Recordarán el mal sabor que me dejó la frustrada intervención en el Aula del Sínodo. Pienso que conseguí tragarlo (a medias), utilizando el
comodín “por algo será”… Pero la verdad es que no lograba digerir del todo la
humillación: tuviste la oportunidad de concretar lo que considerabas importante…
y fallaste. Pero en un momento, hace pocas horas, todo cambió: a la uruguaya,
eso sí.
La mañana de hoy, Viernes, estuvo dedicada a hacer observaciones al
borrador de Relación final del Sínodo, que nos entregaron ayer. Se apuntaron
para hablar 32 obispos.
La sesión comenzó a las 9.00, el Papa Francisco presente y
presidiendo la reunión el cardenal Tagle, el mismo que, con razón, había cortado el micrófono la semana pasada, cuando me pasé del tiempo previsto.
A medida que iba escuchando las
intervenciones, un pensamiento empezó a inquietarme: -¿Por qué no intentar que
los 270 obispos escucharan hasta el final mi intervención truncada?... Traté de
desechar la idea, pero era fuerte, fuerte…
Dieron las 10.30 y el cardenal dijo que era la hora del break.
Me acerqué entonces a la mesa de presidencia: - No me apunté para
hablar, porque mi intervención no es sobre el borrador. Pero, si fuera posible,
me gustaría leer hasta el final el texto que tenía preparado la semana pasada…
El cardenal Tagle respondió: - Veremos si hay tiempo.
Desde las 11 hasta las 12 y 17 (la reunión terminaba 12.30) fue llamando a uno, y a otro, y a otro, y a otro… Nervios de final de
campeonato ¡mundial! Por medio de uno de los ayudantes del Sínodo le mandé, por las dudas, un
papelito: Please, remember me.
Finalmente, cuando terminó
su intervención el cardenal Robert Sarah fue mi turno. Leí el texto de cabo a
rabo, el que ya conocen: después de explicar los motivos, le pido al Papa que
promueva una consulta a toda la Iglesia, sobre la conveniencia de definir como
verdad de fe la Maternidad espiritual de María. Recibí aplausos discretos, como es de
estilo, al terminar la exposición.
No sé cómo continuará la historia. Pero siento una alegría redonda
y grande: el Papa Francisco, los cardenales de la Curia Romana,
los representantes de los episcopados de todo el mundo y los invitados laicos
de los cinco continentes escucharon la petición.
Me viene a la memoria la escena final de La vita é bella, ¿se acuerdan? El niño,
feliz, gritándole a su madre: Abbiamo
vinto, Mamma! Lo digo en su exacto doble
sujeto, porque la verdad es que hoy cumplía años mi madre y fue a ella a
quien le encomendé insistentemente meter el gol, tan uruguayo, de esta mañana.
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