Les cuento que
desde hace unos diez días estoy releyendo algo que quiero compartir con
ustedes. Hubo un tiempo en que trataba de “estar al día” en el capítulo de
lecturas, atendiendo al menos a lo que se estaba publicando en los campos que
tienen que ver con mi “quehacer profesional”, es decir, con la teología, con
libros de vida espiritual, en primer lugar, y después, pero menos, relacionados
con la literatura y el periodismo.
De un tiempo a esta
parte –debe ser un síntoma no sé si de madurez o de vejez nomás- trato de
volver a leer libros o capítulos de libros que en su momento me “llegaron” en
especial. Y ayer mismo, sin ir más lejos, estuve repasando unos pensamientos
que responden a un tema que a todos nos toca muy de cerca, como es el tema del
dolor, del sufrimiento.
Todos los días
tenemos conocimiento de sufrimientos ajenos que nos hacen sufrir, o sufrimos
personalmente, ya sea físicamente o espiritualmente. Por supuesto que están
incluidos aquí tantos actos de violencia como se dan en nuestra sociedad y en
el mundo. Pero cuando percibimos la cercanía del dolor en personas muy queridas
y en otras que no conocemos pero que, por sus duras historias personales, también
nos afectan, queremos encontrar respuestas.
En este marco, las
palabras que releí ayer dicen así: La grandeza de la
humanidad (es decir, de ser hombres
o mujeres) está determinada esencialmente por su
relación con el sufrimiento y con el que sufre. Esto es válido tanto para el
individuo como para la sociedad. Una sociedad que no logra aceptar a los que
sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento
sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e
inhumana. A su vez, la sociedad no puede aceptar a los que sufren y sostenerlos
en su dolencia, si los individuos mismos no son capaces de hacerlo y, en fin,
el individuo no puede aceptar el sufrimiento del otro si no logra encontrar personalmente en el sufrimiento un sentido, un
camino de purificación y maduración, un camino de esperanza.
Todo esto me pareció
realmente iluminador. Y tan profundo que lo dejo por aquí para seguirlo mañana.
(No piensen que estoy tan gagá que me olvidé de decirles el autor que cité; lo
que pasa es que seguiremos con él).
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