Veníamos hablando de fortaleza,
y hoy, 29 de agosto, recordamos en la Iglesia el mayor ejemplo de esta virtud:
hoy es la conmemoración del martirio de Juan el Bautista.
Jesús dijo que ningún hombre
fue más grande que Juan el Bautista, ¡qué elogio! Con palabras de hoy, yo diría
que es el ejemplo exacto de lo “políticamente incorrecto” y que tenemos que
aprender de él a dar la vida, si es necesario, por la fidelidad a su conciencia, formada en la santa ley
de Dios.
¿Cuál fue el problema? Leo el
evangelio de la Misa de hoy: Herodes había mandado
apresar a Juan y le había encadenado en la cárcel a causa de Herodías, la mujer
de su hermano Filipo; porque se había casado con ella y Juan le decía a
Herodes: «No te es lícito tener a la mujer de tu hermano». Herodías lo odiaba y
quería matarlo, pero no podía: porque Herodes tenía miedo de Juan, ya que se
daba cuenta de que era un hombre justo y santo. Y lo protegía y al oírlo le
entraban muchas dudas; y le escuchaba con gusto. Cuando llegó un día propicio,
en el que Herodes por su cumpleaños dio un banquete a sus magnates, a los
tribunos y a los principales de Galilea, entró la hija de la propia Herodías,
bailó y gustó a Herodes y a los que con él estaban a la mesa. Le dijo el rey a
la muchacha: —Pídeme lo que quieras y
te lo daré. Y le juró varias veces: —Cualquier cosa que me pidas te daré, aunque sea la mitad de
mi reino. Y, saliendo, le dijo a su madre: —¿ Qué le pido? —La cabeza de Juan el Bautista — contestó ella. Y al
instante, entrando deprisa donde estaba el rey, le pidió: —Quiero que enseguida me des en una bandeja la cabeza de Juan
el Bautista. El rey se entristeció, pero por el juramento y por los comensales
no quiso contrariarla. Y enseguida el rey envió a un verdugo con la orden de
traer su cabeza. Éste se marchó, lo decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en
una bandeja, y se la dio a la muchacha y la muchacha la entregó a su madre.
Cuando se enteraron sus discípulos, vinieron, tomaron su cuerpo muerto y lo
pusieron en un sepulcro. (Mc , 17-29).
Creo que no hace falta hacer ningún comentario
o, quizás, son tantos los comentarios que despierta el relato que es preferible
no hacer ninguno… Juan es ejemplo de integridad hasta el final, de coherencia
completa. Hoy, con los criterios al uso, tan difundidos, quizás saltarían
comentarios de este estilo: ¿y por qué no
se calló la boca, y para qué se metió en líos? Dejá, que cada uno haga lo que
le parezca…
En el siglo XV tenemos a un santo que terminó
su vida igual que san Juan Bautista. Fue Santo Tomás Moro; es el patrono de los gobernantes y los
políticos. Hay una película formidable, que ganó el Oscar, Un hombre para la eternidad, la recomiendo. Estudió en Oxford y en
Londres, fue un gran abogado y humanista. De gran prestigio profesional, en la
Corte le piden su colaboración, y luego es elegido Canciller del Reino. Pero
cuando Enrique VIII, con presiones y sobornos consigue la anulación de su
matrimonio con Catalina de Aragón, Tomás Moro renuncia a su cargo intuyendo que
eso le costará muy caro.
Se niega a firmar el Acta de Sucesión y de Supremacía, por la que el
rey se proclama Cabeza de la Iglesia Anglicana. Moro acata la autoridad civil
del rey, pero no quiere ser infiel a su conciencia. Poco después es juzgado y
encerrado en la Torre de Londres; muchos le piden que firme, que ceda, aunque
sea disimulando, pero su conciencia no se lo permite. Fue decapitado, como Juan
el Bautista. Seguiremos.
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