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domingo, 26 de junio de 2016

UNA IMAGEN TE HABLA

         El Brexit, sumado a las bolsas volando por encima de la tapia de un convento; más la renuncia de tres flamantes ministros brasileños; más las protestas turcas porque el Papa llamó genocidio al genocidio turco; más el atentado de Orlando; más la orden de Obama para que los trans usen los servicios higiénicos que prefieran; más las acusaciones penales contra el arzobispo de Valencia porque habló de la ideología de género; más la perspectiva de que Hillary o Trump sea la/el presidente de los Estados Unidos; más el terror que impone el ISIS; más las tragedias diarias del Mediterráneo; más el sufrimiento de los millones de refugiados; más los ataques que sufre la familia, en Uruguay y en el mundo; más los malos ejemplos de algunos eclesiásticos; más… ¿Para qué seguir, si sólo CORRUPCIÓN y MIEDO son las palabras que definen lo que estamos viviendo en todos los niveles y en todas partes?

             Andaba degustando este cocktail tan amargo, cuando hace unos días, por circunstancias que no vienen al caso, me llegó esta imagen de la Virgen.


        Fue Bartolomé Murillo quien la pintó hace cuatro siglos, en medio de la tormenta causada por la reforma protestante. Llamó a su pintura La Virgen del Rosario. Y la verdad es que, mirándola y remirándola, cada vez me hablan más, tanto la Madre como su Hijo.   
  
         En esas meditaciones estoy y se me hace presente, con mucha fuerza, lo que escribió san Juan Pablo II hace 16 años:  

         “La Iglesia ha visto siempre en esta oración una particular eficacia, confiando las causas más difíciles a su recitación comunitaria y a su práctica constante. En momentos en los que la cristiandad misma estaba amenazada, se atribuyó a la fuerza de esta oración la liberación del peligro y la Virgen del Rosario fue considerada como propiciadora de la salvación.

Hoy deseo confiar a la eficacia de esta oración, la causa de la paz en el mundo y la de la familia. Las dificultades que presenta el panorama mundial en este comienzo del nuevo Milenio nos inducen a pensar que sólo una intervención de lo Alto, capaz de orientar los corazones de quienes viven situaciones conflictivas y de quienes dirigen los destinos de las Naciones, puede hacer esperar en un futuro menos oscuro” (Carta Apostólica El Rosario de la Virgen María).

Si interesa, puedo decirles que todos los días estoy rezando dos partes del Rosario. Trato de llegar a más. Y les aseguro que, rezando, encuentro mucha paz. Y Esperanza.


sábado, 11 de junio de 2016

ROSAS PARA LA VIRGEN


         La verdad sea dicha, me pareció una preciosa idea, pero disparatada: “vamos a ir a hacer una romería a la Virgen del Verdún el 31 de mayo, las niñas y las mamás de las que hacen la primera Comunión”. Así me lo dijo una catequista del colegio Los Pilares.

         Preciosa la idea, pero el día anterior todos los pronósticos del tiempo coincidían: frío, lluvia… ¿Cómo pretenderían  subir el cerro? Sugerí pensarlo más… Respuesta: “Bueno, pero puede que salga el sol en algún momento”.

         Venían. Quedamos que a las 10.30 las esperaba en la Gruta que está en la base del cerro. Llegaron en un ómnibus puntualmente. El frío anunciado era verdad, ¡ya lo creo!, y lloviznaba.

         Les dije unas palabras a madres, hijas y profesoras. Desde la Gruta, por la niebla, no se veía la imagen de la Virgen del Verdún, salvo en un instante: a las niñas les faltó tiempo para salir volando y alcanzar a verla…

         Me despedí y vine para casa. A las 12.20, mientras almorzaba con otros sacerdotes, deja de llover y sale el sol. Creo que no fueron más de diez minutos, pero salió.
  
         Dos días más tarde, los caseros del Verdún me trajeron un fantástico ramo de 36 rosas blancas, con una tarjetita atada en cada una de ellas: eran para la Virgen. No entendí bien si el propósito era que las llevara al Verdún porque no habían podido hacerlo o si eran para la imagen de la Inmaculada que está en la Catedral. En cualquier caso, decidí depositarlas a los pies de la imagen de la Virgen que está en la capilla del obispado.



         Tomé la decisión después de leer algunas de las tarjetas que escribieron las niñas. Desde entonces hasta hoy, cuando apenas sobreviven algunas rosas, sólo verlas me ayuda a rezar: quisiera  tener tanta fe como la de estas criaturas, herederas directas de la fe de sus madres.

Sólo estos botoncitos de muestra:

         María querida gracias por este día y porque cuando subimos despejaste el día.


    Te agradezco por este viaje. Te pido que me ayudes a prepararme muy bien para recibir a Jesús. Te pido y te doy gracias por toda mi familia y amigos.

         ¡Gracias por decir que sí!

         Gracias por la familia que tengo, cuidanos mucho. Te amo. Gracias por el sol que nos diste para subir.

         Virgencita te pido que me ayudes a preparar mi corazón para recibir a Jesús y también por todas mis amigas y encontrarme en el cielo contigo.



         ¡Amén, amén!