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martes, 21 de abril de 2015

EL VERDÚN EN UNA CARTA

         Los que no vinieron el Domingo al Verdún quieren saber cómo fue eso de que 100.000 personas hayan llegado a honrar a la Virgen... La verdad es que han sido tantas las expresiones de fe de la gente, tal el clima de serena alegría que vivimos, y tan fuertes los testimonios de amor a la Madre de Dios, que hacer una crónica me llevaría un tiempo del que no dispongo.
       
   Pero un botón de muestra es la carta que reproduzco. Cuando terminaba la Misa celebrada por el Cardenal Sturla (fue una maravilla: acción de gracias en estado puro, teologal, tan divina y humana a la vez) una señora me la entregó en un sobre cerrado dirigido a la "Virgen del Verdún". Me dijo que otra señora, bastante mayor, le había pedido que me la diera.

       Anoche abrí el sobre. Dentro, una hoja de cuaderno chico, con renglones, contenía el texto que fui descifrando con verdadera emoción. Para facilitar la lectura transcribo, con signos de puntuación, su contenido. 

   Confieso que esta mañana, en mi rato de oración, estuve leyéndola varias veces. Le pedí y le pido a la Virgen que me enseñe a rezar con la sencillez de esta madre y abuela.

       ¿Cómo es el Verdún? Es la fe y el amor de esta carta, multiplicada por ¿cuántos miles?



        Querida Madre, Virgen del Verdún. Gracias por estar siempre cerca de mi esposo y de mis hijos. Lo primero que tengo que agradecerte es mi primer nietito, que está llegando a nuestras vidas: sea niña o varón, lo que Dios mande será bien recibido por todos; todos lo vamos a amar.
      Quiero pedirte con cariño, con amor, pero más que nada con fe, que hables con Dios para que un milagro sea posible: que mi hija mayor pueda quedar embarazada. Ya hace 15 años que están casados esperando un hijo, lo que Dios mande. Ellos desean con mucho amor ser padres. Yo, su madre, todas las noches rezo con fe para que ese milagro se haga.
    Virgencita, como todos los años, quiero pedirte que sigas iluminando a mi hijo, ayudándolo en los exámenes para que pueda recibirse pronto. Yo siempre te rezo, soy devota tuya y todos los años te llevo lo que puedo de dinero para colaborar con la pintada de tu hermosa imagen, que esté siempre iluminada.
     Gracias, Madre, por estar siempre iluminando y protegiéndolos, a mí, a mi esposo y a mis hijos. Si en algo, sin darme cuenta, te hemos ofendido, yo o mi familia, te pido perdón, madre, pero no te apartes nunca de nosotros.
  Madre, te pido algo muy importante: que me ayudes con mis rodillas para que pueda subir siempre a rezarte. Gracias, Madre, por tu bendición, gracias.
   Tu hija María, como vos, y familia, mi esposo y mis hijos.  

    Un detalle final: en el sobre, con la carta, venía un billete de quinientos pesos: puro Evangelio.  

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