¡Jesús ha resucitado,
Jesucristo vive para siempre! Nos llena de alegría esta certeza, eje de la fe
de la Iglesia. Y Jesús quiso –cosa bien natural- que su Madre, Santa María, que
compartió con Él el dolor indecible de la Cruz, compartiera también con Él la
alegría inefable de la Resurrección: María fue llevada en cuerpo y alma al
Cielo, otra verdad de nuestra que celebramos en la Iglesia el 15 de agosto.
Pero
queremos saber más y nos preguntamos: ¿cuánto tiempo permaneció la Virgen
Santísima en la tierra, antes de ir al Cielo? No lo sabemos, no dice nada al
respecto la Sagrada Escritura. Pero, como afirman distintos autores, es bien
posible que hayan sido unos cuantos años, quizás quince.
Fue
entonces cuando empezó la “vida pública” de María. Ella experimentó la alegría
de ver cómo prendía en muchos corazones la enseñanza de su Hijo, pero también
debió pisar en sus mismas huellas… Explica un Padre de la Iglesia que la Virgen
no sólo
animaba y enseñaba a los Santos Apóstoles y a los demás fieles a ser
pacientes y a soportar las pruebas, sino que era solidaria con ellos en sus fatigas, les sostenía en
la predicación, estaba en unión espiritual con los discípulos del
Señor en sus privaciones y suplicios, en sus prisiones. Así como
había tomado parte con el corazón traspasado en la Pasión de Cristo,
así sufría con ellos. Además, consolaba a estos dignos discípulos
con sus acciones, les confortaba con sus palabras, poniéndoles
como modelo la Pasión de su Hijo Rey. Les recordaba la recompensa
y la corona del Reino de los Cielos, la bienaventuranza y las
delicias por los siglos de los siglos.
Más aún, cuando Herodes
capturó a Pedro, el jefe de los Apóstoles, teniéndolo encadenado hasta el
alba, también Ella estuvo espiritualmente prisionera con él: la santa
y bendita Madre de Cristo participaba en sus cadenas, rezaba por él y
mandaba a la Iglesia que rezase. Y antes, cuando los malos judíos
lapidaron a Esteban, cuando Herodes hizo ajusticiar a Santiago, el hermano
de Juan, las persecuciones, sufrimientos y suplicios traspasaron el corazón
de la santa Madre de Dios: en el dolor de su corazón y con las lágrimas de
su llanto, era martirizada con él.
En nuestra
Diócesis de Minas, desde el 8 de Diciembre pasado, estamos celebrando un Año
Mariano, en el que queremos mirar con especial amor a la Virgen Santísima: para
aprender de Ella y para tratar de imitar su amor. La resurrección de Jesús nos llena de seguridad y esperanza. La
cercanía de su Madre y Madre nuestra constituye un ímpetu de fe en su
intercesión. Debemos imitar a los que compartieron con ella los años en los
que Jesús ya no estaba: Los Santos
Apóstoles le notificaban cualquier problema que se les presentase y de
Ella recibían propuestas y consejos sobre lo que debían hacer,
hasta el punto de que los que se encontraban próximos a Jerusalén
iban a verla. De vez en cuando, se acercaban a Ella y le informaban
de lo que habían hecho y de cómo habían predicado. Ellos
después hacían todo según sus orientaciones. (Vida de María, atribuida a San Máximo el Confesor). Hoy como ayer,
si la escuchamos, la Madre de la Iglesia hará notar su cercanía.
Deseo a todos
unas ¡Muy Felices Pascuas! Jesús ha resucitado y su Madre Santísima nos
acompaña.
Con mi bendición,
+ Jaime
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