Hoy es la fiesta del apóstol Santiago, Patrono de
España, y el primer apóstol mártir; a él nos encomendamos.
Permítanme un recuerdo personal. Cuando yo tenía 10
años, quizás 11, y un año más mi hermano Carlos, que en paz descanse, un sábado
de tarde mi padre cerró la puerta del escritorio en mi casa, y nos explicó con gran
delicadeza y claridad cuál era el origen de la vida, cómo venían los hijos al
mundo, por dónde salían del vientre de la madre… Nos quedó todo muy claro, a mi
hermano y a mí, y a la vuelta de tantos años siempre le agradezco a Dios y a mi
padre aquella conversación, cuando estábamos entrando en la edad de la
curiosidad por saber más acerca del precioso misterio de la vida.
Lo que hizo mi padre aquella tarde fue también una
lección de obediencia a lo que siempre ha enseñado la Iglesia: la educación sexual es un derecho y deber
fundamental de los padres y, con palabras de Juan Pablo II, “debe realizarse siempre bajo su
dirección solícita, tanto en casa como en los centros educativos elegidos y controlados por ellos. En este sentido la Iglesia reafirma
la ley de la subsidiariedad, que la escuela tiene que observar cuando coopera
en la educación sexual, situándose en el espíritu mismo que anima a los padres” (Fam. Cons. N. 37).
En
otras palabras, los padres no pueden delegar en la escuela lo que es un deber
fundamental de ellos, más aún hoy, cuando vivimos bajo la “dictadura del
relativismo”, en expresión de Benedicto XVI, en la que no hay lugar para las
normas morales. Decía también Juan Pablo II: «Por los vínculos estrechos que hay entre la dimensión sexual de la
persona y sus valores éticos, esta
educación debe llevar a los hijos a conocer y estimar las normas morales como
garantía necesaria y preciosa para un crecimiento personal y responsable en la
sexualidad humana. Por esto la
Iglesia se opone firmemente a un sistema de información sexual separado de los
principios morales y tan frecuentemente difundido, el cual no seria más que
una introducción a la experiencia del placer y un estimulo que lleva a perder
la serenidad, abriendo el camino al vicio desde los años de la inocencia».
Entiendo
que hay padres y madres a los que les cuesta especialmente hablar de la
sexualidad con sus hijos, pero es un deber hacerlo: ¿no los vacunan contra la
gripe?, ¿no cuidan si están sanos o enfermos?, ¿no les hacen recomendaciones de
todo tipo?... Habrá quizás que preguntar, informarse, sacar experiencias de
otros padres…, pero no dejar de cumplir un deber esencial.
Por
lo demás, ¿cuál es la concepción de la persona que tienen tantos manuales de
educación sexual, promovidos y financiados por organismos internacionales
interesados en difundir la ideología de género, como veíamos ayer?
Piénselo cada uno, después de leer algunas páginas, no más, de la PROPUESTA de la que hablamos ayer. (Las ACTIVIDADES del final no tienen desperdicio, para enterarse de lo que pretende la IDEOLOGÍA DE GÉNERO).
1 comentario:
Analizando la propuesta a fondo, llama la poderosamente la atención que mientras la palabra "género" se usa más de 80 veces, en un documento cuyo fin es la educación sexual, la palabra amor no figura, salvo como parte de la expresión "hacer el amor". ¿Como podria haber consenso entre esta propuesta y una institución que tiene como uno de sus fines principalisimos establecer en la Tierra la cultura del Amor?
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