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sábado, 12 de agosto de 2017

¿POR QUÉ SUFRIR? (y 3)

Voy directamente al tema del dolor, del sufrimiento, de hacerlo mío aliviándolo mediante el consuelo. Nuestro autor se pregunta con razón: pero ¿el otro es tan importante como para que, por él, yo me convierta en una persona que  sufrimiento? Y se responde afirmativamente,  porque, dice, el hombre tiene un valor tan grande para Dios que se hizo hombre para poder com-padecer Él mismo con el hombre, de modo muy real, en carne y sangre, como nos manifiesta el relato de la Pasión de Jesús. Dios es nuestro consuelo, porque Él mismo ha compartido el sufrir y el padecer. Y de esta certeza es de donde se nutre el consuelo y se enciende la estrella de la esperanza.



¡Cuántas canciones de nuestro folklore hablan de la estrella! Yo busco una estrella que alumbre mi vida, recuerdo una; andaré la huella, siguiendo una estrella, dice otra; y muchas más. En definitiva, todos necesitamos consolación en las dificultades más o menos grandes y agradecemos a la persona que nos da consuelo, tantas veces sin decir nada: “gracias por estar”, nada más que “por estar”… Pero en las pruebas verdaderamente graves, en las cuales tengo que tomar mi decisión definitiva de anteponer la verdad al bienestar, a la carrera, a la posesión, el consuelo sólo puede provenir de la seguridad de una esperanza definitiva. Dice nuestro autor: Los santos pudieron recorrer el gran camino del ser hombre del mismo modo en que Cristo lo recorrió antes de nosotros, porque estaban repletos de la gran esperanza.

El autor es Benedicto XVI, en la encíclica sobre la esperanza cristiana, Spe salvi, que vale la pena leer y meditar serenamente. Algunos de los temas que trata en ella son: La vida eterna – ¿qué es? ¿Es individualista la esperanza cristiana? La verdadera fisonomía de la esperanza cristiana…. Hay algunas partes de la encíclica que son más académicas, quizás no fáciles de leer, pero quise hacerle un poco de propaganda, presentando algo de ella en estas tres sesiones, porque pienso que muchas personas viven en su hoy con amargura, o tratando de evitar el dolor a toda costa, escondiendo el miedo de plantearse preguntas definitivas… Pienso que más que nunca debemos ser hombres y mujeres que viven de esperanza y saben transmitir esperanza, ¿no creen?




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