En este 20 de julio quisiera
transmitirles algo realmente importante, que me vino a consecuencia de un
recuerdo. Fue hace muchos años, saliendo yo de la consulta de un dentista, en
el centro de Montevideo. Cuando fui a subir al auto, estaba apurado porque tenía
que llegar a no sé qué sitio. Y ya estaba arrancando el auto, cuando una
chiquilina, 8 o 9 años, se me acercó a la ventana y sin más me soltó: - Quiero
que me enseñes a rezar. Me sorprendió, le pregunté por qué o algo así… Y
solamente repitió: - Quiero que me enseñes a rezar. Le dije que estaba apurado,
le pregunté si ella estaba ahí todos los días, me dijo que sí… - Entonces el
martes que viene, que vuelvo por aquí, te enseño. Y me fui. Cuando volví la
semana siguiente, nunca más la encontré.
Es un cargo de conciencia que
tengo. Y de alguna manera quiero responderle a aquella criatura, que hoy será
una mujer.
Pienso que todos los que
escuchan esto, de alguna manera rezan. Pero escuchen lo que dice san Pablo: “recen sin interrupción” (1 Tes 5, 17). ¿Será
posible esto? Es posible; créanme, que conozco a no pocas personas que intentan
hacerlo. Y lo intentan, recurriendo a la intercesión de los santos y buscando
modos de acordarse más de Dios cada día.
Un ejemplo que a mi me ha
servido mucho. En 1939, san Josemaría viajó hasta un pueblito de La Mancha, Daimiel,
para conocer a una chica que hoy está en proceso de canonización: se llamaba
Dolores Fisac, Lola Fisac. Ella contó que al terminar de hablar con san Josemaría,
este le aconsejó que para ir tomando familiaridad con las cosas de Dios (san
Pablo también escribió “busquen las cosas
de arriba, las cosas del cielo” (Col 3, 1) dedicara cada día de la semana a
una devoción: en concreto le dijo: los Domingos, la Santísima Trinidad; los
lunes, las almas del purgatorio; los martes, los Ángeles Custodios, los miércoles,
san José; los jueves, la Eucaristía; los viernes, la Pasión del Señor; los sábados,
la Santísima Virgen.
Esta es una posibilidad entre
muchas otras, para ir aumentando nuestra presencia de Dios, para aprender a
rezar continuamente. Hoy es Jueves. Hoy me propongo poner especial atención
para agradecerle a Jesús su presencia en los sagrarios de las iglesias. Le voy
a decir 5 veces, o 10 o las que sea, que quisiera recibirlo en la Comunión cada
día con más amor: esto se llama hacer la Comunión espiritual. Puedo utilizar
una fórmula conocida, puedo decirle lo que me salga del corazón. Y ver al
llegar el final del día cómo fue la cosa. Y tratar de superarme al día
siguiente…
Quiero que me enseñes a rezar…
me dijo aquella criatura. Bueno, vayamos por este camino, que está bien
experimentado. Seguiremos mañana.
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