La
verdad sea dicha, me pareció una preciosa idea, pero disparatada: “vamos a ir a hacer una romería a la Virgen
del Verdún el 31 de mayo, las niñas y las mamás de las que hacen la primera
Comunión”. Así me lo dijo una catequista del colegio Los Pilares.
Preciosa
la idea, pero el día anterior todos los pronósticos del tiempo coincidían: frío,
lluvia… ¿Cómo pretenderían subir el
cerro? Sugerí pensarlo más… Respuesta: “Bueno,
pero puede que salga el sol en algún momento”.
Venían.
Quedamos que a las 10.30 las esperaba en la Gruta que está en la base del
cerro. Llegaron en un ómnibus puntualmente. El frío anunciado era verdad, ¡ya
lo creo!, y lloviznaba.
Les
dije unas palabras a madres, hijas y profesoras. Desde la Gruta, por la niebla,
no se veía la imagen de la Virgen del Verdún, salvo en un instante: a las niñas
les faltó tiempo para salir volando y alcanzar a verla…
Me
despedí y vine para casa. A las 12.20, mientras almorzaba con otros sacerdotes,
deja de llover y sale el sol. Creo que no fueron más de diez minutos, pero
salió.
Dos
días más tarde, los caseros del Verdún me trajeron un fantástico ramo de 36 rosas
blancas, con una tarjetita atada en cada una de ellas: eran para la Virgen. No entendí
bien si el propósito era que las llevara al Verdún porque no habían podido
hacerlo o si eran para la imagen de la Inmaculada que está en la Catedral. En cualquier
caso, decidí depositarlas a los pies de la imagen de la Virgen que está en la
capilla del obispado.
Tomé
la decisión después de leer algunas de las tarjetas que escribieron las niñas. Desde
entonces hasta hoy, cuando apenas sobreviven algunas rosas, sólo verlas me
ayuda a rezar: quisiera tener tanta fe como
la de estas criaturas, herederas directas de la fe de sus madres.
Sólo estos botoncitos de
muestra:
María querida gracias por este día y porque
cuando subimos despejaste el día.
Te agradezco por este viaje. Te pido que me
ayudes a prepararme muy bien para recibir a Jesús. Te pido y te doy gracias por
toda mi familia y amigos.
¡Gracias por decir que sí!
Gracias por la familia que tengo, cuidanos
mucho. Te amo. Gracias por el sol que nos diste para subir.
Virgencita te pido que me ayudes a preparar
mi corazón para recibir a Jesús y también por todas mis amigas y encontrarme en
el cielo contigo.
¡Amén,
amén!
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