bisogna pensare, Zampanó, bisogna pensare!... ¡Hay que pensar!...




No se me olvida esa advertencia, aunque han pasado años… Y hoy me lo repito, recordando lo que nos dijo Juan Pablo II acerca del ardor que debemos poner a la hora de la nueva evangelización: ¡hay que pensar, meditar! Primero nos dejó una definición: Sentir ardor apostólico significa tener hambre de contagiar a otros la alegría de la fe. A continuación, por si a alguno se le despertaba la inquietud de no avasallar al prójimo, aclaró:  Ciertamente respetando la libertad del prójimo, lo cual no quiere decir indiferencia respecto a la verdad que Dios nos ha revelado. La aclaración es importante: si Dios es el que nos ha hablado por medio de Jesucristo, ¿cómo podré permanecer encogido de hombros, diciendo “a mí no me interesa”?

El Papa dio un paso más, citando lo que el mismo Jesús decía acerca de su enseñanza: “La palabra que oyen no es mía, sino de Aquel que me ha enviado” (Jn 14, 24), es decir, recurre a la autoridad de Dios para testificar la verdad de lo que enseña. De aquí extrajo el Papa una segunda explicación y otra conclusión: El cristiano, por tanto, no da testimonio de un hallazgo humano, sino de una certeza que procede de Dios. Por eso, en un clima de diálogo sincero y de amistad, no puede ocultar nunca su fe o prescindir de ella en el enfoque y en la resolución de las distintas cuestiones que plantea la convivencia entre los hombres.

Por hoy nos quedamos aquí. Hay una anécdota histórica del rector de la Universidad catalana de Cervera, que ya no existe. En 1827, estando de visita el rey Fernando VII, monarca absoluto, frente al que no convenía para nada disentir, dijo el rector en el colmo de la adulación más rastrera: ¡Lejos de nosotros la funesta manía de pensar!


A Gelsomina no le habría gustado escuchar esto, nada menos que de los labios de un rector de universidad: ¡es necesario pensar! Pensar y meditar despacio lo que nos dijo Juan Pablo II cuando estuvo entre nosotros. Hay más, ¡mucho más!...Seguiremos.  

martes, 9 de enero de 2018

AQUEL 9 DE ENERO...

Me van a permitir que, en cierto sentido, haga un corte en el tema que venimos tratando, para referirme a este 9 de enero. Y es que en esta fecha, en el año 1902, en un pueblo de Aragón que se llama Barbastro, nació san Josemaría Escrivá. Digo que sólo en cierto sentido suspendemos el tema, porque él, como es bien sabido, fue un sacerdote tocado por la gracia de Dios para llevar a cabo una “nueva evangelización” o, lo que es igual, una movilización general de hombres y mujeres dispuestos a buscar la santidad en las circunstancias de la vida ordinaria.


Es cosa de Dios, va creciendo en silencio. Si el árbol se conoce por los frutos, es evidente que el mensaje de San Josemaría tiene validez universal.  Él fue canonizado por Juan Pablo II en el año 2002. Don Álvaro del Portillo, José Luis Múzquiz y José María Hernández de Garnica, fueron los tres primeros sacerdotes del Opus Dei. El Papa Francisco decretó la beatificación de Don Álvaro, que se efectuó el 27 de septiembre de 2014; los otros dos tienen abiertos sus procesos de beatificación y canonización. Montserrat Grases, una chica de 18 años; Isidoro Zorzano, ingeniero nacido en Argentina, seguidor de san Josemaría en los primerísimos tiempos;  Guadalupe Ortiz de Landázuri, investigadora; Toni Zweifel, suizo, ingeniero; Ernesto Cofiño, guatemalteco, pediatra de gran prestigio; Dora del Hoyo, empleada del hogar, y varios más, tan distintos como la vida misma y todos encarnando la espiritualidad de san Josemaría, están en proceso de beatificación.

Esta mañana, en mi rato de oración, volví a abrir el libro Camino, al que le tengo especial cariño porque fue el primero que conocí, hace ya muchos años. Me quedé dándole vueltas a su prólogo: Lee despacio estos consejos. Medita pausadamente estas consideraciones. Son cosas que te digo al oído, en confidencia de amigo, de hermano, de padre. Y estas confidencias las escucha Dios. No te contaré nada nuevo. Voy a remover en tus recuerdos, para que se alce algún pensamiento que te hiera: y así mejores tu vida y te metas por caminos de oración y de Amor. Y acabes por ser alma de criterio.

Leer despacio, meditar pausadamente… Después de Camino, vinieron otros libros de san Josemaría. Dos de ellos, de homilías, Es Cristo que pasa y Amigos de Dios. Otros dos, de consideraciones, como Camino: Surco y Forja. Y el libro Santo Rosario y Amar a la Iglesia, y el de Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, que son entrevistas. Y el Via Crucis. Él bromeaba, decía que era Escrivá y escribía…

Lo que yo quisiera subrayar es la invitación a leer despacio y a meditar con calma, que él hizo en el prólogo de su primer libro. Esa disposición es necesaria para captar todo lo que escribió.

Esta mañana releí también la Presentación de la primera edición de Camino, hecha por el entonces Obispo de Vitoria, Monseñor Xavier Lauzurica: En estas páginas aletea el espíritu de Dios. Detrás de cada de sus sentencias hay un santo que ve tu intención y aguarda tus decisiones.


lunes, 8 de enero de 2018

ORACIÓN Y TRANSPIRACIÓN

Ayer me pasó algo que quiero compartir con ustedes. A las 12 del mediodía celebré la Misa en la capilla Madre de Misericordia, en la cumbre del cerro del Verdún. Invité a bajar en la camioneta a un padre de familia, joven y gordo, al que sin duda le había costado bastante subir el cerro. Aceptó encantado, con su hija, una chiquilina de 10 años, Federica. También subieron a la camioneta dos señoras.

El viaje no dura más de tres minutos, es poco lo que se puede conversar. El padre de familia me preguntó si yo “trabajaba” aquí, en Minas. – Sí, contesté, soy el obispo. Entonces intervino Federica, que iba en el asiento de atrás con las dos señoras: - ¿Obispo? ¡Ah, como en Esperanza mía!



Bueno, este fue el hecho y la conclusión obvia: las series ocupan hoy un enorme tiempo de grandes y chicos, y tienen una influencia muy grande en la formación de la cultura. Hacen mucha falta buenas historias y buenos guionistas y productores que estén dispuestos a invertir en ellas, para hacer buenas series, que atrapen y transmitan un sentido cristiano de la vida.

Punto y aparte. No voy a ponerme a criticar una serie que tuvo nada menos que 192 capítulos y la vieron no se cuántos cientos de miles de espectadores en medio mundo. Lo que quiero decir es que la “nueva evangelización”, a la que nos convocó Juan Pablo II hace treinta años en Uruguay, requiere mujeres y hombres que empiezan y terminan cada día con un ardor siempre renovado de conquistar este mundo nuestro para Cristo. Y es evidente que esto es cuestión de oración y de transpiración, de oración y trabajo.

Nos dijo el Papa: El renovado ardor apostólico que se requiere en nuestros días para la evangelización, arranca de un reiterado acto de confianza en Jesucristo: porque El es quien mueve los corazones; El es el único que tiene palabras de vida para alimentar a las almas hambrientas de eternidad; El es quien nos transmite su fuego apostólico en la oración, en los sacramentos y especialmente en la Eucaristía. “He venido a traer fuego a la tierra, ¿y qué quiero sino que arda?” (Lc12, 49). Estas ansias de Cristo siguen vivas en su Corazón.

Ayer de tarde, hablando con el P. Jarek, rector del Santuario de la Virgen del Verdún, le conté el comentario de Federica… Me dijo que él, más de una vez, cuando lo reconocen por la calle como sacerdote, porque usa el clergyman, oye lo mismo: - ¡Mirá, igual que Esperanza mía! Bueno, al menos rescato esto, no es poco…


sábado, 6 de enero de 2018

LOS AMIGOS DE DIOS

Ayer me llegó un meme muy simpático al celular. Es un diálogo de padres a hija: - Hija, tenemos que confesarte que los Reyes somos los padres… Y ella: - ¡Lo sabía, lo sabía! ¡Sabía que era una princesa!

Todos somos príncipes, ellas y nosotros, porque somos hijos de Dios, hermanos de Jesús. Los Reyes son un ejemplo formidable de hombres de fe, de fe activa: vieron la estrella y se pusieron en marcha. Un viaje largo, seguramente, que no sabían dónde terminaba… Pero se había encendido en sus corazones la alegría de la fe y allá van.

En la zamba Guitarra de medianoche se repite este estribillo: Andaré la huella siguiendo una estrella, que aunque esté muy alta yo sé que un día la he de alcanzar. Con el auxilio de Dios, por supuesto que la alcanzaremos. Es como si el niño chico le pide a su padre ayuda, que lo levante, para colocar la estrella en la punta del árbol de Navidad. Su padre lo alza del suelo y el niño coloca la estrella, feliz. Su padre lo felicita, lo anima diciéndole que es un campeón…


 Tenemos que aprender de los Reyes Magos y ponernos en marcha. A mí me gustaría mucho conocer la Catedral de Colonia, en Alemania, donde está el relicario con los huesos de los Reyes Magos. Las reliquias fueron traídas de Milán por el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Federico Barbarroja, en 1164. La construcción de la catedral de Colonia, una maravilla de la arquitectura gótica, se empezó en el año 1248, para albergar estas importantes reliquias. 


Pero en vez de ir a Colonia, hoy los invito a volver, con la memoria agradecida, al Parque Mattos Neto, de Salto. Es 9 de mayo de 1988. Nos habla un Papa santo, Juan Pablo II. Citando el Salmo 85, que se había leído entre una y otra lectura de la Misa, nos dijo: “Dios anuncia la paz / a su pueblo y a sus amigos, / a los que se convierten de corazón”, comentó: El tiempo nuevo de evangelización se inicia por la conversión del corazón.


Aquí están los Reyes, para que aprendamos de ellos, de su corazón lleno de fe. Lo primero que necesitamos para llevar a cabo la nueva evangelización, nos decía el Papa, es convertir nuestro corazón. Reiteraba: “Dios anuncia la paz... a sus amigos”. Para entender este anuncio de paz hemos de ser sus amigos. ¿Qué significa esto? Termino con la explicación que dio san Juan Pablo II: significa que hemos de descubrir nuevamente que la vocación cristiana es vocación a la santidad (cf. Lumen gentium, 11), pues Cristo dijo a todos: “Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mt 5, 48). Seguiremos.

viernes, 5 de enero de 2018

TENER BUEN TINO

 Los invito a avanzar un poco más, para comprender el sentido y el alcance de la nueva evangelización a la que nos convocó san Juan Pablo II cuando estuvo en nuestro país hace treinta años.

Ayer estuve repasando un libro escrito en 1976 por un filósofo y escritor español que se llama Rafael Gómez Pérez. Se llama La minoría cristiana y su último capítulo se titula La fuerza de la minoría. Encontré estas afirmaciones: La fuerza –no la inmediata, la cosechable ahora mismo, sino la que opera en profundidad- no depende del número, sino de la convicción en las ideas. La fuerza del bien no está tanto en el número de los que lo hacen cuanto en la convicción con la que lo realizan. Una convicción firme y sostenida tiene la virtud, además, de multiplicar la minoría.



Esto me parece importante. Un cambio cultural no se realiza en un año o dos: es una tarea de “largo aliento”, que necesita el trabajo perseverante y convencido de hombres y mujeres, de familias sobre todo (ya hablaremos de esto más extensamente) a lo largo de sus vidas. Y continúa Gómez Pérez: La primera convicción de la minoría cristiana ha de ser la de desechar la canción del lamento. Lamentarse es la contrapartida del no hacer, la coartada para no poner la acción siempre posible. En la minoría cristiana, una tónica de lamento es falta de esperanza y de fe: fallar en la seguridad de que Dios no puede perder. (…) La minoría cristiana sabe que incluso una sola persona –aunque fuese la única- es importante. Desafía, como David a Goliat, las leyes de los grandes números.

Fue en tercero de liceo cuando se me despertó el gusto por la poesía; fue cuando supe que en el siglo XV, en España, había vivido un señor que se llamaba Jorge Manrique, que compuso unas Coplas a la muerte de su padre… Fue una revelación: Recuerde el alma dormida/ avive el seso y despierte/ contemplando cómo se pasa la vida/ cómo se viene la muerte tan callando/ cuán presto se va el placer/ cómo después de acordado da dolor/cómo a nuestro parecer/cualquiera tiempo pasado fue mejor.

Las Coplas son una obra de arte, que puede mover a muchos a plantearse los temas capitales de la existencia: ¿quiénes somos, adónde vamos, que sentido tiene mi vida? El problema se da cuando un cristiano se queda en el final de la primera estrofa, creyendo que cualquier tiempo pasado fue mejor que el que le toca vivir aquí y ahora.

Los invito a seguir leyendo las Coplas y tenerlas presente, no para lamentarse, sino para compartirlas después de haberlas meditado: puede ser un buen ejercicio de nueva evangelización.

Este mundo es el camino /para el otro, qu'es morada sin pesar/mas cumple tener buen tino para andar esta jornada sin errar/. Partimos cuando nacemos/ andamos mientras vivimos y llegamos/al tiempo que feneçemos/así que cuando morimos, descansamos..

Este mundo bueno fue /si bien usásemos dél como debemos /porque, según nuestra fe /es para ganar aquél que atendemos./ Aun aquel hijo de Dios para subirnos al cielo/ descendió a nacer acá entre nos/ y a vivir en este suelo do murió.




jueves, 4 de enero de 2018

TODOS ESTAMOS EN EL HORNO

No sé si saben el cuento (es puro cuento) de aquel Oficial italiano que arengaba a sus soldados en la guerra gritando: All'attacco! Y le respondía el pelotón: Che bella voce!... Me venía la anécdota al recuerdo pensando en esto: ¿cuántas “arengas” hemos recibido los católicos de los últimos Papas y de todos los obispos del mundo,  a lo largo del siglo XX y lo que llevamos de este, para que nos comprometamos en la misión de la Iglesia, que es dar a conocer a Jesucristo…? ¿Por qué tanta falta de respuestas?


Sobre el tema hay bibliotecas enteras, no exagero. Lo último que he leído y a mi entender es muy bueno, da en el clavo, es el libro del que les hablé ayer: de Scott Hahn, La evangelización de los católicos. Tengo el libro en un PDF y  con mucho gusto lo enviaré al que me lo pida por e mail a esta dirección: obispojaime@gmail.com

Una de sus afirmaciones, entre otras muchas, me parece muy acertada: “Si hoy en día los católicos tenemos a veces una fe débil, el motivo, en parte, radica en nuestra resistencia a compartir esa fe. Cuanto más nos guardamos la Buena Nueva para nosotros, menos “buena” resulta la nueva. Nos entra la tentación de dejar de verla como lo que realmente es: un mensaje verdadero y esencial para todo ser humano y para la vida humana en su totalidad. En vez de eso, empezamos a verla como un mensaje que solo es verdad para nosotros. Un católico no puede permitirse el lujo de pensar así. Y menos hoy en día. Y menos en esta cultura”.

¿Saben cómo define “cultura” la Real  Academia? Como el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etcétera. Hay otras definiciones más completas, pero esta es suficiente: basta con pensar en los modos de vida y costumbres dominantes en nuestra época y es posible dibujar con precisión nuestra cultura.

A todos nos preocupa, ahora mismo, el índice de violencia que tenemos y, más en concreto, de violencia contra la mujer. El Observatorio Nacional sobre violencia y criminalidad acaba de dar estas cifras: Desde el 1 de enero de 2017 hasta el 31 de octubre de 2017 se registraron un total de 31.854 denuncias por violencia doméstica o asociados. La gran mayoría de las denuncias fueron hechas por mujeres.

No voy a tratar este tema. Solamente quiero destacar ese dato de nuestra actual cultura y contrastarlo con el que debe ser centro de nuestra labor evangelizadora, Jesucristo. ¿Cómo trató Él a las mujeres, con qué respeto, con qué delicadeza, con qué admiración? ¿Meditamos y hacemos ver cómo Jesús se “saltó” las reglas discriminatorias de su tiempo en relación con las mujeres? Más en general, me pregunto: ¿lo tenemos a Jesús como punto de referencia, a la hora de enfocar la resolución de los problemas? ¿Quizás Él aparece como muy lejano de nuestra vida ordinaria?

Si hago estas preguntas es para subrayar la necesidad de cristianizar nuestra cultura. No es sólo el problema de la violencia, hay muchos más. En síntesis: pienso que, como sociedad uruguaya en su conjunto, “estamos en el horno”; por eso urge que llevemos a cabo la “nueva evangelización” a la que nos convocó san Juan Pablo II hace treinta años. Seguiremos.



miércoles, 3 de enero de 2018

¿POR QUÉ ESTAMOS EN EL HORNO?

Ayer les decía: “Estamos en el horno".  Un estudiante universitario que recibe estos audios me dijo: - ¡Tengo mucho interés en salir del horno! Muy bien, vayamos por partes, tenemos tiempo. 



En 1983 Juan Pablo II viajó a América Central y en Haití se reunió con los representantes de los obispos de Latinoamérica, el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericvano). En un discurso memorable, el Papa hizo un recorrido histórico sobre el trabajo evangelizador de la Iglesia, en los casi cinco siglos que llevaba en nuestro continente. En concreto, se refería al quinto centenario, que se iba a celebrar en 1992. Y dijo: “la conmemoración del medio milenio de evangelización tendrá su significación plena si es un compromiso vuestro como obispos, junto con vuestro presbiterio y fieles; compromiso, no de re-evangelización, pero sí de una evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión".

En 1988, en nuestro país, despidiéndose en Salto, fue cuando Juan Pablo II explicó despacio qué quería decir con esa expresión: nueva en su ardor, nueva en sus métodos, nueva en su expresión.

De la importancia que tiene esto habla por sí mismo el hecho de que el Papa Benedico XVI, su sucesor, creó un organismo de la Santa Sede que se llama Consejo Pontificio para la promoción de la Nueva Evangelización, y el Papa Francisco continúa subrayando su urgencia.

¿Cuál es el problema de fondo, de qué se trata? Lo describe muy bien Scott Hahn, en su libro La evangelización de los católicos. Es imprescindible una aclaración: de lo que trata el libro es de cómo evangelizar A LOS CATÓLICOS. Hay que poner atención. Dice lo siguiente: Esencialmente, la nueva evangelización está más dirigida a los bautizados que a los no bautizados. Es para aquellos que no han recibido una catequesis adecuada, pero cuya secularización ha sido de los más adecuada (ironiza el autor), y para aquellos que han acabado siendo descristianizados precisamente cuando estaban siendo sacramentalizados.

Lo que quiere decir es que se trata de católicos que sólo iban a Misa los domingos, hasta que dejaron de hacerlo y ahora sólo tienen un buen recuerdo y nada más… Creo que abundan, hoy por hoy, los que otro escritor llamaba “católicos de cuatro ruedas”: van a la Iglesia en un cochecito para ser bautizados, en un coche para casarse y en otro… antes de ser enterrados. Incluso, creo que la expresión ya no sirve, por la sencilla razón de que son muy pocos los que van a la iglesia para casarse…

Llegados hasta aquí, se impone la pregunta: ¿qué ha pasado, por qué esta situación de abandono de la fe? Scott Hahn adelanta esta explicación: “Muchos de los que están sentados en la iglesia los domingos no saben por qué están allí o qué es lo que está sucediendo allí. Han recibido los sacramentos, pero nunca han tenido un encuentro significativo y personal con Jesucristo. O la enseñanza que recibieron en el pasado de sacerdotes y catequistas, fue tan deficiente que no tienen confianza en sus conocimientos y creencias”.  Seguiremos.



martes, 2 de enero de 2018

ESTAMOS EN EL HORNO

Nos encontramos por primera vez en el año 2018. Les cuento que estuve pensando en estos días por dónde ir en nuestros encuentros diarios (estos textos, primero los envío por audio). Barajé algunas opciones, teniendo presentes los temas que algunos de ustedes me pidieron el año pasado. La verdad es que tenía un pensamiento de fondo: si no hacemos algo, algo ilusionante, duradero, sacrificado, “estaremos o ya estamos en el horno”.

 Consulté esta expresión con el Doctor Google, que sabe bastante de todo, y me dijo: Se  usa cuando existe un cierto problema que hay que afrontar por negligencia u olvido propio y se sabe que uno va a ser recriminado o amonestado. O en el caso de no poder evitar que ocurra algo negativo, los uruguayos y los argentinos dicen “estar en el horno”.
Una vez aclarada la expresión, lo cierto es que vivimos bajo la “dictadura del relativismo”, como definió Benedicto XVI el tiempo cultural que nos ha tocado. Es un tiempo que recuerda al de los primeros momentos del cristianismo, cuando la autoridad del Estado toleraba absolutamente todo, excepto a los que no estaban dispuestos a tolerarlo todo.

Bueno, de nosotros depende, con la gracia de Dios que nunca falta, “estar en el horno” o salir de él. Dicho de otra manera, más positiva y siguiendo la primera encíclica del Papa Francisco, el nuevo año, pensaba, debería ser el año de “ponerse la camiseta”, no sólo la celeste en Rusia, sino para dar a conocer “la alegría del Evangelio”, “Evangelii gaudium”.

Esto estaba pensando, cuando caí en la cuenta de un aniversario más que importante: en el 2018 se cumplen 30 años desde que estuvo entre nosotros el gran Papa San Juan Pablo II Magno. No se me olvida aquella vez, unos meses después de su visita, yo iba por la ruta 5 y un policía me paró en la carretera, y me pidió si lo podía acercar a Montevideo. Nos pusimos a conversar, me dijo que era de Florida, que se llamaba Cono, claro está, y exclamó: - Yo pienso… A Florida nunca viene nadie, ¡y vino el Papa!

Bueno, vino el Papa santo y nos dejó un tesoro fantástico que es necesario redescubrir. En concreto, fue en Salto, en su último encuentro con los uruguayos, cuando Juan Pablo II explicó detenidamente qué quiso decir al convocar a toda la Iglesia, y en particular a la Iglesia en Latinoamérica, a realizar una “nueva evangelización” que había calificado de tres maneras: nueva en su ardor; nueva en sus métodos; nueva en su expresión.


¿Qué quiere decir esto, que consecuencias trae? Lo iremos viendo.