En este 29 de julio quiero
felicitar a cada una de las Martas o Marthas, porque hoy la fiesta de una mujer
especialmente admirable y envidiada, porque junto con su hermana, María, y su
hermano Lázaro, tuvo el privilegio de ser amiga de Jesús, de recibirlo en
muchas ocasiones en su casa de Betania, muy cerca de Jerusalén, de servirlo…
Dice san Juan en su evangelio:
“Jesús amaba a Marta, a su hermana y a
Lázaro” (11, 5). Esto me parece fantástico y nos llena de alegría. Fíjense
que, así como del carácter de Lázaro no sabemos nada, de Marta y de su hermana,
María, sí que sabemos. Marta era muy activa, estaba en las cosas de la casa, se
preocupaba de atender enseguida a Jesús cuando llegaba sin avisar (entonces no
había Whatsapp), y seguramente venía con sus 12 apóstoles, eran 13 hombres para
comer… (Es verdad que entonces la vida era más sencilla, pero igual…).
Un día de esos, Marta recibió
un cariñoso reproche de Jesús. Llega el Señor y ella ve que su hermana, María,
se sienta embelesada a sus pies y se pone a escucharlo… Marta pierde el control y dice textualmente el
evangelio que se puso delante de Jesús y le dijo: “Señor, ¿no te importa nada que mi hermana me deje sola en el trabajo
de la casa? ¡Dile que me ayude!” (Lc 10, 39s). Jesús se sonrió ante la intervención
destemplada de Marta, y le respondió con gran cariño: “Marta, Marta, tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. En
verdad, una sola cosa es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será
quitada”. En definitiva, María, que seguramente tendría que haber estado
ayudando a su hermana, no había olvidado lo esencial: tener a Jesucristo como
centro de su vida y de su atención. Me parece que Jesús no alaba toda su
conducta, sino lo principal: su amor.
En otra oportunidad se ve
también muy claramente qué distintas eran las dos hermanas. Lázaro, el hermano,
se había enfermado. Y le mandaron un aviso a Jesús, que es toda una lección de
fe y de oración: “Señor, el que amas está
enfermo” (Jn 11, 20ss). No le piden nada, sólo expresan algo importante,
que les preocupa. Me parce un modo de oración formidable. Cuando Jesús llega a
Betania, Marta es la que le sale al encuentro. Dice san Juan que María, en
cambio, se quedó en su casa, acompañada en su dolor por muchos amigos, porque
Lázaro había muerto…
Bueno, cada uno puede agarrar
el evangelio de san Juan, en el capítulo 11, e imaginar lo que pasó: qué dijo
Jesús, cómo lo dijo, qué hizo después… Yo quería subrayar solamente
ese “Jesús amaba a Marta, a María y a
Lázaro”, a cada uno con su propio modo de ser… No pocas veces nos
preocupamos pensando “yo debería ser de otra manera: más paciente, más cordial, menos así, más asá”… Tratando cada
uno de mejorar en su amor a Dios y a los demás, no puede olvidarse que en el
evangelio no dice “Jesús amaba menos a Marta porque era demasiado
activa”… Dios nos quiere a cada uno como somos. No me puedo olvidar algo que le
escuché una vez a san Josemaría: “Dios llega a amar nuestros defectos, si
luchamos por superarlos”.
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