Voy directamente al tema del dolor, del
sufrimiento, de hacerlo mío aliviándolo mediante el consuelo. Nuestro autor se pregunta
con razón: pero ¿el otro es tan
importante como para que, por él, yo me convierta en una persona que sufrimiento? Y se responde afirmativamente,
porque, dice, el hombre tiene un valor tan grande para Dios que se hizo hombre para
poder com-padecer Él mismo con el hombre, de modo muy real, en carne y sangre,
como nos manifiesta el relato de la Pasión de Jesús. Dios es nuestro
consuelo, porque Él mismo ha compartido el sufrir y el padecer. Y de esta certeza es de donde se nutre el
consuelo y se enciende la estrella de la esperanza.
¡Cuántas canciones de nuestro folklore hablan de
la estrella! Yo busco una estrella que
alumbre mi vida, recuerdo una; andaré
la huella, siguiendo una estrella, dice otra; y muchas más. En definitiva, todos
necesitamos consolación en las dificultades más o menos grandes y agradecemos a
la persona que nos da consuelo, tantas veces sin decir nada: “gracias por estar”,
nada más que “por estar”… Pero en las pruebas
verdaderamente graves, en las cuales tengo que tomar mi decisión definitiva de
anteponer la verdad al bienestar, a la carrera, a la posesión, el consuelo
sólo puede provenir de la seguridad de una esperanza definitiva. Dice nuestro
autor: Los santos pudieron recorrer el
gran camino del ser hombre del mismo modo en que Cristo lo recorrió antes de
nosotros, porque estaban repletos de la gran esperanza.
El autor es Benedicto XVI, en la encíclica sobre la esperanza cristiana, Spe salvi, que
vale la pena leer y meditar serenamente. Algunos de los temas que trata en ella
son: La vida eterna – ¿qué es? ¿Es individualista la esperanza
cristiana? La verdadera fisonomía de la esperanza cristiana…. Hay algunas partes de
la encíclica que son más académicas, quizás no fáciles de leer, pero quise hacerle un poco de propaganda, presentando algo
de ella en estas tres sesiones, porque pienso que muchas personas viven en su hoy
con amargura, o tratando de evitar el dolor a toda costa, escondiendo el miedo
de plantearse preguntas definitivas… Pienso que más que nunca debemos ser
hombres y mujeres que viven de esperanza y saben transmitir esperanza, ¿no
creen?
No hay comentarios:
Publicar un comentario