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jueves, 20 de abril de 2017

EN LA FIESTA DE LA VIRGEN DEL VERDÚN




HOMILÍA FIESTA VIRGEN DEL VERDÚN 19 DE ABRIL 2017

Queridos hermanos todos que han venido un año más a visitar a la Virgen en su Santuario del cerro del Verdún: que Dios Nuestro Señor, por la intercesión de la Madre de Jesús y Madre nuestra, los bendiga en abundancia.

El domingo pasado celebramos en la Iglesia la verdad capital de nuestra fe: Jesucristo ha resucitado, vive para siempre, es nuestro Hermano Mayor y nuestro Amigo que nunca traiciona. Esta verdad es el fundamento de nuestra fe y de nuestra esperanza, y la celebramos en la Iglesia a lo largo de toda la semana, con la misma solemnidad y la misma alegría del Domingo de Pascua.

No es para menos. Como escuchamos en la lectura del Evangelio, Jesús no deja solos a sus amigos… Él fue a buscar a aquellos dos que estaban abatidos, desesperanzados…, se hizo el encontradizo con ellos. ¡Cuánto tenemos que aprender de la conducta de Jesús! No nos quedamos solamente en la contemplación de un episodio realmente entrañable, conmovedor, sino que tratamos de aplicar a nuestra vida, imitándolo, el comportamiento de Jesús resucitado.

IMITAR A JESÚS

Él fue a buscar a aquellos dos y les dedicó tiempo, un montón de tiempo para escucharles contar lo que le había sucedido a Él!... Fue Jesús quien provocó el sinceramiento de los dos discípulos: los ayudó, con su pregunta y su atención, a que desembucharan…

Una vez que lo hicieron, habló Jesús. Habló claro, los llamó “duros de corazón y de cabeza”… y se dirigió precisamente a su cabeza, a su inteligencia, para que entendieran por qué había ocurrido todo. En otras palabras, Jesús les hizo ver que era muy razonable creer lo que habían dicho las mujeres.

Jesús escucha y Jesús explica: ya vamos aprendiendo qué quiere decir “la Iglesia en salida” de la que tanto habla el Santo Padre Francisco: Emaús es el mundo entero, en el que abundan las personas  desesperanzadas, los que oyeron hablar de Jesucristo una vez pero después se olvidaron de Él; los que están encerrados en su agnosticismo, que tantas veces es consecuencia de la pereza de ponerse a estudiar si será verdad que Jesús es el Hijo de Dios…

CÓMO HABLAR

¿Cómo tendremos que hablar? Tenemos que hablar de tal manera que se produzca lo que experimentaron los dos de Emaús oyendo a Jesús: “¿No ardía acaso nuestro corazón mientras en el camino nos hablaba y nos explicaba las Escrituras?”…Con el mayor respeto a la intimidad de aquellos, las palabras de Jesús son convincentes, son razonables… No los convence haciendo un milagro, ni pretende que lo sigan ya mismo: cuando llegan al sitio, Él hizo además de que iba a continuar su camino. Ellos son los que le piden “Quédate con nosotros”.

Vamos a encomendarle a la Santísima Virgen que de esta fiesta del Verdún salgamos con un propósito de salir al encuentro de tantos amigos y parientes que esperan que les hablemos sinceramente de Jesucristo, de sus enseñanzas, de su resurrección. Que la Virgen nos enseñe a saber escuchar, a poner atención a lo que nos dicen, a saber consolar, y también a hablar con claridad, sin miedo de tocar temas espirituales.

EL CORAZÓN DE MARÍA

Acudimos a Santa María porque Ella es nuestra Madre, es la herencia que nos dejó Jesús… En nuestra Diócesis de Minas estamos celebrando un AÑO MARIANO. Dentro de menos de un mes, en el mundo entero recordaremos con agradecimiento a la Madre de Jesús, que hace cien años se apareció a tres niños, en Portugal, para darles un encargo: “que los hombres dejen de ofender a Dios, a mi Hijo, que ya está demasiado ofendido”. Les pidió que rezaran el Rosario todos los días ara obtener el fin de la guerra, la primera guerra mundial. Y les mostró un instante el infierno, al que van quienes mueren en el pecado. Y les advirtió que, si los hombres no dejaban de ofender a Dios, vendría otra guerra peor que esa…Todo se cumplió, tremendamente…

Después de transcurrido un siglo, el estado del mundo no parece estar mejor: abunda la violencia, la muerte de tantos inocentes, la emigración de millones de hombres, mujeres y niños, de familias enteras que huyen a otros países por la guerra; y vemos que hay una corrupción generalizada en todos los órdenes de la sociedad, empezando por la corrupción de la misma institución familiar mediante ideologías y leyes que favorecen su corrupción, y legalizando el aborto y el consumo de drogas… El pecado, en definitiva, tiene carta de ciudadanía en tantos lugares de la Tierra.

En Fátima, la Virgen nos advirtió que rezáramos el Rosario… también nos pidió que sepamos hacer de las pequeñas contrariedades de cada día un ofrecimiento a Jesucristo, en desagravio por los pecados… Hoy renovamos este propósito.

El Papa Francisco, en nuestro Año Mariano, ha concedido la indulgencia plenaria, es decir, el perdón de la pena que merecemos por nuestros pecados, a todos los que lleguen al Verdún o a nuestra Catedral y después de rezar un rato pidiendo por la unidad de las familias y por las vocaciones, que tanta falta nos hacen, recen también por el Papa, el Credo, el Padrenuestro y el Avemaría, y se confiesen antes o después… ¡Aprovechemos esta gracia extraordinaria!

Tenemos que llenarnos de esperanza. Porque María Santísima nos dijo también estas palabras: AL FINAL, MI CORAZÓN INMACULADO TRIUNFARÁ. ¿Por qué medios conseguirá este triunfo? No hay triunfo sin esfuerzo, lo sabemos bien por el deporte; y todos tenemos la experiencia de la alegría que nos da subir al Verdún sudando un poco…

El Inmaculado Corazón de María es refugio nuestro y, al mismo tiempo, es una conquista que cada uno tiene que hacer en su propia vida: para aprender a querer más y mejor; para hacer realidad el dicho “obras son amores y no buenas razones”; para saber ofrecer un corazón limpio a Dios y a los demás. Todo esto lo encomendamos esta tarde a nuestra Madre Santísima, depositando en Ella nuestra esperanza y llamándola, ESPERANZA NUESTRA. María nos sonríe desde su imagen del Verdún. Que así sea.

  



sábado, 15 de abril de 2017

MENSAJE PASCUAL. LA VIDA PÚBLICA DE MARÍA.


¡Jesús ha resucitado, Jesucristo vive para siempre! Nos llena de alegría esta certeza, eje de la fe de la Iglesia. Y Jesús quiso –cosa bien natural- que su Madre, Santa María, que compartió con Él el dolor indecible de la Cruz, compartiera también con Él la alegría inefable de la Resurrección: María fue llevada en cuerpo y alma al Cielo, otra verdad de nuestra que celebramos en la Iglesia el 15 de agosto.

      Pero queremos saber más y nos preguntamos: ¿cuánto tiempo permaneció la Virgen Santísima en la tierra, antes de ir al Cielo? No lo sabemos, no dice nada al respecto la Sagrada Escritura. Pero, como afirman distintos autores, es bien posible que hayan sido unos cuantos años, quizás quince.   

      Fue entonces cuando empezó la “vida pública” de María. Ella experimentó la alegría de ver cómo prendía en muchos corazones la enseñanza de su Hijo, pero también debió pisar en sus mismas huellas… Explica un Padre de la Iglesia que la Virgen no sólo animaba y enseñaba a los Santos Apóstoles y a los demás fieles a ser pacientes y a soportar las pruebas, sino que era solidaria con ellos en sus fatigas, les sostenía en la predicación, estaba en unión espiritual con los discípulos del Señor en sus privaciones y suplicios, en sus prisiones. Así como había tomado parte con el corazón traspasado en la Pasión de Cristo, así sufría con ellos. Además, consolaba a estos dignos discípulos con sus acciones, les confortaba con sus palabras, poniéndoles como modelo la Pasión de su Hijo Rey. Les recordaba la recompensa y la corona del Reino de los Cielos, la bienaventuranza y las delicias por los siglos de los siglos. 

      Más aún, cuando Herodes capturó a Pedro, el jefe de los Apóstoles, teniéndolo encadenado hasta el alba, también Ella estuvo espiritualmente prisionera con él: la santa y bendita Madre de Cristo participaba en sus cadenas, rezaba por él y mandaba a la Iglesia que rezase. Y antes, cuando los malos judíos lapidaron a Esteban, cuando Herodes hizo ajusticiar a Santiago, el hermano de Juan, las persecuciones, sufrimientos y suplicios traspasaron el corazón de la santa Madre de Dios: en el dolor de su corazón y con las lágrimas de su llanto, era martirizada con él.

      En nuestra Diócesis de Minas, desde el 8 de Diciembre pasado, estamos celebrando un Año Mariano, en el que queremos mirar con especial amor a la Virgen Santísima: para aprender de Ella y para tratar de imitar su amor. La resurrección de Jesús nos llena de seguridad y esperanza. La cercanía de su Madre y Madre nuestra constituye un ímpetu de fe en su intercesión. Debemos imitar a los que compartieron con ella los años en los que Jesús ya no estaba: Los Santos Apóstoles le notificaban cualquier problema que se les presentase y de Ella recibían propuestas y consejos sobre lo que debían hacer, hasta el punto de que los que se encontraban próximos a Jerusalén iban a verla. De vez en cuando, se acercaban a Ella y le informaban de lo que habían hecho y de cómo habían predicado. Ellos después hacían todo según sus orientaciones. (Vida de María, atribuida a San Máximo el Confesor). Hoy como ayer, si la escuchamos, la Madre de la Iglesia hará notar su cercanía.

      Deseo a todos unas ¡Muy Felices Pascuas! Jesús ha resucitado y su Madre Santísima nos acompaña.

Con mi bendición,

+ Jaime