19 de abril de 2016, 11.30 de la mañana
La
fiesta de la Virgen del Verdún 2016 pasará a la historia, no cabe duda. Escribo
después de disfrutar una espléndida puesta de sol entre las sierras; un sol
bastante hipócrita, diría.
Es el sexto año continuo que
paso en Minas, durante la fiesta de la Virgen del Verdún. Y pensé, ligeramente,
que sería como los años anteriores: amanecer
gozoso, sonriente; un sol glorioso que alegra a los peregrinos en su continuo
subir y bajar el cerro para visitar a la Madre; un largo y luminoso atardecer
que los despide hasta el año próximo…
Pero ahora caigo en la cuenta
de que, en nuestro Rosario viviente en honor de la Virgen, faltaban los esenciales misterios
dolorosos: sin ellos, la redención no se habría hecho.
Pasado ya lo peor, pienso: ¿cómo íbamos a estar celebrando la fiesta de nuestra Madre, si cuatro días antes del 19 de abril la gente de Dolores había sufrido lo que nunca antes? Debíamos rezar en casa, mientras el cielo lloraba.
Pero ¡qué fecundidad la
del dolor! Los misterios dolorosos -el misterio del dolor compartido- han movido los mejores resortes del corazón y miles de personas componen un tornado de amor y solidaridad con los que
sufren.
Gozosos, luminosos, gloriosos... Ahora, con los de dolor, el Rosario está completo.
El Domingo próximo tendremos la
celebración, en escala menor que lo habitual, de nuestra Virgen del Verdún: a
las 11.00 y a las 15.00, en la Gruta de abajo, la Santa Misa. En ella estarán especialmente presentes todos los que, de un modo u otro, han sufrido. Antes de cada Misa, como es lógico, rezaremos el Santo Rosario: nuestra Madre conoce mejor que nadie el misterio del dolor y cómo aliviarlo.
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(En otro orden de cosas, les
cuento que están terminados los baños nuevos: el arquitecto Collet –son suyas
las fotos de este post- y el constructor Vega se lucieron, fíjense: ¡hasta hay un lugar para cambiar la ropa a los niños!).