Páginas

domingo, 11 de octubre de 2015

SÍNODO: LA HORA DEL DIABLO

Ayer, sábado, parecería que fue, en el Sínodo, “la hora del diablo” (en todo Concilio o Sínodo dicen que la hay). Uno de los Padres proveniente de Europa oriental–no está permitido dar los nombres- recordó lo que en 1972 había dicho amargamente Pablo VI: “el humo de Satanás sale por las grietas de la Iglesia”. Esto, en su opinión, se verificó en 2014, durante la primera parte del Sínodo, cuando algunos pretendieron tratar por igual a los divorciados y vueltos a casar, a los homosexuales… Insistió el obispo en la necesidad de explicar de nuevo el “evangelio de la familia” y remachó su intervención diciéndonos que de ninguna manera podemos destruir la roca de la doctrina de la Iglesia.

Ocupaba la presidencia del Sínodo el Cardenal Napier, sudafricano, quien después de agradecerle al obispo sus palabras, comentó haciéndonos reír- Todavía no me he puesto la máscara para el humo, pero deberemos ponérnosla…

Varias de las intervenciones de ayer se refirieron al mismo tema: si los divorciados y vueltos a casar podrían recibir la Comunión, asunto del que se habla en términos de “tenerezza” o, como aseguró otro obispo en nombre de la entera conferencia de obispos de su país, recordando que no tenemos la posibilidad de cambiar la doctrina.

Más allá de este tema, sobre el cual, como dije en un servicio anterior, el Papa ya había advertido que parecería que es el único que interesa a los periodistas, en la asamblea plenaria de ayer hubo varias intervenciones que apuntan a algo de mucho mayor calado pastoral: la preparación que deben tener quienes quieren contraer matrimonio en la Iglesia.

En este sentido, hubo coincidencias en que la preparación tiene que comenzar antes: en la propia familia cristiana, como es lógico, y en los centros de educación. Después vendrá la preparación inmediata, como dice Familiaris Consortio, en la que la Iglesia deberá afinar y mejorar sus recursos. Como se ve, hay mucho para pensar y concretar en este campo.

Relacionado con él está el llamado “acompañamiento” de los esposos, en particular de los recién casados. Es un asunto de especial importancia, sobre el que hay unanimidad. ¿Cómo concretarlo?

Transmito, aquí y ahora, una experiencia personal: hace unos meses empecé a llamar por teléfono a los matrimonios que se casaron en la catedral de Minas dos años atrás. Me consta que la mayoría no vienen a Misa, pero si se trata de acercarse… – Te llamo para saber cómo están, si van bien, si necesitan algo… Después de la sorpresa inicial, todos me han agradecido la llamada: ha quedado abierta una puerta.


Casi al terminar la sesión de ayer, un cardenal volvió a referirse al diablo –proprio sul serio- y a su particular empeño para que no haya unidad entre quienes participamos en el Sínodo: debemos estar vigilantes, dijo. Añado: vi prego di pregare, recen, por favor.

No hay comentarios: