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jueves, 26 de enero de 2017

EL PRELADO DEL OPUS DEI

Antes de llegar a Madrid, a las cinco de la madrugada, el capitán del avión nos comunicó que la temperatura era de 4 grados. Sobretodo, medias de lana, pullover, bufanda y gorra: estoy bien equipado. Dejamos de lado el sueño y vamos a la aduana.
         Presento el pasaporte y empieza un diálogo del todo inesperado: nunca antes ningún policía me había interrogado como en esta ocasión. Creo que preguntaba no tanto por deber profesional, sino por curiosidad.
-         De modo que usted va a Roma. ¿Por qué motivo?
-         Voy a participar en un congreso.
-         ¿Un congreso de qué?
-         Un congreso en el que se va a elegir al prelado del Opus Dei.
-         ¿Dónde será?
-         En Roma, como le dije.
-         Ah, el prelado del Opus Dei, ¿verdad?
-         Sí.
-         Oiga, ¿y qué es un prelado?
No esperaba esta pregunta, la verdad. Hablarle de etimologías o de historia eclesiástica o de derecho canónico…no, decididamente no. Opté por una respuesta vaga…
-         En la Iglesia, un prelado es una autoridad…
Me miró con cara de entender poco:
- Ah, bien.
Puso el sello en el pasaporte y ahí terminó la conversación, rigurosamente histórica, del viernes 20 de enero a las 5 de la mañana en el aeropuerto de Barajas.


Ya sabe todo el mundo que monseñor Fernando Ocáriz es el nuevo prelado del Opus Dei y, para el que quiera saber sobre él y sobre su elección, en la página web de la prelatura encontrará abundante información. Pero me gustaría destacar algo en relación con la autoridad del nuevo prelado.
Conozco a Don Fernando (así, Don, se llama a los sacerdotes en España, en Italia, en Francia…) desde 1967, cuando estudiábamos en Roma, si bien él iba un curso por delante. Villa Tevere, la sede central del Opus Dei, tenía entonces el carácter de un college internacional en el que convivíamos unos 120 alumnos y profesores de países tan exóticos como Japón… o como Uruguay. (Lo digo porque en estos días he vuelto a ver a Soichiro Nitta, el primero del Opus Dei de Japón, que en una felicitación de Navidad se refería al Uruguay, con cierta sorna, como “esas lejanas tierras”…).
En Villa Tevere convivíamos, es decir, compartíamos una vida, materialmente incómoda -en los cuartos, previstos para una persona, habitábamos cinco- compuesta de mil y una pequeñeces, que son la sal de la existencia. Aquellos fueron los años más felices de mi vida, y estoy seguro que Don Fernando comparte el mismo juicio.
El motivo era que Villa Tevere estaba llena de la presencia paterna de san Josemaría, que vivía pendiente de cada uno de sus hijos y de sus más pequeñas cosas, y que confiaba en nosotros del modo más completo.
Don Fernando tenía entonces 23 años; yo, uno menos. Él jugaba al fútbol con mucha clase; yo, tampoco. Con el tiempo se pasó al tenis y, aunque hoy le cuesta más llegar a las cortas, juega fuerte, juega en serio.
Después de un par de años junto a san Josemaría, a mí me llegó el triste momento del Arrivederci Roma… Fernando, sin embargo, fue una excepción: se quedó trabajando en Villa Tevere y, como por ósmosis, sin darse cuenta, siguió aprendiendo del fundador del Opus Dei –Padre, por sobre todas las cosas- cómo ejercer la autoridad en una familia extendida por los cinco continentes.
Cuando san Josemaría se fue al Cielo, el beato Álvaro del Portillo quiso que Fernando ocupara un puesto en el gobierno central de la prelatura. Don Álvaro, con su propio carácter, muy distinto de san Josemaría, fue la fidelidad en persona al espíritu que había recibido en herencia del fundador.
 Cuando monseñor Javier Echevarría sucedió a Don Álvaro, Don Fernando ocupó el cargo de Vicario general de la prelatura. Durante 22 años ha estado a su lado, ayudándolo, ocupándose de mil cosas y haciendo algo que no le entusiasma casi nada: viajar. (Tres veces estuvo en Montevideo, acompañando a Don Javier; recuerdo ahora el frío que pasó durante la tertulia del Palacio Peñarol…).
Don Fernando es un reconocido teólogo. Si por él fuera, descansaría en una biblioteca, estudiando. Pero…
El prelado tiene autoridad, sí, y ya se ve en qué consiste: Evangelio puro nomás.





viernes, 6 de enero de 2017

¡ÁBRETE, SÉSAMO!


Esas dos palabras mágicas, que en mi infancia (¡ahora lo veo!) eran una evidente invitación a la pereza (Alí Babá,¡qué fácil apoderarse de un tesoro sin trabajar!) fueron como el indulto de la sentencia de muerte de este blog.
 Pero antes de ir al relato quiero dar las gracias a no pocos lectores que, por distintos medios, me hicieron llegar no sólo su solidaridad frente a la injusticia  que me tocaba sufrir, sino que llegaron a darme posibles soluciones del problema: “quizás no hizo esto; intente de esta otra forma, puedo ir a Minas y ayudarlo”…
Algunas señoras, sobre todo, se movieron como sólo saben hacerlo las mujeres en situaciones desesperadas y, además de enviarme mensajes de aliento, hicieron sugerencias, removieron a otras y rezaron, me consta.
Por parte de los hombres, a su vez, tal vez refleja bien su propio modo de ver las cosas el mensaje de un ingeniero de sistemas, nada menos: después de expresar escuetamente su solidaridad (es una pena, escribió, refiriéndose a la posible muerte del blog), añadió: pero si Dios quiere podrá recomenzar el blog con otro nombre de dominio
Pienso que Dios quería que desdelverdun continuara con vida, seguramente movida su intervención por las oraciones a las que me referí. Hablo en serio, aclaro. Lo hago porque me encuentro con personas que no creen que Dios intervenga en menudencias como la que nos ocupa. Racionalizan a su antojo una intervención del Cielo y, a no ser que ella encaje en sus propios modos de pensar, no rezan, no piden y viven una fe tan escuálida que, de hecho, es como si no la tuvieran. Una verdadera pena.
 Pero vayamos a los hechos. Contra todo pronóstico (pido sentidas disculpas a Google), poco después de hacer pública la sentencia de muerte del blog, recibí una respuesta que me llenó de esperanza. Decía así:
Gracias por contactar a soporte de dominio. Nosotros solo asistimos con solicitudes de DNS para los dominios registrados por medio de Google Apps. Sin embargo no podemos asistir con la renovación de estos dominios. Es necesario contactar a Google Apps directamente para renovar su dominio.
¡Ah, qué bien, qué maravilla, esto empieza a aclararse! Me dirigí enseguida a la dirección electrónica que me indicaban… y mi gozo en un pozo: enlazaba con el mismo sitio en el que ya había intentado entrar 42 veces sin ningún éxito; el mismo que, si no recordabas la contraseña, te aseguraba que te enviarían una nueva al celular. y todavía estoy esperándola.
¿Qué hacer? Volví a escribir de nuevo la última contraseña que recordaba y, naturalmente, la máquina me respondió con un rotundo NO. Entonces, sin razón alguna razonable y como sin darme cuenta, escribí otra contraseña: una casi olvidada, vieja… ¿Por qué lo hice? No lo sé, no es lógico, no pensé en ella, llegó.
El caso es que, así como es inmediata la respuesta a una contraseña equivocada, cuando acertaste la máquina se toma unos segundos para leerla, tragarla, digerirla y dirigirte -¡alleluia!- al ansiado destino que buscabas. Esto es lo que ocurrió.
Una vez en el sitio todo fue coser y cantar (o piece of cake, si prefieren). ¿Por qué sentenciaron a mi blog? ¡Ah, mirá vos, quién lo hubiera dicho! ¿Y cuándo y cuánto es que no pagó? ¡Ah, mirá vos! ¿Entonces?...
Y colorín colorado… ¡Ábrete, sésamo! No, no sirve: lo que sirve es poner todos los medios humanos posibles… y rezar, no lo olviden. ¡Gracias! 

martes, 3 de enero de 2017

SENTENCIA DE MUERTE

            Así está este blog: sentenciado a morir el 6 de enero, salvo un indulto muy improbable.
          Hace tres semanas me llegó un aviso de G Suite (Google), que pensé era un spam y marchó a la papelera. Una semana más tarde volvió y anteayer nuevamente insistió: tu suscripción de registro de dominio para el dominio desdelverdun.org se ha suspendido por motivos relacionados con los pagos. Este dominio no se renovará el 6 de enero de 2017 hasta que se actualice la información sobre el pago y se active la renovación automática.


         ¿Me acusan de no pagar? ¿A mí, que sostengo el blog desde hace 8 años y tengo los recibos que acreditan que soy cumplidor de mis obligaciones? ¡Qué injusta humillación!
         ¿Qué harían ustedes en mi lugar? Ponerse en contacto con G Suite y aclarar el malentendido. Bien, en esta tarea estuve “entretenido” ayer no menos de tres horas, sin obtener absolutamente nada. 
          Según decía el mismo mail, debía contactarme “iniciando sesión en tu cuenta”. Lo intenté de 42 formas distintas, a cual más inútil. Cuando la máquina respondió que, al no recordar mi contraseña, me enviarían un mensaje a mi celular, cuyas dos últimas cifras G Suite conoce ¡le creí! Completo desengaño: nunca recibí ni siquiera un aliento de esperanza.
         Como uno de los recibos me remite a otra empresa que debería tener mi dominio (¡oh contradicción!) llamé a su número en Madrid. Después de 6 u 8 derivaciones (si quiere esto marque uno, si quiere lo otro marque dos…) me atendió “Alex”, ¡voz verdadera!, con acento ¿rumano, serbio?... Le expliqué el drama de mi blog condenado a muerte por un delito que no cometió… - Deletree el nombre del sitio, respondió con cierto aburrimiento. – ¡Sí, claro, desdelverdun!: dinamarca-españa-suecia-dinamarca-españa-lituania-venezuela-españa-rumania-dinamarca-Uruguay-nepal. Terminado este ejercicio geográfico-lingüístico, recibí la respuesta inmediata: - No sabemos nada de ese dominio.
         Me di por vencido, largué la toalla. Esperaré el cumplimiento de la sentencia serenamente. Diré algunas frases para la Historia: No me agradezcan, es suficiente recompensa que me hayan leído. No lloren la muerte del blog; la Humanidad, aun con dificultades, podrá seguir su marcha sin él… etcétera.  
         Ya estoy pensando que no hay mal que por bien no venga, que los lectores de Twitter (@obispojaime) siguen (misteriosamente) aumentando. Y además, el amor propio me susurra: - ¡Es Google el que saldrá perdiendo!... (cuesta mucho creerlo, claro).  
         De todos modos, utilicemos el último recurso, muy antiguo, muy humano y eficaz: si alguno tiene un amigo en Google, ¿podrá hablarle de mi pobre blog condenado a muerte?