Después de no pocos años de
sacerdocio y de haber asistido como testigo principal a tantos casamientos
(digo testigo principal porque los ministros del sacramento del matrimonio,
como saben, los que hacen el matrimonio son los que se casan, él y ella), decía que
después de tantos años de casamientos y de acompañamientos post-casamientos,
uno va sacando experiencias. Quizás la principal sea que hace falta tiempo para
que él y ella capten que se casaron con una mujer y ella con un hombre. Y esto,
a veces, puede convertirse en un tormento.
Por eso, me parece muy
acertado que la autora del libro Cásate y
da la vida por ella haga esta consideración:
Me
temo que no sé cuál es el secreto para estar verdadera y profundamente juntos.
Pero, más o menos, tal como yo lo veo, hay que partir de la aceptación de la diferencia. Porque el
otro es, precisamente, el otro. Es libre –dando por supuestas la buena fe y la
abnegación- de hacer las cosas a su modo. (…) Asumir la libertad y la
diversidad del otro evita que su modo de hacer las cosas acabe convirtiéndose
en insoportable, desde la forma de dar vueltas a la cucharita en la taza,
pasando por el tono de voz con que regaña a su hijo, hasta el uso del comando a
distancia del televisor.
Sigue explicando: Asumir la diversidad del otro puede que
también recorte significativamente el número de cosas que es necesario discutir
juntos, sabiendo que no se habla ni
mucho menos la misma lengua, como cuando uno dice en inglés library y piensas que está diciendo librería. Tú le
dices que estabas preocupada por su retraso y él se siente controlado y
sofocado. Tú quieres que él adivine tu deseo y él necesita carteles de color
verde fluorescente de tres por dos con un letrero: ESTOY TRISTE, QUÉDATE
CONMIGO. El problema principal de estas dos lenguas recíprocamente
intraducibles es que el hecho de que usen las mismas palabras es totalmente
accidental y engañoso.
En fin, al menos una
conclusión interesante de esta diferencia de comunicación, o mejor dicho, de interpretación
de los idiomas diferentes que hablan el hombre y la mujer, Costanza Miriano la
ejemplifica así: Si una tiene necesidad
de una pequeña confidencia íntima y profunda acerca de esa leve tristeza que
probablemente oscurece un poco el fondo de su corazón, mientras expone sus más
profundos pensamientos ha de evitar usar expresiones tales como: “Tengo una
preocupación que va y viene, continua, como la gota de un grifo que pierde agua
en el lavabo”, porque él se levantará e irá a arreglar el grifo: esta es su
forma de escuchar, hacerse útil de modo práctico. Ninguna mujer con sentido
común se desahoga con el marido para que le responda:”Querida mía, eres una
mujer maravillosa”. Para eso están las amigas.
Bueno, por hoy nos quedamos
aquí. Juzguen ustedes si tiene razón la autora o si exagera… En mi humilde
opinión experiente, pienso que da en el blanco, qué quieren que les diga.
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