Ayer de tarde había salido a
hacer una gestión, aquí, en Minas, y tenía en la cabeza el tema de la
fortaleza, del que venimos hablando en estos días. Lo insólito fue que, al dar
vuelta una esquina me encontré nada menos que con un elefante… Pensé: ¡este sí
que es ejemplo de fortaleza! Le saqué una foto.
Se dan cuenta de que, en
realidad, una cosa es la fuerza bruta y
otra muy distinta la fortaleza. Por eso hay flacos incapaces de levantar una
pluma y tienen una fortaleza extraordinaria, y al revés… Y, por lo que hablábamos
ayer -tenemos una naturaleza humana con un fallo de fábrica, por así decir- es
necesario que cada uno se dedique a la “doma” de uno mismo y que los padres de
familia eduquen a sus hijos de manera que crezcan derechos. No hay que olvidar que
“árbol que nace torcido, nunca su tronco endereza”.
En el libro LA EDUCACIÓN DE LAS VIRTUDES HUMANAS Y SU
EVALUACIÓN, el profesor David Isaacs dice algo que hace pensar: “los hijos necesitan saber que su vida sirve
para algo; que cada persona tiene una misión intransferible de glorificar a
Dios. Cada persona puede y debe amar, salir de sí, servir a los demás,
superarse personalmente para trabajar mejor. El que es egoísta, que busca nada más
que el placer, no tiene motivos para desarrollar la fortaleza porque es
indiferente al bien”.
Es esencial que los padres
enseñen a sus hijos cómo desarrollar una vida buena y no una buena vida. Dice Isaacs:
“si educamos a nuestros hijos a
esforzarse, a dominarse, pero no les enseñamos lo que es bueno, pueden acabar buscando lo malo con una gran eficacia”.
Pienso que tiene mucha razón. Hoy
por hoy, hay chicos y chicas que dedican bastante tiempo en la semana a ir al
gimnasio a “hacer fierros”, como se dice, a mejorar la forma; que se empeñan en
sus entrenamientos de rugby con una devoción y un sacrificio casi religiosos… y
nada más, como si eso fuera un fin en sí mismo. Si se les propone hacer algo
por los demás gratuitamente, dedicarles un tiempo a otras personas,…, se achican, se acobardan. Son muy fuertes, pero no
tienen fortaleza.
Al empezar el capítulo
dedicado a esta virtud, Isaacs describe así la virtud de la fortaleza: “En situaciones ambientales perjudiciales a
una mejora personal, la fortaleza resiste las influencias nocivas, soporta las molestias y
se entrega con valentía en caso de poder influir positivamente para vencer las
dificultades y para acometer empresas grandes”. Hay mucho para meditar en
esta definición de la virtud cardinal de la fortaleza. Seguiremos.
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