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viernes, 22 de enero de 2016

FÁTIMA

      Viernes de noche en Lisboa: muy de noche y muy húmedo el tiempo, aunque es buena la temperatura. El congreso al que asisto tiene lugar un poco en las afueras de la ciudad, de la que el todo el mundo dice que es preciosa.

       Me voy sin conocerla (mañana salgo para Madrid y Pamplona) y no me importa nada: el miércoles estuve en Fátima, infinitamente más hermosa, más luminosa (aun con niebla) y emocionante: aquí, en este lugar donde se encuentra una capillita (la capelinha) construida en 1918, la Madre de Dios y Madre nuestra se apareció un año antes a tres niños-pastorcitos, Lucía, Jacinta y Francisco, y les habló del cielo y del infierno; les pidió que le dijeran a los hombres que dejaran de ofender a Dios; les dijo que era necesario rezar el Rosario y ofrecer muchos pequeños sacrificios, para reparar las ofensas cometidas a Jesucristo.

      Estuve poco tiempo en la Capilla de las Apariciones, donde se encuentra la capelinha, una pena. Hubiera querido quedarme horas, celebrar en ella la Misa... Paciencia: sólo hubo tiempo para recitar un rosario de intenciones (estaban todos los que leen esto).

      Ahí, en la Capilla, estuvo rezando san Juan Pablo II en tres oportunidades históricas: en 1982, agradeciéndole a la Virgen que le hubiera salvado la vida el 13 de mayo de 1981; en 1991, porque había terminado el comunismo, con la indudable intercesión de la "Pastora celestial"; en el año 2000, para beatificar a Jacinta y Francisco.

   En 2010, Benedicto XVI estuvo también en Fátima. Y, en innumerables ocasiones, san Josemaría. En suma: la Capilla de las Apariciones destila santidad. 

     El año que viene se cumplirán 100 años de la visita de la Virgen. ¿Cómo encontrará este mundo al que quiso -¡Madre!- indicarle el camino de la paz? 




Tumbas de Jacinta y Lucia, en la Basílica de Ntra. Sra. del Rosario






La fe no necesita explicaciones: sólo oraciones. Al fondo, en obras, la Basílica de Ntra. Sra. del Rosario 





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