Hoy es la fiesta de
San Ignacio de Loyola, que nació en 1491 y falleció el 31 de julio de 1556 y es
el fundador de la Compañía de Jesús, los jesuitas. Uno de ellos es Jorge
Bergoglio, el Papa Francisco. Es un día, el de hoy, para encomendarlo
particularmente a san Ignacio de Loyola. El Papa pide constantemente que
recemos por él.
Y es también un día
muy adecuado para pensar en el lema que adoptó san Ignacio para él y su Compañía: Ad maiorem Dei gloriam, abreviado en el
conocido AMDG: PARA LA MAYOR GLORIA DE DIOS. ¿Qué quiere decir? La respuesta,
por contraste, la encontramos en el evangelio de san Juan, cuando se refiere a
las reacciones que provocó Jesús: “creyeron
en él incluso muchos de los judíos principales, pero no lo confesaban a causa
de los fariseos, para no ser expulsados de la sinagoga, porque amaron más la gloria de los hombres que la gloria de Dios”
(11, 42s).
Creo que no hace
falta dar más explicaciones. Todos entendemos qué es la “gloria”: la aprobación,
el aplauso, el prestigio, la fama… Y pienso también que todos vivimos expuestos
a dejarnos llevar por esa búsqueda de la aprobación, el aplauso, etcétera, de los demás, sin tener en cuenta qué es lo
que a Dios le agrada: podemos llegar, de hecho, a la misma negación de la fe en
Jesucristo, por el miedo al que dirán…
Hoy se habla con
frecuencia de lo que es “políticamente correcto”. Le pregunté al Dr. Google qué
significa exactamente eso y me respondió lo políticamente
correcto es un concepto utilizado para describir lenguaje, ideas
políticas o comportamientos con los que se procura
minimizar la posibilidad de ofensa hacia grupos étnicos, culturales o religiosos.
Pienso que es una definición que habría que matizar bastante. Piensen ustedes
en esos matices…
En todo caso, nos importa mucho subrayar la
obligación que tenemos, en conciencia, de buscar en primerísimo lugar y siempre
y en todo, la gloria de Dios, la mayor gloria de Dios. La razón es muy
sencilla: somos hijos de Dios, no nos pertenecemos. Le pregunto a san
Pablo, que sabe mucho más que el Dr. Google, y él me dice: “Tanto si comen como si beben, háganlo todo para gloria de Dios” (1
Cor 10, 31).
Por eso, qué bueno
es empezar cada día ofreciéndolo a Dios, y renovar ese ofrecimiento de amor al
empezar un trabajo, al terminarlo…
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