Hasta ayer, nunca pensé encontrar en Twitter una noticia tan personal como la muerte de un amigo del alma. Decía así: Ha fallecido en Madrid, repentinamente, José
Miguel Cejas.
Hoy veo fotografías de su entierro y no digo “me parece
mentira”, porque la vida me ha enseñado a esperar la muerte -la mía y la ajena- en cualquier momento. Pero... no me acostumbro, qué le voy a hacer, a recibir golpes como el de ayer.
No obstante, repasando sus mails caigo en la cuenta de que José Miguel estaba maduro, para ir a gozar ya mismo de la Belleza sin fin que nos espera en el Cielo.
No obstante, repasando sus mails caigo en la cuenta de que José Miguel estaba maduro, para ir a gozar ya mismo de la Belleza sin fin que nos espera en el Cielo.
Nos reencontramos en Madrid hace seis años, después de
treinta o más sin vernos. La ocasión fue el inesperado fallecimiento de mi hermano
Carlos, apenas doce días después de la muerte de mi padre. José Miguel fue al velorio,
en Tres Cantos, y al funeral que celebré por los dos.
No hablamos nada de los tiempos pasados (estudios de Periodismo
en Pamplona, publicaciones, iniciativas profesionales…), hablamos del presente:
del apostolado suyo y mío en el Opus Dei, y de lo importante en ese momento: mi
madre, que en pocos días, después de enterrar a su esposo perdía a su hijo mayor. José Miguel estuvo disponible para lo que
hiciera falta, tú dime lo que necesites y
ya está.
En octubre de 2010 fui nombrado obispo. Al mail colectivo que
envié a los amigos pidiéndoles oraciones, José Miguel respondió: Querido
Jaime: ¡naturalmente que te encomendamos! ¡Y mucho! Y ahora cuentas con muchos
intercesores en el Cielo: además, como muy bien sabes, con esa ordenación
episcopal te llegarán todas las gracias necesarias. Un fuerte abrazo, rezando
por ti y por tu diócesis de Minas. Terminaba con esta post data que, repasando los mails, veo que repitió
en casi todos: No te preocupes en
contestar, por favor: me imagino la avalancha de correos y de trabajos que te
ha caído encima.
Un mes más
tarde fue la ordenación episcopal y, en ese día, recibí estas palabras suyas: Son en España las 6 de la tarde del 28 de
noviembre. No sé cómo van los horarios con respecto a Uruguay, pero no importa.
Te escribo para que sepas que te estoy encomendando especialísimamente en este
día, y que rezo por los frutos de tu trabajo como Obispo en esa diócesis.
Lógicamente, no te preocupes por contestar este correo: ya me imagino
que no tendrás ni un minuto libre en esta etapa de tu vida, que estaba ya
bastante llena de trabajo. Lo importante es que sepas que desde este lado
del charco, además de recordarte, te apoyamos y rezamos por ti.
José Miguel tenía una pluma
alegre, ágil y precisa, con la que disfrutó relatando historias muy humanas, de
hombres y mujeres con experiencia de Dios, el más humano de los temas.
Disfrutaba, además, de una imaginación frondosa -esta mañana, mientras me duchaba, – no sé, pero es el momento
en el que me vienen más ideas, me confesaba en un
mail- y ponía entusiasmo para llevarlas a la práctica. De aquí que, en mayo del
año pasado, después de darle noticias sobre la marcha del Santuario del Verdún,
quise conocer su opinión sobre algunas ideas que yo tenía y adivinando que me daría las suyas.
Primero acusó recibo de mi petición. Aunque no era materia habitual de su trabajo, enseguida
la hizo suya: Querido
Jaime: recibo tu propuesta con muchísimo gusto, y me alegra saber que estás
bien. Te pido unos días para meditar la contestación. Me hace gran ilusión hacerlo,
además. De cada Santuario se puede aprender mucho: Fátima, Lourdes, El Rocío, Einsiedeln, Czestochowa… hasta que se acierta con lo que
responde de forma más genuina con la piedad popular de cada lugar. Te contesto
nada más recibir la carta. Ahora necesito meditarlo un poco y “situarme
mentalmente” en Uruguay. En cuanto pueda, te envío todo lo que tenga y haya
recogido. Me encomiendo a la Virgen del Verdún.
Ese “en
cuanto pueda” fue muy breve. Apenas cinco días después me envió 11 (once)
páginas con ideas, excelentes ideas que están en lista de espera para irlas concretando.
El 17 de
diciembre pasado (aún no hace dos meses, ¡Dios mío!) recibí su felicitación de
Navidad. Entre otras cosas, decía:
Te envío dos pdf de dos libros
que voy a sacar: uno ya está en la calle. Se trata de ocho historias fuertes,
de personas que han bajado a los sótanos de la droga, la criminalidad, el
satanismo... Ahora todas esas personas no solo han cambiado de vida, sino que
hacen un apostolado y una gran labor en sus respectivos países. Hay una
historia un poco fuerte, de un cura lituano que se quiso suicidar: pero el
milagro de la gracia de Dios es tan grande, que vale la pena, pienso, dar su
testimonio. Ahora, en Lituania, lleva a cabo una gran labor de
rehabilitación de drogadictos y es una de las personas más influyentes dentro
de los ambientes cristianos.
El otro libro, el de los países bálticos, saldrá en febrero. Sigo
rezando por ti y todas tus intenciones. Un fuerte abrazo: José Miguel
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