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miércoles, 13 de septiembre de 2017

HECHOS, NO PALABRAS (MATRIMONIO-2)

 Hoy es 13 de septiembre, víspera de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, que nos lleva a meditar en ella, tratando de encontrarla en la vida diaria. “El que quiera ser mi discípulo tome su cruz cada día”, dice Jesús.

En cierta medida, la Santa Cruz, en el matrimonio, puede encontrarse en la aceptación de la diferencia, de la que habla Costanza Miriano. Ella cuenta con buen humor que, aun teniendo claro que debe aceptar la diferencia, intenta descifrar meticulosamente los monosílabos con los que le responde su marido. Eso me pasa, confiesa, porque soy psicológicamente inestable. Él me ha dicho muchas veces que intenta limitar las comunicaciones a lo estrictamente necesario, sobre todo si está cansado. Pero, ahora, ya sé que siente por mí una cierta estima. Sólo que no lo dice. Hace como John Wayne en Río Bravo: “Si dejas que otro te vea con este vestido te hago arrestar”. - ¡Oh, querido, cuánto has tardado. - ¿En qué? - ¡En decirme que me quieres! Por eso, concluye Costanza, cuando mi marido me dice, cerrando ruidosamente la puerta del coche: “Llegas tarde, como siempre”, me conmuevo. Estoy segura de que lo que querría decirme es: “Te echaba de menos, querida”.

Como se ve, esta señora tiene un formidable sentido del humor, y entre bromas y veras habla de muchas verdades… Después de leerla pensé: ¡cómo me gustaría decirles algunas cosas solamente a los hombres! Pero como no es posible aquí voy, sin discriminaciones.

Es obvio que la aceptación de la diferencia, en el matrimonio, debe ser mutua, lo cual significa, en el caso de los hombres, asumir de veras que se ha casado con una mujer. ¿Qué quiere decir esto? Que la esposa necesita ser tratada según lo que ella es y esto tiene un solo nombre: detalles, aprender a tener detalles. ¿De qué? De ayuda, de servicio, de cariño manifestado en hechos concretos. ¿En qué cosas? En cosas tan ordinarias, siguiendo el ejemplo de ayer, como arreglar la canilla que pierde (si es que uno sabe hacerlo), o yendo a buscar la garrafa del supergas sin que tenga que pedirlo por favor.



Tener detalles significa cultivar las pequeñas sorpresas. Yo tuve un padre muy bueno, y algo que me encantaba, cuando era chico, era acompañarlo los sábados de mañana a dar algunas vueltas para comprar cosas que hacían falta en casa…Y en más de una ocasión recuerdo que, al pasar por una florería, entrábamos en ella para comprar un ramo para mi madre, a quien le gustaban especialmente las flores.  ¿Y a qué mujer no le gustan?

Tener detalles es cuidar la delicadeza en el trato con ella. No se me olvida el comentario triste de una señora, hace muchos años: - Yo me dí cuenta de que lo nuestro empezaba a andar mal, cuando él un día dejó de abrirme la puerta del auto… ¿Han cambiado los tiempos? Sí, lo sé. Pero ¿queremos o no queremos mejorar los tiempos? Esto, como todo, sólo se consigue a fuerza de detalles que levantan el nivel.

Costanza Miriano bromea con la traducción que hace ella de lo que dice su marido y lo que en realidad quiere decir… Pero el lenguaje de los hechos no necesita traducción. La Santa Cruz, sin tragedia y con alegría,  por amor, ¡qué bendición encontrarla tan a mano!, ¿no creen?

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