Mientras, en Texas, Kevin y
sus hijas acompañan a Ana desde lejos. Kevin sabe que la enfermedad sigue
adelante, que Ana puede morir… Decide ir a verla a Boston con sus dos hijas. El problema
es el dinero… hasta que se resuelve.
En todo caso, no hay nada más que hacer: toda la familia vuelve a Texas. El médico ha
dicho que la vida de familia es la mejor
ayuda que pueden prestarle a Ana. La hermana mayor quiere entretenerla… Este será
el origen de un enorme dolor, de una
gran conversión y de un gran milagro.
Se imaginan... Bomberos, policías, ambulancias, caos. La familia reza intensamente por Ana.
Los bomberos rescatan a Ana, que todavía respira; la llevan en helicóptero al hospital, acompaña Christine…
¿Cómo quedará después de semejante caída y teniendo lo que tiene?... El médico que la atiende dirá que en 25
años de profesión nunca vio algo así: se despertó sonriendo… En un instante, una
niña empieza una vida normal. ¿Cómo se explica? Se explica porque Dios
existe, sencillamente; se explica porque
la oración llega al cielo cuando se hace con fe.
¡Cuánto nos enseñan los niños!
Hablan con Dios, hablan de la vida y de la muerte con naturalidad: porque viven en la verdad. La mayor es la que explica Ana con toda sencillez.
Se corre por todas partes la historia de esta niña. Ana. En el servicio
del domingo se junta mucha gente… Christine explica lo que ha aprendido con la historia de la enfermedad de su hija.
Adelanto una, quizás, de las conclusiones
de nuestro Congreso Nacional de Familias: descubrir
la belleza de la familia pasa por vivir de fe. Y la fe se manifiesta en
pequeños o grandes milagros, que suceden dentro y fuera de la familia. ¿No les
parece que deberíamos pedir a Dios que sepamos reconocerlos en la propia
familia y que sepamos hacerlos a muchas familias? Es así que se irá cumpliendo
lo que nos dijo san Juan Pablo II cuando estuvo entre nosotros: “Son las familias cristianas las que harán que
nuestro mundo vuelva a sonreír”.
1 comentario:
Con el amor que Dios tiene por las familias, cuántos milagros han de haber en ellas que no trascienden. Esta familia tenía una comunidad cristiana que les acompañó en su pesar y que escuchó las maravillas que Dios hizo por ellos.
Una comunidad cristiana que acompaña y escucha a las familias, es un auténtico tesoro.
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