En este 11 de agosto,
fiesta de santa Clara, mis felicitaciones a quienes llevan este nombre de una
mujer excepcional, que siguió las huellas de san Francisco de Asís, y que nos
introduce en el tema que veníamos tratando.
El autor que citaba ayer escribió
esto, que fue encarnado de una forma extraordinaria precisamente por santa
Clara: La grandeza de la humanidad (es decir, de ser hombres o mujeres) está
determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que
sufre. Esto es válido tanto para el individuo como para la sociedad. El
individuo no puede aceptar el sufrimiento del otro si no logra encontrar personalmente en el sufrimiento un sentido, un
camino de purificación y maduración, un camino de esperanza.
Dice también: aceptar al otro que sufre significa asumir
de alguna manera su sufrimiento, de modo que éste llegue a ser también mío.
Y entonces explica que hacerlo mío significa practicar el consuelo. ¿Saben de
dónde viene el verbo CONSOLAR? Quiere decir compartir la soledad de otro, que
al estar compartida deja de ser soledad.
¿No les parece que
debemos practicar más y mejor el consuelo? San Pablo entendió sobre esto, mucho
más que santa Clara. Fíjense cómo empieza su segunda carta a los cristianos de Corinto: Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de las misericordias y Dios de toda consolación,
que nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros
seamos capaces de consolar a los que se encuentran en cualquier tribulación,
mediante el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios. Porque,
así como abundan en nosotros los padecimientos de Cristo, así abunda también
nuestra consolación por medio de Cristo. Porque si somos atribulados, es para
consuelo y salvación de ustedes; si somos consolados, es para consuelo de
ustedes, que muestra su eficacia en la paciencia con que soportan los mismos
sufrimientos que nosotros. Y es firme nuestra esperanza acerca de ustedes,
porque sabemos que así como son solidarios en los padecimientos, también lo
serán en la consolación." (2 Cor 1, 3-7).
Consolación, consuelo,
consolado… Les propongo escuchar de nuevo este texto o ir a leerlo directamente
en el Nuevo Testamento y contar cuántas veces las usa.
Vuelvo al principio.
Nuestro autor decía: aceptar al otro que
sufre significa asumir de alguna manera
su sufrimiento, de modo que éste llegue a ser también mío. Aceptar su
sufrimiento y consolarlo haciéndolo mío.
1 comentario:
gracias por publicar todos los dias algo nuevo para meditar ☺
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