Ayer, sábado, parecería que fue, en
el Sínodo, “la hora del diablo” (en todo Concilio o Sínodo dicen que la hay).
Uno de los Padres proveniente de Europa oriental–no está permitido dar los
nombres- recordó lo que en 1972 había dicho amargamente Pablo VI: “el humo de
Satanás sale por las grietas de la Iglesia”. Esto, en su opinión, se verificó
en 2014, durante la primera parte del Sínodo, cuando algunos pretendieron
tratar por igual a los divorciados y vueltos a casar, a los homosexuales…
Insistió el obispo en la necesidad de explicar de nuevo el “evangelio de la
familia” y remachó su intervención diciéndonos que de ninguna manera podemos
destruir la roca de la doctrina de la Iglesia.
Ocupaba la presidencia del Sínodo el
Cardenal Napier, sudafricano, quien después de agradecerle al obispo sus
palabras, comentó haciéndonos reír- Todavía no me he puesto la máscara para el
humo, pero deberemos ponérnosla…
Varias de las intervenciones de ayer
se refirieron al mismo tema: si los divorciados y vueltos a casar podrían
recibir la Comunión, asunto del que se habla en términos de “tenerezza” o, como
aseguró otro obispo en nombre de la entera conferencia de obispos de su
país, recordando que no tenemos la posibilidad de cambiar la doctrina.
Más allá de este tema, sobre el
cual, como dije en un servicio anterior, el Papa ya había advertido que
parecería que es el único que interesa a los periodistas, en la asamblea
plenaria de ayer hubo varias intervenciones que apuntan a algo de mucho mayor
calado pastoral: la preparación que deben tener quienes quieren contraer
matrimonio en la Iglesia.
En este sentido, hubo coincidencias
en que la preparación tiene que comenzar antes: en la propia familia cristiana,
como es lógico, y en los centros de educación. Después vendrá la preparación
inmediata, como dice Familiaris Consortio,
en la que la Iglesia deberá afinar y mejorar sus recursos. Como se ve, hay
mucho para pensar y concretar en este campo.
Relacionado con él está el llamado
“acompañamiento” de los esposos, en particular de los recién casados. Es un
asunto de especial importancia, sobre el que hay unanimidad. ¿Cómo concretarlo?
Transmito, aquí y ahora, una
experiencia personal: hace unos meses empecé a llamar por teléfono a los
matrimonios que se casaron en la catedral de Minas dos años atrás. Me consta que
la mayoría no vienen a Misa, pero si se trata de acercarse… – Te llamo para
saber cómo están, si van bien, si necesitan algo… Después de la sorpresa
inicial, todos me han agradecido la llamada: ha quedado abierta una puerta.
Casi al terminar la sesión de ayer,
un cardenal volvió a referirse al diablo –proprio sul serio- y a su
particular empeño para que no haya unidad entre quienes participamos en el
Sínodo: debemos estar vigilantes, dijo. Añado: vi prego di pregare, recen, por favor.
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