Hoy es 13 de septiembre,
víspera de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, que nos lleva a meditar
en ella, tratando de encontrarla en la vida diaria. “El que quiera ser mi discípulo
tome su cruz cada día”, dice Jesús.
En cierta medida, la Santa
Cruz, en el matrimonio, puede encontrarse en la aceptación de la diferencia, de la que habla Costanza Miriano. Ella cuenta con buen humor que, aun teniendo claro que debe aceptar la diferencia, intenta descifrar meticulosamente los monosílabos
con los que le responde su marido.
Eso me pasa, confiesa, porque soy
psicológicamente inestable. Él me ha dicho muchas veces que intenta limitar las
comunicaciones a lo estrictamente necesario, sobre todo si está cansado. Pero,
ahora, ya sé que siente por mí una cierta estima. Sólo que no lo dice. Hace como
John Wayne en Río Bravo: “Si dejas que otro te vea con este vestido te hago
arrestar”. - ¡Oh, querido, cuánto has tardado. - ¿En qué? - ¡En decirme que me
quieres! Por eso, concluye Costanza, cuando
mi marido me dice, cerrando ruidosamente la puerta del coche: “Llegas tarde,
como siempre”, me conmuevo. Estoy segura de que lo que querría decirme es: “Te
echaba de menos, querida”.
Como se ve, esta señora tiene
un formidable sentido del humor, y entre bromas y veras habla de muchas
verdades… Después de leerla pensé: ¡cómo me gustaría decirles algunas cosas
solamente a los hombres! Pero como no es posible aquí voy, sin
discriminaciones.
Es obvio que la aceptación de
la diferencia, en el matrimonio, debe ser mutua, lo cual significa, en el caso
de los hombres, asumir de veras que se ha casado con una mujer. ¿Qué quiere
decir esto? Que la esposa necesita ser tratada según lo que ella es y esto
tiene un solo nombre: detalles, aprender a tener detalles. ¿De qué? De ayuda,
de servicio, de cariño manifestado en hechos concretos. ¿En qué cosas? En cosas
tan ordinarias, siguiendo el ejemplo de ayer, como arreglar la canilla que
pierde (si es que uno sabe hacerlo), o yendo a buscar la garrafa del supergas
sin que tenga que pedirlo por favor.
Tener detalles significa
cultivar las pequeñas sorpresas. Yo tuve un padre muy bueno, y algo que me
encantaba, cuando era chico, era acompañarlo los sábados de mañana a dar
algunas vueltas para comprar cosas que hacían falta en casa…Y en más de una
ocasión recuerdo que, al pasar por una florería, entrábamos en ella para comprar
un ramo para mi madre, a quien le gustaban especialmente las flores. ¿Y a qué mujer no le gustan?
Tener detalles es cuidar la
delicadeza en el trato con ella. No se me olvida el comentario triste de una
señora, hace muchos años: - Yo me dí cuenta de que lo nuestro empezaba a andar
mal, cuando él un día dejó de abrirme la puerta del auto… ¿Han cambiado los
tiempos? Sí, lo sé. Pero ¿queremos o no queremos mejorar los tiempos? Esto,
como todo, sólo se consigue a fuerza de detalles que levantan el nivel.
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