Mañana, 16 de julio, es la fiesta de Nuestra Señora del
Carmen, y a Ella le encomiendo de modo particular a todos los PADRES de nuestro
país.
Ayer, tomando el ejemplo
de san Camilo, que sintió mucho la ausencia de su madre y de su padre en su
educación, les decía que seguiríamos hablando de esto. En el Día del Padre, que
celebramos mañana, quisiera referirme a la importancia que tienen los papás en
la educación de sus hijas. Esto se me presentó con especial fuerza después de
leer, hace ya algunos años, un libro que no dudo en recomendarles. Se titula
PADRES FUERTES, HIJAS FELICES, y su autora es la doctora Meg Meeker, médico
norteamericana, madre de familia y con mucha experiencia en el trato con
adolescentes. (El libro de la doctora Meeker está en Amazon, en su versión digital
y vale mucho la pena leerlo).
En su libro, la doctora
Meeker cuenta muchas experiencias de su consulta. Por ejemplo:
A los 18 años Ana se fue de su casa para estudiar en una
prestigiosa universidad americana. Durante el primer curso todo marchó
sobre ruedas: hizo muchas amigas y sacó buenas calificaciones. Pero después la
cosa se torció. Empezó a beber demasiado, dejó de asistir a clase y al
final fue expulsada de la universidad.
Al volver a su casa, su
madre se mostró inflexible. “Te has comportado estúpidamente, le dijo. Has
arrojado tu futuro por la ventana. Has avergonzado a tu familia”. En mitad de
la bronca, su padre se acercó a Ana y le dijo al oído: “¿Te encuentras bien,
hija?. Ella se echó a llorar”.
“No se puede imaginar cómo me
afectó aquello, le explica Ana a la doctora Meeker. Eso pasó hace treinta años, pero el amor que
siento por mi padre en este momento es algo tan fresco y tan reciente como lo
fue entonces… supe que era a mí y no a los logros que pudiera alcanzar a quien
realmente amaba”.
El subtítulo del libro PADRES FUERTES, HIJAS
FELICES es Diez secretos que todo padre debería conocer. Cada uno de los
capítulos es uno de los “secretos”. Leo solamente los títulos: Usted es el
hombre más importante de su vida. Ella necesita un héroe. Usted es su primer
amor. Enséñele humildad. Protéjala y defiéndala. Pragmatismo y firmeza. Sea
usted el hombre que quisiera para marido de su hija. Enséñele a conocer a Dios.
Enséñele a luchar. Unido a ella.
De entrada un padre puede pensar que no es fácil
lo que se pretende de él. Es verdad, tiene toda la razón, pero la dificultad se
resuelve en facilidad si cuenta con la gracia de Dios y el empeño en formarse
para ser un buen padre: es necesario leer, consultar y poner en práctica.
La experiencia me dice que hay padres cómodos
que tienen muy asumido este silogismo: “es imposible entender a las mujeres; mi
hija es mujer; en consecuencia, que se encargue su madre educarla”. Eso, además
de comodidad es una gran cobardía.
Es verdad que con los
varones es más fácil entenderse: ver juntos un partido de fútbol, casi no decir
nada y estar muy a gusto los dos. Pero con ellas es diferente. La doctora
Meeker dice: “esté donde esté, asegúrese de que ella
percibe que usted se da cuenta de que está a su lado, hágale preguntas,
escúchela. Las mujeres odian el sentirse invisibles”.
En otro momento escribe: “Permítanme que les cuente un
secreto sobre las hijas de todas las edades: les gusta presumir de lo duro que
son sus padres, y de lo estricto y exigentes que son con ellas. ¿Por qué? Porque esto les permite hacer notar lo mucho que ellos las
quieren”.
Y en otro lugar escribe: “Por lo que se refiere a inculcarles sus
creencias, tampoco tengan miedo a hablarles de Dios. Si usted no le proporciona
una guía a su hija, ella buscará las respuestas por su cuenta y la autoridad de
Usted quedará suplantada por otra persona. Su hija necesita a Dios por dos
razones: porque necesita ayuda y porque necesita
esperanza. Él le proporciona esa ayuda y le promete que el
futuro será mejor”
Los dejo por hoy.
Me pasé en el tiempo, pero el Día del Padre es solamente una vez al año y este
tema requiere la mayor atención. Créanme, papás, que rezo por ustedes.
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